Mañana Raúl Castro se reunirá con Francisco en el Vaticano, para preparar la visita del Papa a la isla dentro de unos meses, durante el mimso viaje que lo llevará a los Estados Unidos
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
Dentro de pocas horas, Raúl Castro se reunirá con el Papa en el Vaticano. El presidente cubano, de 84 años y hermano de Fidel, es el protagonista, con Barack Obama, el presidente de los Estados Unidos, del histórico deshielo en las relaciones entre ambos países, una iniciativa que la Santa Sede, con mucha discreción, impulsó y acompañó. Castro pidió una audiencia con Papa Bergoglio, que se encuentra dentro del marco del viaje que lo llevó primero a Argelia y después a Moscú.
Además de las perspectivas globales para América Latina, que surgieron del reciente encuentro en Panamá, en el que participó el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, en la agenda de las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno de La Habana hay varias cuestiones diplomáticas y eclesiales.
En relación con las primeras, se trata de continuar y dar un mayor peso al diálogo entre Cuba y los Estados Unidos, después de varias décadas de “guerra fría”. Una larga historia que ha creado tensiones y nudos no siempre fáciles de desatar. En el paquete de peticiones a los Estados Unidos, Cuba incluirá la restitución de la histórica base de Guantánamo, bastión militar en la isla caribeña y en América Latina. Sin embargo, el gran tema es el embargo, que afecta las relaciones financieras, comerciales y culturales. Las señales positivas han sido las primeras comunicaciones entre ambos países sobre la posibilidad de viajar y contribuyen a disminuir la tensión. Pero no hay que olvidar que la anulación de las medidas restrictivas deberá ser aprobada por el Congreso y no hay que dar este hecho por descontado.
El embargo estadounidense ha representado hasta hoy para el gobierno cubano una de las justificaciones políticas de control sobre la economía de la isla y sobre la población. Papa Francisco podría ayudar en el diálogo apoyando la petición de que se acabe el embargo, y, al mismo tiempo, pidiendo que el gobierno cubano dé pasos hacia la libertad, para mejorar las condiciones de vida de la población.
La Iglesia católica cubana sostiene desde hace muchos años el diálogo para favorecer la apertura de Cuba al mundo y del mundo a Cuba, usando una expresión de Juan Pablo II. La iniciativa de la Santa Sede para que llegara este “deshielo” entre Cuba y los Estados Unidos está en plena sintonía con lo que los obispos de la isla, guiados por el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, piden al gobierno de La Habana: la posibilidad de construir nuevas Iglesias, facilitar las posibilidades para comunicarse y trasladarse, y mayor acceso a los medios de comunicación (y no solo algunos minutos al año).
A audiencia de mañana, como el viaje del Pontífice a la isla en septiembre de este año (durante el viaje que lo llevará también a visitar significativamente Washington, la Casa Blanca y el Congreso, y Nueva York, la sede de las Naciones Unidas) son etapas que, se espera, podrán tener consecuencias políticas concretas. En la historia reciente de las relaciones entre el Vaticano y Cuba, estas citas siempre han estado caracterizados por concesiones del gobierno cubano, como la reintroducción del día festivo de Navidad en la isla, anunciada poco antes del viaje de Juan Pablo II a la isla caribeña.
Vatican Insider
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