Sunday, August 10, 2008

Nairobi, 10 años después del horror

En la confluencia de dos avenidas de Nairobi, la avenida Moi y la Haile Selassie, hay un pequeño parque rodeado por un seto y un muro. Dentro de este recinto, hay una gran piedra con el nombre de las personas que murieron el 7 de Agosto de 1998 – hoy hace 10 años – en uno de los mayores ataques terroristas en África. Aquel día, el comando liderado por Fazul Abdullah Mohamed – un fanático religioso seguidor de lo que en aquellos días era el germen de Al-Qaida – consiguió poner un camión lleno de explosivos en la puerta del garage de la embajada de los Estados Unidos en Nairobi y lo explosionó. Otro atentado pero de menores consecuencias tuvo lugar simultáneamente en la embajada norteamericana en Dar-es-Salaam, Tanzania.


Los efectos de la detonación, realizada a uno de los momentos más transitados del día, fueron devastadores. Uno de los edificios anexos a la embajada se desmoronó como un castillo de naipes y el vecino inmueble de una institución financiera – casi un rascacielos para lo que son las construcciones en África – resultó completamente destrozado en su estructura exterior de cristal.


Donde un día estuvo aquella misión diplomática hoy se levanta el Memorial 7 de Agosto, un sitio que al mismo tiempo es monumento, parque, templo y museo. Muchas personas pasan por aquí diariamente y se sientan un momento para hacer una callada oración o para pasar los dedos por la losa de mármol donde están escritos los nombres de las 218 personas (206 kenianos, en su mayoría empleados de la embajada y 12 norteamericanos) que fallecieron como consecuencia de aquel fatídico ataque. Incluso hay parejas que eligen este lugar simbólico para celebrar allí la ceremonia de su matrimonio.


Dicen que aquél fue el día en el cual Kenia cambió para siempre. Lo que sí es verdad es que fue uno de aquello momentos en los que el continente perdió su inocencia. Hasta entonces las medidas de seguridad en instituciones y representaciones diplomáticas eran bastante laxas, apenas había controles de seguridad y el acceso a centros neurálgicos de poder era relativamente fácil. Los perpetradores de esta acción pudieron entrar en Kenia bajo amparo de una ficticia Oenegé y consiguieron fácilmente establecer su propia logística y hacer entrar en el país explosivos y municiones.


Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Aquella experiencia sirvió para establecer definitivamente en el país un protocolo de gestión de desastres y emergencias y abrió los ojos a las autoridades ante los intereses de ciertos grupos violentos. Las regulaciones para los registros de nuevas ONGs y el control de las ya existentes cambiaron radicalmente. El edificio de la representación diplomática norteamericana, después de estar un par de años en un lugar provisional, se mudó al extrarradio de la ciudad, en un imponente edificio rodeado de medidas de seguridad e ideado para que nunca volviera a suceder algo de ese calibre. Los lazos diplomáticos y emotivos entre Estados Unidos y Kenia se reforzaron, a raíz del sentimiento común de dolor y de rabia y la renovada determinación común de luchar contra el terrorismo internacional.


En el nuevo edificio de la embajada hay un estanque con peces y cascadas... está rodeado por 218 ladrillos, cada uno inscrito con el nombre de una víctima mortal del brutal ataque. Los gestos de solidaridad y de apoyo entre los dos países no han faltado y hoy, Estados Unidos se enorgullece de tener en Nairobi la embajada más grande de todo África.


De Fazul Abdullah Mohamed, el sangriento terrorista comoriense, se sabe que ha intentado atacar Kenia diez veces en total. De estas diez, solo en dos ha tenido éxito y cada vez con un balance elevado de vidas. Después del atentado de 1998, actuó de nuevo en el 2002 en el Hotel Paradise de Mombasa, frecuentado por turistas israelíes, donde consiguió matar a 13 personas más. Quiso incluso emular a los “héroes” del 11 de Septiembre secuestrando un avión para estrellarlo contra la nueva embajada de Estados Unidos en Nairobi, pero afortunadamente las cosas no sucedieron de acuerdo a sus siniestros planes. Durante todo este tiempo, ha estado huyendo de la justicia, a pesar que la policía ha estado pisando sus talones y ha estado a punto de arrestarlo en varias ocasiones, la última el pasado fin de semana en la localidad costera de Malindi donde pudo escapar en el último minuto.


Diez años después, los sentimientos y recuerdos de aquel fatídico día siguen muy vivos en la memoria de los que vivieron la tragedia, especialmente los 5000 heridos cuyas vidas cambiaron radicalmente a partir de aquel día. En general, el espíritu africano es más dado a la esperanza que al abatimiento. Muchas de las historias de estas personas dan fe de esto. El ejemplo más destacado es un señor llamado Douglas Sidialo, completamente ciego desde aquel 7 de Agosto; dentro de pocos días participará en los Juegos Paralímpicos de Pekín. Volverá de allí sin duda con una medalla: la del profundo y audaz coraje del alma humana.


Alberto Eisman
Jaén, 1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán donde se ha encargado de la coordinación de proyectos en Nairobi y Wau.

Del blog MUZUNGU

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