Eso piensa al menos mi vecina, que limpia y ordena todo meticulosamente cada día 23 de diciembre.
No tiene familia, pero espera, y espera sin quedarse quieta ni un momento.
La noche del 24 llamaremos a su puerta, y vendrá a cantar a nuestra casa.
Soy una estrella ebria que perdió el cielo, sirena loca que ha dejado el mar, soy un templo a punto de arruinarse sin Dios, estatua falsa que todavía se alza al aire...
Ricardo Reis
pastoralsj
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