Thursday, June 16, 2011

«La Iglesia tiene que perder el miedo y dialogar sin imponer»


Nicolás Castellanos, obispo misionero

"Hay que recuperar la letra y la música del Concilio Vaticano II"


Diálogo. Esa y no otra es la palabra más pronunciada por Nicolás Castellanos (Mansilla del Páramo, León, 1935) en el tiempo que dura la entrevista. Y cambio. También renovación. Todas son articuladas con calma, con alegría incluso, y con esperanza. Resuenan en la Sala Polisón minutos antes de que comience la cita promovida por el Foro Iglesia Viva de Burgos en la que el misionero ofreció claves para una renovación eclesial «necesaria».

Una renovación que, según defiende el galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, debe acercar a la Iglesia a los empobrecidos de aquí y de allá, esos por los que él lo dejó todo, llegando a renunciar, en 1991, al Obispado de Palencia para trasladarse a un barrio marginal de Bolivia, donde aún vive y trabaja por mejorar la calidad de vida de sus vecinos con el proyecto Hombres Nuevos. Y es que para él, «este es el verdadero mensaje de Jesús». Lo entrevista L. B. en El Correo de Burgos.

Pregunta.-¿Es necesaria una renovación eclesial?

Respuesta.-Por supuesto. Hoy necesitamos otra manera distinta de ser Iglesia, que no otra Iglesia.

P.-¿Y cuáles son las claves para propiciar ese cambio?

R.-Son muchas y diversas. Son claves teológicas, claves antropológicas y también claves socioculturales. Los tiempos han cambiado, vivimos en una sociedad plural, multicultural y multirreligiosa, por lo que la manera de presentar el mensaje liberador de Jesús debe ser distinta a la manera que teníamos de hacerlo antaño.

P.-Vamos, que hay que adaptarse a los tiempos...

R.-Eso es, debe haber una innovación. El Concilio Vaticano II decía con buen criterio que intentaba alcanzar en su carrera al mundo, y también lo dijo Juan XXIII cuando lo hicieron Papa: «La Iglesia huele a viejo y no queda más remedio que abrir las ventanas para que entre el aire fresco».

P.-Pero esas ventanas, a día de hoy, aún no se han abierto...

R.-No, no están abiertas. La Iglesia de hoy tiene que entablar un diálogo dentro de la propia Iglesia y también con el mundo. Y el diálogo siempre implica una escucha, una escucha valiente.

P.-¿Qué frena ese diálogo?

R.-El miedo. En la Iglesia actual existe mucho miedo y mucho temor y creo que nosotros, si verdaderamente somos creyentes, debemos confiar en que el Espíritu Santo hace nuevas todas las cosas. Tenemos, por tanto, que ser mucho más audaces y dialogar con el mundo sin imponer, tan solo ofreciendo una propuesta liberadora, humanizadora y sanadora y el que la quiera coger que la coja.

P.-El empeño de una parte de la Iglesia por abrir esas ventanas y la resistencia de otra parte por mantenerlas cerradas, ¿puede derivar en un cisma?

R.-Habría que empezar por hablar y estudiar todos juntos cómo trabajar. Lo que no se puede permitir es la polarización entre la jerarquía y los cristianos porque el gran mensaje del Concilio Vaticano II es el de la comunión, ese es el gran reto y el gran desafío.

P.-Veo que todas las claves están en el Concilio Vaticano II...

R.-Efectivamente, hay que recuperar su letra y su música, en él se ofrecen metodologías adaptadas a los nuevos tiempos, que son las precisas para presentar un Jesús que tiene un mensaje para el siglo XXI. Eso requiere una renovación teológica y pastoral.

P.-De lo contrario...

R.-Pues la Iglesia acabará por ser cada día menos significativa. En España, de hecho, apenas tiene credibilidad, al contrario de lo que ocurre en Bolivia, por ejemplo.

P.-¿Tiene eso algo que ver con la cercanía a los empobrecidos?

R.-Claro. Allá la opción clara es trabajar por devolver a los pobres la dignidad y el protagonismo. Aquí quizá la pobreza sea distinta y puede que haya que pensar en cómo ayudar a erradicar la insatisfacción de la gente. El aporte del mensaje de Jesús sería muy positivo.

P.-¿Qué opina del Foro Iglesia Viva y de su apuesta?

R.-Conozco su ideario y estoy totalmente de acuerdo. Su labor es necesaria porque busca precisamente el diálogo, abrir vías de debate y de crítica constructiva para que la Iglesia sea más significativa en la sociedad plural de hoy. Este es el camino. Hay que escuchar a la voz del pueblo y, sobre todo, insisto, estar abiertos a la acción del Espíritu Santo.

RD

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