Saturday, July 02, 2011

EL TRABAJO, UN DERECHO DE TODOS



Afirmar hoy que “el trabajo es un derecho de todos” puede sonar como una broma en los oídos de los satisfechos o en los de los que creen que su empleo es fruto de su competencia y capacidad, o de los avatares del destino en la gran ruleta del casino del mercado: “te ha tocado”, “que Dios reparta suerte”. Aunque no lo digan. Es el fruto envenenado, que a todos nos tienta, de los “valores” inducidos por el sistema. Debemos recuperar un territorio que el mercado y los mercaderes han ocupado sin reservas. Negarnos a admitir que “el tiempo (es decir, la vida) es oro (es decir, dinero)” o sea consumismo. Transformación cultural necesaria para el cambio, como lo son las decisiones políticas y económicas que pongan en jaque este sistema que conduce las relaciones internacionales y que en España ha elevado a más del 20% el número de parados, con especial incidencia en los jóvenes, y ha dejado sin ningún ingreso laboral a millón y medio de hogares.

La ausencia de reacción social ante la crisis es debida sin duda a diversos factores. El primero es que la crisis “va por barrios”, es decir, no afecta a todos los grupos sociales por igual o, al menos, no al mismo ritmo. Esta polarización de los efectos de la crisis dificulta la reacción colectiva ante ella. Por el contrario, sin olvidar los gestos de solidaridad personal o grupal que sí se dan, lo que fomenta es la insolidaridad. En los inicios de la crisis, cuando ya se presentía que ésta iba a afectar a una mayoría social, algunos vaticinaban: “si ahora no nos rebelamos e imponemos reformas a fondo, ya no podremos esperar nada nunca jamás”. Lo único patente ha sido la resignación ante la situación, la autoinculpación y el esfuerzo individual para salir adelante para poder consumir de nuevo.

La reacción de la sociedad en su conjunto a esta situación de crisis no ha generado una capacidad de rebeldía ante ella, a pesar de que las políticas gubernamentales no solo no producen empleo sino que reducen y socavan las conquistas sociales, que en nuestro país constituían un importante estado de bienestar, y la reforma laboral precariza las condiciones de trabajo o las pensiones. Los bancos y las grandes empresas españolas han encontrado un filón de beneficios extraordinarios en el mercado global. Algunas de ellas, gracias a la dimensión y a los recursos que habían adquirido previamente cuando eran empresas públicas españolas, se desentienden ahora del mercado interior: Telefónica, que gana 10.167 millones de euros, quiere desprenderse del 20% de su plantilla española.

Merced a las permisivas leyes laborales, aprobadas con la excusa de que con ellas se iba a crear empleo, se está facilitando a las empresas la sustitución de parte del empleo despedido por otro más barato y subcontratado. Faltan en nuestro país organizaciones sociales capaces de aunar las aspiraciones individuales y de crear alternativas. Partidos y sindicatos deberían cumplir estas tareas, pero no se puede silenciar que bien su maquinaria burocrática o su falta de independencia de los poderes públicos y fácticos les impiden afrontar los retos. En este número de MILITANTE Mundo Rural se analizan dos sectores de nuestra sociedad bajo esta óptica del trabajo y el empleo en la actual crisis: el mundo de los jóvenes y el empleo en el sector agrario La precaria situación en que se encuentra el empleo juvenil en España es muy seria y merece una especial atención por todos los sectores de nuestra sociedad, incluidos los mismos jóvenes. El sector agrario, con unos viejos problemas sin resolver, está asistiendo, merced a la crisis, a un cambio de la dinámica de pérdida de empleo que venía siendo tradicional en él. Hay más personas activas en el campo pero los problemas claves continúan.

Movimiento rural cristiano

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