Friday, May 04, 2012

En las bodas de oro y de plata de la ordenación de presbíteros



Escrito por José Barros Guede   
jueves, 03 de mayo de 2012

El día 9 de mayo de este año en curso del 2012, los sacerdotes
diocesanos de Ourense nos reunimos en el hermoso templo
mariano de la parroquia de Nuestra de Señora de Fátima de esta
ciudad para celebrar la fiesta de nuestro santo patrono, Juan de
Ávila, quien próximamente será nombrado doctor de la Iglesia
por el papa Benedicto XVI, y para homenajear a los sacerdotes 

de esta diócesis ourensana, que unos, como un servidor,
celebramos las 
bodas de oro de nuestra ordenación de presbíteros,
y otros, celebran las de plata.
El día 19 de diciembre del año 1962, un grupo de jóvenes ourensanos oyendo la llamada de Jesús, el Señor: “Venid en
pos 
de mí y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19), aceptamos
su invitación, y el obispo monseñor Ángel Temiño nos
 ordenó
de presbíteros
 en el hermoso templo del seminario mayor que tantos
y tantos recuerdos nos trae a nuestra memoria. Posteriormente,
ilusionados y emocionados
 cantábamos nuestra primera misaen
nuestras parroquias natales.
 Concretamente, yo canté la primera misa en mi parroquia
natal de Xunqueira de Ambía el 30 de diciembre de este citado
año de 1962, de después de cursar, como todos mis compañeros,
cinco años de estudios humanísticos en el seminario menor, tres
de filosofía y cuatro de teología en el seminario mayor y un año
de convictorio de práctica pastoral en la actual casa sacerdotal
diocesana.
 Los escritos de los primeros siglos del Cristianismo
mencionan a los obispos, sucesores de los apóstoles, como
las personas cristianas que tienen la plenitud del sacerdocio de
Jesucristo, a los presbíteros como las  que participan de dicho
sacerdocio episcopal y a los diáconos como las que están al
servicio de los obispos y presbíteros en el orden sacramental y en
el gobierno de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, que peregrina
en este mundo.
El sacerdocio pleno episcopal y el sacerdocio presbiteral
 participado implican esencialmente una función sagrada del culto
 divino y de los sacramentos y otra función evangelizadora de
la predicación de la palabra del Señor Jesús y de su práctica 
por medio del amor filial a Dios Padre y del amor fraternal a todos
los humanos, imitándole, pues pasó por esta vida predicando
y haciendo el bien, criticando a hipócritas  y curando enfermos
y resucitando muertos.
Ahora bien, si importante es la función cultual y
sacramental de los obispos y de los presbíteros, más importante
es su función evangelizadora que requiere más santidad, valor y
entrega a la causa humana y cristiana. En este sentido, san
Pablo escribe: “No me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar”
 (1 Cor.1, 17). San Juan Crisóstomo dice: “Mi sacerdocio
es predicar y anunciar el Evangelio, y tal es el sacrifico que
ofrezco” (In Rm. XV, 16, PG 60, 655).
San Pablo establece las condiciones y aptitudes que
el obispo y el presbítero deben poseer. En su carta primera a
Timoteo expresa: “Conviene que el obispo sea irreprochable,
marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario,
hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de las reyertas sino
comprensivo, que no sea agresivo ni amigo del dinero, que gobierne
bien su propia casa y se haga obedecer de sus hijos con todo
respeto” (1Tim 3, 2-4). En su carta a Tito manifiesta: “El
presbítero sea alguien sin tacha, marido de una sola mujer, que
tenga hijos creyentes, a los que no se puedan acusar de vida
desenfrenada ni de ser insubordinados” (Tit 1,6).
El concilio Vaticano II, por el Decreto Sobre el Ministerio
y Vida de los Presbíteros,
 ordena en el párrafo 4: “Los presbíteros,
como cooperadores del obispo, tienen como obligación principal el
anunciar a todos el Evangelio de Cristo, cumpliendo el mandato
del Señor: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a
toda Criatura” (Mc.16, 15). Añade: “La predicación sacerdotal,
 difícil con frecuencia, en las actuales circunstancias del mundo,
para mover mejor a las almas de los oyentes, debe exponer la
palabra de Dios no sólo de una forma general y abstracta, sino
aplicando la verdad del Evangelio a las circunstancias concretas
de la vida”. En el párrafo 6 enseña: “De poco servirán  las
ceremonias, por hermosas que sean, o las asociaciones, aunque
florecientes, si no se ordenan a formar hombres para que consigan
 la madurez cristiana”.
 En el párrafo 7 manifiesta: “Los obispos  tienen a los
presbíteros como necesarios colaboradores y consejeros en el
ministerio de enseñar, de santificar y de apacentar el pueblo de
Dios. Por esta comunión, pues, en el mismo sacerdocio y ministerio,
tengan los obispos a sus sacerdotes como hermanos y amigos, y
preocúpense cordialmente, en la medida de sus posibilidades,
 de su bien material, y sobre todo, espiritual. Los presbíteros
estén, pues, unidos al obispo con sincera caridad y obediencia”.
En el párrafo 8 dice: “Es de suma trascendencia, por tanto,
 que todos los presbíteros, diocesanos o religiosos, se ayuden
mutuamente para ser cooperadores de la verdad. Por lo cual, los
 que son de edad más avanzada reciban a los jóvenes como
 verdaderos hermanos, ayúdenles en las primeras empresas y
 labores del ministerio, esfuércense en comprender su mentalidad,
 aunque difiera de la propia y miren con beneplácito sus
iniciativas. Los jóvenes, a su vez, respeten la edad y la
experiencia de los mayores, pídanles consejo sobre los problemas
 que se refieren a la cura de las almas y colaboren gustosos”.
Finalmente en el párrafo 9 expresa: “Los presbíteros
reconozcan y promuevan sinceramente la dignidad de los seglares
y la suya propia y el papel que desempeñan los seglares en la
misión de la Iglesia. Escuchen con gusto a los seglares,
considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su
experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad
humana”.
En síntesis, El concilio Vaticano II por medio del citado
decreto enseña y establece:
Primero.- La obligación principal de los presbíteros es la de
anunciar y predicar el Evangelio, no de una forma general y abstracta
sino que aplicándolo a las circunstancias concretas de la vida.
Segundo.- Los presbíteros son los principales
colaboradores y consejeros de los obispos, quienes deben
tratarlos como hermanos y amigos, y a cambio los presbíteros
deben estar unidos a los obispos por la caridad y la obediencia.
Tercero.- Todos los presbíteros diocesanos y
religiosos, como cooperadores de la verdad, deben ayudarse
mutuamente. Los mayores de edad comprendiendo a los jóvenes
y los jóvenes respetando a los mayores de edad.
Cuarto.- Los presbíteros deben reconocer y promover la
dignidad de los seglares y el papel que ellos desempeñan en la
misión de la Iglesia, aceptando fraternalmente su experiencia y
competencia en los diversos campos de la actividad humana.
Pues bien, tanto los que hoy celebramos las bodas de oro
como los que celebran  las de plata en esta diócesis de Ourense, 
junto con los demás sacerdotes ourensanos, hemos tratado de
cumplir con estas medidas conciliares del Vaticano II a 
lo largo
de nuestro ministerio sacerdotal en medio de 
dificultades y
problemas personales y sociales; y nos 
comprometemos a seguir
cumpliéndolas con la ayuda divina en las actuales circunstancias
y vicisitudes personales y medioambientales de nuestro tiempo,
en las que el clero diocesano y religioso español sufre un
laicismo, un anticlericalismo hostil .
La Iglesia católica sufre una grave crisis de vocaciones y
ordenaciones de presbíteros. Según la estadística, dada por
la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades de la
Conferencia Episcopal Española, los alumnos del seminario
mayor en toda España eran 1227 en el  curso 2010-1011 y fueron
ordenados presbíteros 162. Eran 1278 en el curso 2011-2012
 y fueron ordenados presbíteros 122. Por lo que se  refiere a la
 diócesis de Ourense, eran 13 en el curso 2010-2011 y fueron
 ordenados presbíteros 3, y eran 11  en el curso 2011-2012
y fueros ordenados presbíteros 3.
Como observamos, por esta estadística, la crisis y falta
de vocaciones y de ordenaciones sacerdotales es grave. Pero lo
más grave es que no vemos  mejorar dicha situación a corto y
medio plazo para reemplazar y sustituir al clero actual diocesano
y religioso que se halla muy envejecido, cuya edad media es de
setenta años. Es, pues, necesario que la Iglesia católica
estudie en profundidad sus causas y busque soluciones a
esta penosa situación. Podemos decir: “Dios proveerá”. Pero Dios
nos pide que tomemos las medidas adecuadas para resolver
 este grave problema, porque como dice el refrán: “A Dios
rogando y con el mazo dando”.
Personalmente, pienso y creo que la causa de la crisis
y falta de vocaciones y ordenaciones sacerdotales no son
sólo la baja natalidad familiar de niños y el materialismo,
 laicismo y anticlericalismo reinante en la sociedad humana, y, en
concreto, en la española, sino que su verdadera causa es 
elactual estatus social del clero, que necesita ser dignificado
humanamente y cristianamente, tanto en el orden social como
en el orden cultural y económico. Las vocaciones y ordenaciones
sacerdotales nacen en el seno de las familias y en las parroquias,
que son los primeros seminarios, en los que los niños y los
jóvenes ven la forma y manera de ser, vivir, hablar, hacer y
relacionarse de sus padres y de los sacerdotes en el mundo de hoy.
Los seminarios deben educar y formar a los seminaristascomo verdaderos pastores de las almas a ejemplo de Nuestro Señor
Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, tanto en el orden espiritual
 por medio de actos de fe, esperanza y amor cristianos, de la
oración, de la frecuencia de los sacramentos, sobre todo, del de
la eucaristía, de la devoción filial a  Virgen María, como en el orden
intelectual por medio de los estudios bíblicos y eclesiásticos de
filosofía y teología y de las disciplinas civiles humanísticas y técnicas,
 así como en el orden disciplinar por medio del derecho canónico de
 la Iglesia católica y del derecho civil, penal y administrativo del Estado.
Es más, viendo el cómo es y cómo evoluciona el mundo y
la sociedad actual, entiendo que sería conveniente que los sacerdotes
de hoy y de mañana obtuviesen un título civil universitario y
lo ejercieren profesionalmente, pudiendo compatilizarlo con
el ministerio sacerdotal y pastoral. Resolvería la cuestión económica
 y social del clero.
Pido al Señor Jesús que oiga y vea las necesidades y
dificultades de la Iglesia en el mundo actual para anunciar y
practicar el Evangelio e ilumine y fortalezca a nuestra jerarquía
eclesiástica para que encuentre la solución a la crisis y a la
falta de vocaciones sacerdotales, porque  “la mies es mucha y los
obreros son pocos”      

José Barros Guede
A Ourense, 2 de mayo de 2012  

Revista Ecclesia

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