Cuántas veces nos hemos dicho: no veo, nada. Dónde está la luz que antes me era tan cercana…
Muchas veces pensamos que Dios se oculta, se vela, como si nos hubiera abandonado.
Pero, no siempre que no vemos es por falta de luz; ni muchísimo menos. Nadie puede aguantar la mirada al sol: se ciega, no ve.
A nosotros nos pasa lo mismo. Muchas veces que no vemos no es precisamente por falta de luz, sino por exceso de luz.
Carlos Muñoz Novo
pastoralsj
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