Friday, May 11, 2012

Las cartas perdidas del Vaticano II


Medio siglo después, una gran parte de la documentación del Concilio está todavía a la espera de ser reordenada y estudiada. Algunos documentos de valor inclusive se han extraviado. La denuncia impactante de un archivista 

por Sandro Magister


ROMA, 7 de mayo de 2012 – Como se sabe, Benedicto XVI ha convocado a un especial Año de la Fe, el cual tendrá comienzo el próximo 11 de octubre, en coincidencia con un doble aniversario: el quincuagésimo de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y el vigésimo segundo de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica.

Ni uno ni otro de los dos aniversarios son pacíficos.

El Catecismo ha sufrido y sufre un rechazo extenso, también entre el episcopado y el clero.

En cuanto al Concilio, la crítica sobre su interpretación y recepción es hasta ahora vivaz e inclusive ha dado origen a un cisma entre la Iglesia de Roma y los seguidores del arzobispo Marcel Lefebvre.

En la carta apostólica en forma de motu proprio "Porta fidei", con la que ha convocado al Año de la Fe, Benedicto XVI tiene la esperanza que éste se convierta "en una ocasión propicia" para que los documentos del Concilio sean leídos y aceptados "guiados por una justa hermenéutica", porque solamente así "puede ser y convertirse cada vez más en una gran fuerza para la siempre necesaria renovación de la Iglesia":

> "Porta fidei"

A la hermenéutica, es decir, a la interpretación del Vaticano II, el papa Joseph Ratzinger le dedicó el primero de sus discursos previos a la navidad para la curia romana:

> "Expergiscere, homo..."

Naturalmente, también la reconstrucción histórica del acontecimiento conciliar es esencial a su hermenéutica.

Y para que esta reconstrucción esté fundamentada es necesario que los historiadores trabajen sobre la base de una documentación exhaustiva de ese acontecimiento.

Ahora bien, podrá parecer increíble, pero "existe toda una serie de cartas y de documentos todavía inexplorados y que tienen un grandísimo valor para comprender tanto el espíritu del Concilio como la correcta hermenéutica de sus documentos".

Es lo que escribe un archivista del Archivo Secreto Vaticano como conclusión de un impresionante informe de su autoría, publicado en "L'Osservatore Romano" del 1 de mayo de 2012.

El archivista, Piero Doria, ha trabajado y está trabajando precisamente en la recolección y clasificación – para que se torne accesible a los estudiosos – de una ingente mole de documentación de los trabajos conciliares, la que con el tiempo ha caído presa del abandono o directamente ha quedado dispersa en parte.

Por ejemplo, se ha descubierto que entre los informes que se han perdido está "el registro de protocolo de la Comisión Teológica y de la Comisión 'De doctrina fidei et morum'", es decir, de dos comisiones conciliares de importancia capital.

Se han encontrado y recuperado afortunadamente otros bloques de documentos, en la casa de uno o de otro de los Padres conciliares o de peritos.

Pero dejemos que Piero Doria describa el estado de los hechos y el grado de avance de los trabajos de catalogación de los documentos.

A continuación presentamos un amplio extracto de su impactante artículo en "L'Osservatore Romano".

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CUÁNTO HAY QUE ESTUDIAR TODAVÍA DEL CONCILIO

por Piero Doria



El 27 de setiembre de 1967, por voluntad de Pablo VI, nacía el Archivo del Concilio Vaticano II, [...] "un dicasterio temporario para la edición de las actas del Concilio, y para la sistematización científica de todo el material de archivo". [...]

Al nuevo dicasterio le esperaba también la tarea, según las intenciones de Pablo VI, de proveer para poner a disposición de los estudiosos, en forma gradual, la ingente masa de documentación. En efecto, el papa Montini fue consciente, tal como enseña la historia de los concilios, que en lo inmediato era importante evitar derivaciones teológicas o interpretaciones subjetivas de los documentos que pudiesen falsear tanto el espíritu del Concilio como una correcta lectura de los mismos documentos conciliares, favoreciendo el estudio de los documentos archivados. [...]

El Archivo del Concilio Vaticano II, que tuvo como destino final desde su institucionalización el Archivo Secreto Vaticano, es la suma de muchos archivos particulares. [...] En via Pancrazio Pfeiffer 10 se efectuó la primera sistematización de la oficina del Archivo. [...] En julio de 1975 la oficina fue trasladada al Palacio de las Congregaciones, en Plaza Pío XII, [...] donde permaneció hasta el 9 de marzo del 2000, [...] cuando el cardenal Jorge María Mejía, archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia de Roma, y el padre Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano, estando presente quien escribe estas líneas como encargado de la redacción del inventario, tomaron oficialmente posesión del Archivo del Concilio Vaticano II.

El traslado de la documentación a los locales del Archivo Secreto Vaticano se llevó a cabo en los días posteriores, bajo la supervisión del prefecto, mi colaboración y la de algunos empleados del Archivo Secreto Vaticano. Al momento del traslado el Archivo del Concilio contaba con 2001 carpetas no numeradas.

Al concluir las operaciones de mudanza y de la reconstitución fiel de la orden dada por la Oficina dependiente, me comenzaron a llamar para estudiar la monumental documentación para establecer los criterios y el tipo de inventario que había que redactar, y […] se hizo inmediatamente evidente la complejidad de su naturaleza. [...]

Complejidad confirmada también por algunos ayuda-memorias de monseñor Emilio Governatori, archivista, conservados en el Archivo del Concilio, en los cuales, [...] escribió haciendo referencia a la fase antepreparatoria y preparatoria:

"Durante dos años todos los documentos referidos a las respuestas de los obispos, que constituían el núcleo primero y más grande del Archivo, sirvieron para la redacción de los volúmenes 'Acta et documenta': por eso fueron manipulados los mismos originales, dado que no existía una eficiente máquina para fotocopias. Con frecuencia el orden de los recolectores era manipulado y restablecido muchas veces, en cuanto que los encargados de la corrección de los borradores retiraban los documentos necesarios, sin advertir en absoluto al archivista". 

Y más todavía:

"No ha existido jamás un único y específico encargado del Archivo y del Protocolo. Muchísimos documentos, entre los más importantes, eran custodiados por el mismo secretario en su archivo particular: solamente en 1962, poco antes del Concilio, el secretario pudo revisar su archivo y muchos documentos pasaron al archivo general. Muchos documentos jamás fueron protocolarizados o lo fueron muy tardíamente, razón por la cual puede ocurrir entonces que muchos documentos no se encuentren en el orden cronológico debido, ya sea en su lugar como en el protocolo". [...]

Estos testimonios, desafortunadamente todos encontrados, y también otros (como la presencia excesiva de fotocopias, la utilización de textos originales o copias originales como borradores para la prensa; los votos de los obispos seleccionados y colocados por temas en sobres diferentes; cartas de acompañamiento y votos adjuntos, a veces no firmados, carentes de fecha y de número de protocolo, conservados en sobres diferentes; ausencia de algunos registros de protocolo) indujeron al prefecto del Archivo Secreto Vaticano a ponerse de acuerdo en la decisión [...] de proceder a redactar un inventario analítico - es decir, documento por documento - de toda la documentación del Archivo del Concilio, también consciente que un inventario de ese tipo alargaría sin duda los tiempos de trabajo, pero ofrecería, en compensación, tanto un instrumento utilísimo de investigación para los estudiosos, como también [...] un índice completo y total de esa importantísima documentación.

Al momento actual del trabajo se han inventariado 1.465 carpetas sobre un total de 2.153, para un número general de otras 7.200 páginas de inventario, subdivididas en 18 volúmenes, de los cuales el XVIII todavía está en curso de elaboración, pero ya abarca 408 páginas. [...]

Mas en lo que se refiere al Archivo, [...] debo decir [...] que por parte del dicasterio no se ha prestado particular atención a su reordenamiento y que, por el contrario, el trabajo de publicación de los volúmenes de las "Acta Synodalia" ha absorbido por entero o casi en su totalidad las energías de los empleados del dicasterio, sobre todo luego que en diciembre de 1968 les fuera encargado otro trabajo por Emilio Governatori, quien hasta ese momento había sido el archivista de la secretaría general. [...] Me parece que puedo decir que con su traslado [...] se interrumpió el reordenamiento y que sus inmediatos sucesores ya no han proseguido trabajando con el mismo “entusiasmo”.

Sólo tales razones pueden justificar un ordenamiento tan aproximado de la documentación, sobre todo en lo que se refiere a la secretaría general [del Concilio]. En efecto, en esta sección, las carpetas han sido ordenadas exteriormente en forma a veces confusa, lamentablemente sin hacer referencia particular [...] ni a un orden cronológico ni a un orden temático, y sobre todo sin ningún tipo de numeración externa de las carpetas, lo cual puede haber causado, en parte, que fuesen colocadas fuera de lugar luego de haber sido consultadas. [...]

Es necesario tener en cuenta también que no siempre las personas llamadas a cumplir el rol de archivista tuvieron la capacidad necesaria. [...] He aquí un ejemplo que es válido para todos: el registro de protocolo. Sus criterios de redacción han sido generalmente bien observados; pero otras veces estos mismos criterios han sido demasiado personalizados, con resultados a veces contradictorios, como en el caso de los registros de protocolo redactados por el Secretariado para la Unidad de los Cristianos. [...]

Otro aspecto a señalar es la dispersión de la documentación, verificada durante los trabajos conciliares, pero que no significa necesariamente pérdida de los informes. Lamentablemente ha ocurrido, sobre todo por parte de los secretarios de las comisiones, que se llevaron el trabajo a casa y, en consecuencia, los informes de la oficina. En algunos casos se han perdido estos papeles, otras veces afortunadamente se han recuperado.

Me limito a señalar dos casos. El primero se refiere al registro de protocolo de la Comisión Teológica y de la Comisión "De doctrina fidei et morum". Lamentablemente, en este caso es necesario hablar, al menos en el estado actual, de la pérdida de este valioso instrumento de investigación. En efecto, en el 2006 señalé este extravío al prefecto del Archivo Secreto Vaticano, quien escribió al subsecretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Desafortunadamente, la respuesta fue negativa, al igual que la pesquisa efectuada por los padres jesuitas de la Pontificia Universidad Gregoriana, donde residía el padre Sebastiano Tromp, ya que no dio los resultados esperados. 

Por su parte, el segundo ejemplo, afortunadamente de signo opuesto, se refiere al archivo de la Comisión preparatoria "De sacra liturgia", la cual, como escribió el cardenal Pericle Felici al cardenal Ferdinando Antonelli el 4 de marzo de 1967, estaba a cargo de monseñor Annibale Bugnini.

Algunas recientes y excelentes publicaciones me permiten, en este punto, introducir el tema referido a las nuevas perspectivas de investigación.

Efectivamente, es necesario preguntarse si para reconstruir las dinámicas conciliares son todavía suficientes los documentos editados en "Acta et documenta" y en "Acta Synodalia", también importantísimos, como muchas veces sucede también en publicaciones muy recientes, aunque al menos una de éstas es lamentablemente de dudoso valor científico, o si no son necesarias profundas investigaciones de archivo, tal como lo demuestran, por ejemplo, el libro de Mauro Velati y de otros estudiosos.

Es evidente que la respuesta, en lo que a mí respecta, reside totalmente en la segunda parte de la afirmación anterior.

En este sentido, deseo recordar que en el Archivo del Concilio Vaticano II existe toda una serie de informes y de documentos todavía inexplorados y que tienen un grandísimo valor para comprender tanto el espíritu del Concilio como la correcta hermenéutica de los documentos, tal como han sido aprobados por la asamblea de los obispos reunida en la basílica vaticana y por Pablo VI.


RD

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