Los homosexuales, los sacerdotes del disentimiento, las próximas iniciativas de los obispos austríacos: en una entrevista exclusiva habla el cardenal de Viena, Christoph Schönborn
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
Hace un mes y medio, había dejado su lugar en el consejo pastoral de una parroquia a Florian Stangl, un joven que convive con su pareja homosexual. Una decisión que había suscitado reacciones polémicas, pero también esperanzas, y que había sido considerada por más de uno como el inicio de un cambio de la posición de la Iglesia con respecto a los homosexuales. El cardenal Christoph Schönborn, dominico, 67 años, discípulo de Ratzinger y arzobispo de Viena, en estos días se encuentra en Roma, donde ha discutido con las autoridades vaticanas acerca de la situación de la Iglesia austríaca. En esta entrevista concedida a La Stampa, después de semanas de silencio, vuelve a hablar sobre su decisión. La defiende, pero explica al mismo tiempo que la enseñanza católica no cambia. E interviene también sobre el disentimiento que está viendo la Iglesia en Austria, anticipando las iniciativas que tomará con los sacerdotes que firmaron el llamado a la desobediencia.
¿Puede explicar por qué ha ratificado la elección de Stangl en el consejo pastoral?
La mía fue una «no decisión»; simplemente decidí no interferir con la elección que se había hecho. Es la parroquia la que debe elegir bien a los candidatos para el consejo pastoral, en conformidad con los requisitos previstos. En el caso del que hablamos, esto lamentablemente no fue así.
Usted se ha reunido con Stangl. ¿Cuál fue su impresión?
No tengo intención de entrar en detalles, porque las personas tienen derecho a su esfera privada.
El caso ha suscitado esperanzas en quien espera un cambio de posición de la Iglesia con respecto a los homosexuales…
Frente a casos de irregularidad, de personas que conviven, de divorciados que se vuelven a casar, o de parejas formadas por personas del mismo sexo, nosotros, los pastores, debemos sostener con firmeza las enseñanzas de la Escritura y de la Iglesia, no por fideísmo, sino porque estamos convencidos de que representan el camino hacia la felicidad. Y debemos intentar ayudar a todos a conducir una vida conforme con estas enseñanzas.
¿Por qué, entonces, decidió no intervenir?
Porque debemos reconocer que no solo aquellos que viven en una situación objetiva de desorden moral, sino todos nosotros, tenemos necesidad de perdón y de misericordia. Estamos caminando hacia una meta que reconocemos con el corazón y con la mente, pero también somos conscientes de que son necesarios pasos de conversión y de paciencia. No debemos justificar ciertas situaciones, sino pedir un cambio. Como pastor, consideré que en esa situación particular, en el caso del que hablamos, había un camino en curso.
Admitirá que se trata de un precedente…
La posición de la Iglesia sobre estos temas no ha cambiado, y no se trata de un precedente. Es solo un caso particular, como tantos otros…
¿La Iglesia debería mostrar una actitud más misericordiosa hacia los homosexuales?
La Iglesia siempre ha mostrado misericordia hacia los pecadores, y todos somos pecadores. Aunque nos concentremos solo sobre ciertos pecados y sobre ciertas situaciones de desorden moral, todos nosotros, como cristianos, debemos confesarnos. Pero no hay misericordia sin verdad. Se necesita un camino de conversión: esto vale para los divorciados unidos en nuevas nupcias, pero también para quienes viven relaciones homosexuales. Es necesario ayudarlos a reconocer que el plan de Dios no es este, y si se sienten incapaces de seguir la enseñanza de la Iglesia, que lo admitan con humildad, pidiendo la ayuda de Dios, confesándose e intentando no pecar más. No podemos cambiar su plan, pero debemos recordar que Dios es infinitamente misericordioso con nuestros pecados.
Las asociaciones de homosexuales acusan a la Iglesia de tener una actitud discriminatoria. ¿Cómo responde a esto?
La Iglesia debe seguir lo que ha sido revelado en la Escritura, pero condena el pecado, no al pecador. Y luego están los grupos de presión, lo «políticamente correcto», las actitudes mostradas, con las cuales, por otro lado, no todos los que tienen inclinaciones homosexuales están de acuerdo. Un cierto alboroto, una cierta propaganda homosexual, el querer extender en las escuelas un tipo de educación sexual que acabe por promover también la homosexualidad… Me pregunto: si esta es la normalidad, ¿que necesidad hay de hacer tanto alboroto? Si esta es la felicidad que Dios ha querido para el hombre, ¿por qué es necesaria tanta propaganda?
Hay quien dice que a Iglesia hoy habla demasiado de moral sexual. ¿Qué opina al respecto?
Lo que es importante es la relación de amistad con Jesús, el encuentro personal con él. Benedicto XVI no se detiene mucho sobre las cuestiones vinculadas a la sexualidad, sino que insiste sobre la amistad con Jesús, es decir, sobre la fe. Me impresionó que, durante el primer encuentro con los jóvenes en Colonia, en el 2005, el Papa no citara en ningún momento los temas vinculados a la sexualidad. Y recuerdo que también Juan Pablo II, en el 2001, dijo que todas las enseñanzas morales quedan relegadas a leyes exteriores e incomprensibles sin la experiencia de la fe, de la relación con Jesús.
En la Iglesia austriaca hay mucho disentimiento, cientos de sacerdotes han firmado un llamado a la desobediencia. ¿Qué sucederá?
Quisiera, antes que nada, aclarar que una cosa es la «Pfarrer-Initiative» del 2006, firmada por 350 sacerdotes, y otra es el llamado a la desobediencia, lanzado con gran eco mediático hace un año: este último, promovido por monseñor Helmut Schüller, fue llevado a cabo sin advertir de antemano a los signatarios, que estaban desinformados. De inmediato declaré que no se puede jugar con las palabras y que el llamado a la desobediencia era inadmisible. Como obispos hemos tenido paciencia —según algunos, incluso demasiada— y ahora estamos preparando una carta pastoral, que se dará a conocer durante el Año de la Fe, en la que responderemos a todas las cuestiones planteadas por quienes expresaron disentimiento.
El Papa los citó en la misa del Jueves Santo…
Benedicto XVI nos dio en esa homilía un modelo de diálogo, buscando introducirse en sus motivos, responder a sus objeciones y, por último, invitándolos a seguir a Cristo en la obediencia, que es un camino de redención y de libertad.
¿Y si los partidarios de la «Pfarrer-Initiative» no cedieran?
Nosotros les decimos: ahora es el momento de aclarar. Luego tomaremos nuestras decisiones, incluyendo, en última instancia, pasos que prevean sanciones disciplinarias. Espero que no sea necesario.
En el caso de sanciones, ¿la intervención será vuestra o de la Santa Sede?
Nuestra, de los obispos, no de Roma. Es un deber que nos compete a nosotros, los pastores.
¿Qué opina de la invasión de este disentimiento, que pide la abolición del celibato, el sacerdocio de las mujeres, los laicos ocupando el lugar de los sacerdotes en las celebraciones?
El movimiento es difuso, existe incluso una especie de «Guía Michelin» del disentimiento, con los nombres de las asociaciones en los diferentes países. Se trata, en gran parte, de sacerdotes de la generación del 68: lo digo sin ningún desprecio, simplemente como dato de referencia. Muchos de ellos sufren, deben ser respetados y, a menudo, plantean problemas reales. Estamos de acuerdo con el diagnóstico: hay una crisis. No compartimos, sin embargo, el tratamiento. Me parece que imaginan la situación de la Iglesia de los años cincuenta o sesenta, cuando era mucho más fuerte, vivaz y estaba más radicada.
¿Cuál le parece que es el tratamiento adecuado?
Un nuevo redescubrimiento de la fe, que acepta ser luz del mundo. El verdadero programa que contrasta a la «Pfarrer-Initiative» lo conforman todas las realidades vivas de la Iglesia austriaca, de las cuales nadie habla: la cantidad en aumento de familias jóvenes que viven su fe en el mundo con la consciencia de ser una minoría creativa; los jóvenes fascinados por la espiritualidad y la liturgia de los monasterios. Estamos acostumbrados a ser mayoría y a decir de todo sobre todos: ahora es el momento de reconocernos como minoría y de dar testimonio, cada uno desde su lugar, de nuestra fe.
Vatican Insider
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