Es algo que se intuye al leer los titulares: Por primera vez en su historia ultracentenaria, el diario del Vaticano que dirige Gian Maria Vian, “L’Osservatore Romano”. publicará en el número del último jueves de cada mes, un encarte femenino. Así titulan los medios la importante aportación de la mujer dentro de la prensa oficial del Vaticano. Se trata de cuatro páginas a todo color, ideadas y realizadas, para dar paso en el periódico de la Santa Sede a la mirada de la mujer.
Puede sonar anacrónico a lectores poco avezados en las sutilezas de la Curia. Perorealmente es el primer paso para que entre aire femenino en el órgano oficial del Vaticano. Y es una decisión valiente que puede llevarnos a una pequeña revolución, tan importante como la de aquellas sufragistas de principios del siglo XIX. Porque la idea de dar voz a la otra parte del género humano que durante milenios ha estado ninguneada, y hacerlo desde una Institución que reserva los primeros puestos en exclusiva a un solo género, da pie a una serena reflexión sobre lo inevitable en la Iglesia.
Y lo inevitable es dejar paso a la mujer y al laicado según el Espíritu del Concilio Vaticano II. Y no se tome esto como una apuesta por el sacerdocio femenino. Ese tema carece en estos momentos de relevancia. Es más importante que se realice pronto la mutación necesaria para una mayor colegialidad en la Iglesia. Y se trata ni más ni menos que abrir las puertas y dejar que entre el aire fresco del siglo XXI. No para claudicar al estilo de los iluminados y autodenominados “adultos en la fe”. Sino especialmente para que se escuche la pluralidad de la Iglesia desde la mirada femenina y del laicado.
Si la nueva evangelización urge en Europa se debe precisamente al abandono de la fe a través de varias generaciones. Hoy la mayor parte de seminarios están medio abandonados, y otro tanto sucede con las órdenes religiosas. No tengo una bola mágica para dilucidar si los frutos de aggiornamento tras el Concilio derivaron hacia una relajación y secularización o sencillamente es un problema sociológico que como muy bien han estudiado algunos intelectuales, parte de la revolución sexual y la caída en picado de unos valores que se habían mantenido a través de generaciones. Es obvio que algo se rompió a mitad del siglo XX en la antropología del ser humano. Algo que ha ido derivando hacia caminos que pudieran denominarse experimentos sin gaseosa.
La gente ávida de novedades ha llegado a desacralizar la fe hasta grados inimaginables. Todo ello unido al abandono de la mujer y el hombre de la tutela religiosa está dejando una sociedad paganizada. Por tanto, es mucho más importante de lo que algunos creen apostar por la formación de laicos y entre ellos de mujeres que puedan tomar el relevo en la educación de la fe. Es algo urgente y tan necesario como reafirmarse en la educación de la familia.
Este fin de semana se realiza nuevamente el Congreso Mundial de las Familias en Milán. Es un baño de multitudes llegadas de todo el mundo con el único propósito de apostar por un estilo de vida familiar que entra en franca oposición con el humus sociocultural de la actualidad.
Los medios de comunicación y de trasporte, permiten en este siglo lo que siempre hubieran deseado los primeros discípulos del crucificado. Abarcar todo el orbe, testimoniar el evangelio a todo pueblo y nación. Y fomentar la revolución pacífica de Jesús de Nazaret. Una revolución que la Iglesia ha sabido recoger de manera magistral a lo largo de toda su trayectoria.
Hoy que algunos abominan de la religión deberíamos colgar más de un precepto en las puertas de bancos, congresos, senados y entidades de toda condición. Apostando por una revolución que afecta estructuralmente al ser humano. Y esa revolución se realiza con el encuentro prodigioso entre Dios y el hombre. De esa fuerza nace el valor para dominar la gula, la avaricia, la envidia, la ira, y tantos otros pecados que atentan contra el prójimo y contra Dios. Situaciones que no respetan la economía de la salvación. Dios quiere que todo hombre y mujer sea feliz ya en este mundo. Pero para ello debe renunciar a creer que es posible vivir a espaldas del Creador.
Ojalá que esta nueva noticia del Osservatore Romano, signifique uno de esos soplos del Espíritu que obra de manera prodigiosa desde dentro de la Iglesia.
Carmen Bellver
Diálogos sin frontera
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