JEREMÍAS 23, 1-7
¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perderse las ovejas de mis pastos! oráculo de Yahveh. Por eso, así dice el Señor, Dios de Isdrael: A los pastores que pastorean mi pueblo: vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis, pues yo os tomaré cuentas por la maldad de vuestras acciones – oráculo del Señor - Yo mismo recogeré el resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus dehesas, criarán y se multiplicarán. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna oráculo de Yahveh – Mirad que llegan días –oráculo del Señor - en que suscitaré a David un vástago legítimo; reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: "El Señor - nuestra justicia"
Un texto característico de la predicación de los Profetas: echar en cara a los responsables de Israel (el Rey y los Sacerdotes) su descuido de su misión: ser buenos pastores del pueblo. Por su culpa, el pueblo desconoce a Dios y le sobrevienen toda clase de desgracias. Pero Dios mismo se ocupará de suscitar al Pastor verdadero.
La Iglesia ve en estos oráculos de los profetas anuncios de Jesús, el que podrá llamarse a sí mismo, con toda propiedad, un Buen Pastor.
Pero en el momento actual de la Iglesia, en el que muchos fieles sufren una fuerte perplejidad por la disparidad de posturas de sus pastores y por la intransigencia con que son defendidas, el texto puede ser un aviso muy serio: solemos achacar los problemas actuales de la Iglesia a las circunstancias externas, el mundo secularizado, la sociedad consumista etc etc... pero nunca a nuestros propios errores, excesos y abusos. Pienso si no se puede decir de la Iglesia, nosotros-la-iglesia, la frase de Isaías: "vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis...".
EFESIOS 2, 13-18
Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu.
El autor entona un himno de pura mentalidad paulina, dando gracias a Dios que ha derribado la muralla que dividía a los judíos de los demás pueblos. Esta fue la gran obra de Pablo, abrir los estrechos límites del judaísmo ortodoxo que la oprimían, hacer comprender a todos que lo de Jesús rebasa las fronteras de cualquier pueblo o cultura, es una Buena Noticia para toda la humanidad. Ésta será la tesis fundamental de Lucas en Los Hechos de los Apóstoles. En Jesús ha muerto toda distinción de las personas por su raza, religión, condición social... Jesús hace presente al Hombre Nuevo, cuya identidad de hermano se debe ante todo a su conciencia de Hijo.
El texto plantea para nosotros varios problemas: ante todo, Pablo (el que sea el autor de este escrito) está hablando de un problema que en sí nos resulta lejanísimo, aunque en su momento fuera crucial: si lo de Jesús es un judaísmo renovado o es algo más; si hace falta pasar por la Antigua Ley para llegar a Jesús. Este problema no nos importa hoy gran cosa, pero bajo él subyace otro, muy actual, que sí nos importa.
Las primeras comunidades de sello paulino rompieron de hecho con la mentalidad de las comunidades de sello "judaizante" (las de Santiago). Pero la Iglesia triunfalista que fue naciendo a partir de mediados del siglo II y la Iglesia triunfal y aparatosa de los siglos IV y siguientes recuperaron ideas modos y formas del Antiguo Testamento que nada tienen que ver con Jesús, por ejemplo en la concepción de Dios (de Abbá al Todopoderoso Juez más temible que entrañable), en la introducción de la idea de redención como sangrienta expiación vicaria aplicada a la muerte de Jesús y extendida luego a la teología del sacrificio aplicada a la Cena del Señor y en muchos otros casos.
La Iglesia se re-judaizó. La teología de la carta a los Efesios se resiente ya de este retroceso. Como dijimos a propósito del domingo pasado, y éste es el segundo problema que plantea el texto, estas lecturas, por su teología más que discutible y por su complicación que las hace incomprensibles para la gente normal, no son convenientes para la Eucaristía.
José Enrique Galarreta
Fe adulta
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