La última entrevista con las palabras sobre el «retraso de 200 años» de la Iglesia provocó disgusto. El cardenal opinaba lo mismo desde 1993
ANDREA TORNIELLIROMA
Provocó disgusto y dio la vuelta al mundo la última entrevista del cardenal Carlo Maria Martini; fue una conversación que duró 2 horas con el jesuita alemán Georg Sporschill. Dio la vuelta al mundo por las palabras que dijo sobre la Iglesia, con un «retraso de 200 años», y también por lo que dijo acerca de la necesidad de una apertura en relación con ciertos temas, como la ética sexual, los sacramentos a los divorciados que se han vuelto a casar... Temas sobre los que el arzobispo emérito de Milán había ya reflexionado con el mismo padre Sporschill en 2007, n su libro más vendido, “Conversaciones nocturnas en Jerusalén. Sobre el riesgo de la fe”.
Sin embargo, hay que reconocer que cardenal jesuita que falleció la semana pasada tenía ideas muy valientes. Amigo del entonces arzobispo de Westminster, el cardenal Basil Hume (de quien heredó el encargo como presidente del Consejo de las conferencias episcopales europeas), Martini viajaba a menudo a Londres para visitarle. En ocasión de estos viajes, ofrecía a la prensa sus opiniones más discutidas. El 26 de abril de 1993, el suplemento dominical “Sunday Times” publicó en la portada una enorme foto a todo color de Martini acompañada con el siguiente título: «The next Pope?» («¿El próximo Papa?»). La entrevista la firmó John Cornwell.
Analizando la situación interna de la Iglesia, Martini dijo: «Estamos en 1993, pero algunos católicos todavía están, mentalmente, en 1963; otros, en 1940 y otros más, incluso en el siglo pasado; es inevitable que haya un choque de mentalidades». Y Martini añadía, «no pueden tener todos razón. Algunos están más cerca del Evangelio y otros un poco menos –este es el verdadero peligro».
En la entrevista con el “Sunday Times”, el cardenal también afrontó el tema del control de la población. «La anticoncepción es algo especial –decía–, que tiene que ver con cuestiones particulares de enseñanza moral. Hay un contraste de actitudes entre los países del norte y los latinos con respecto a las cuestiones morales. En Italia creemos que hay que poner el ideal por lo alto, para poder obtener algo. EN otros países, se piensa que hay que alcanzar verdaderamente el ideal, y se preocupan si fracasan».
«Yo no sé cuál será el desarrollo relativo a la anticoncepción –añadía el arzobispo de Milán-, pero creo que la enseñanza de la Iglesia no ha sido expresada correctamente. El hecho es que el problema de la anticoncepción es relativamente nuevo; fue verdaderamente posible, con nuevas técnicas, en los últimos 40 años. La Iglesia, por otra parte, piensa con mucha lentitud, por lo que yo confío en que lograremos encontrar alguna fórmula para exponer lo mejor posible las cosas, para que el problema se entienda mejor y se adapte mejor a la realidad. Debo admitir que existe una disyuntiva, y esto me da fastidio, pero tengo confianza en que se superará...».
Algunos meses después, el 4 de enero de 1992, Martini habría retomado el argumento de la anticoncepción en una entrevista que concedió a dos periodistas de “Le Monde”. «Lo que la opinión pública no entiende es cómo la anticoncepción y el uso del preservativo para prevenir la epidemia del Sida pueden ser atentados contra la dignidad del hombre. ¿Esta cuestión es suceptible de un cambio?».
En la entrevista con el “Sunday Times” de 1993, el arzobispo de Milán había asumido una postura “posibilista” también acerca de una revisión de la norma que prescribe el celibato de los sacerdotes. Durante la entrevista con “Le Monde” profundizó sobre el argumento: «La crisis de las vocaciones -explicaba- amenaza esta transmisión del mensaje evangélico. La disciplina de la Iglesia latina, que reserva el ministerio sacerdotal solo a los hombres que viven el celibato, ¿también puede ser susceptible a un cambio? ¿No se puede vislumbrar una apertura a los hombres casados? Yo no niego que pueda haber una respuesta posible».
No solo las ideas de Martini permanecieron siendo las mismas, sino que el mismo cardenal, el 11 de abril de 2005, al hablar en una de las reuniones de los cardenales que se desarrollaron antes del Cónclave, las había defendido. Pidió mayor colegialidad y concertación entre el Papa y los obispos justamente con respecto a los temas relacionados con la familia y la sexualidad, para buscar un nuevo lenguaje, para hablar con la humanidad de hoy. Un programa, el suyo, que no se impuso entre los cardenales electores.
Vatican Insider
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