Sunday, September 30, 2012

Meditación desde Buenafuente por Angel Moreno


“¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”

“… uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

Meditación

Según los textos bíblicos que hoy se proclaman, no es infundada la esperanza en que el pueblo de Dios mantendrá la fidelidad a las verdades de fe y a la rectitud de costumbres. Aunque sintamos que se desvanece el clima social religioso y que nos precipitamos hacia una época sin trascendencia, una historia sin Dios, siempre habrá en la Iglesia, como profetismo liberador, un resto que mantendrá la fidelidad al Evangelio.

Hay en Teología un principio que mantiene lo que se denomina el “sensus fidelium”. Es una unción especial que posee la universalidad de los fieles para no fallar en su creencia. El Concilio Vaticano II, de cuya apertura  estamos a punto de celebrar, el próximo 11 de octubre, el 50 aniversario, afirma: “El Pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su nombre (cf. Heb., 13, 15). La universalidad de los fieles que tiene la unción del que es Santo (cf. 1 Jn., 2, 20 y 27) no puede fallar en su creencia, y ejerce esta su peculiar propiedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando "desde los Obispos hasta los últimos fieles seglares" manifiesta el asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres (Lumen Gentium  12). 

Siempre me impresiona el discurso que Benedicto XVI pronunció ante los líderes religiosos en Asís: “Existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: «No existe ningún Dios». Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz» (Asís, 27 de octubre, 2011).

El Espíritu de Jesús guía a la Iglesia y anima en el corazón de todos los hombres de buena voluntad, la búsqueda del bien. Hay casos en los que personas que no se confiesan creyentes manifiestan, sin embargo, por su honestidad de vida y solidaridad generosa, la acción del Espíritu. “Los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo: «¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?»  (Act 10, 45-47).

Oración
¡Ven, Espíritu Santo! “Preserva a tu siervo de la arrogancia, .para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecado”.


Ciudad Redonda

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