Saturday, September 15, 2012

El "no" de los lefebvrianos



Que Roma vuelva a la Tradición


El arreglo ofrecido fue una baratija



A medio siglo del Concilio - I: El "no" de la FSSPX


No fue posible coronar este aniversario con la integración canónica de la Fraternidad de San Pío X. El desentendimiento se funda, a mi modesto parecer, en que no es posible el arreglo entre la condiciones que el Vaticano toma como incorregibles y la fidelidad a la Tradición, de lo que la FSSPX hace su santo y seña.
Mons. Fellay tal vez se empeñó en ver lo que no hay. Y al igual que él, o afirmándonos en su empeño nosotros creímos ver que la nada, con el sifón de la prelatura y de unos Proprios de elemental necesidad, sería promesa de arreglo entre la Iglesia anterior al Vaticano Segundo y la nueva de su ambiguo magisterio en documentos como: El ecumenismo (irenista); la colegialidad (la verdad en el número), y la libertad religiosa (para toda propuesta). Como ya hemos dicho en en otros posts, el arreglo ofrecido fue finalmente una baratija para obtener el oro de la aprobación al CV2 incluyendo esas barbaridades.
Antes de seguir reconozcamos unas sencillas verdades aprendidas del catecismo:La Iglesia es la unión de todos los bautizados regidos por Cristo, y el Papa su Vicario. Está fundada para proclamar que Cristo es Dios y salvador del destino de nuestras vidas; en sus etapas, la temporal y la perdurable. La sangre de Cristo es la Nueva Alianza que perfecciona la Antigua, y su cuerpo el Pan bajado del cielo. Y esto es lo que da autoridad y vigor a la voz de la Iglesia. Y no, en absoluto, el volcarnos en convertir las piedras en pan y obedecer la orden de Satán, al que Nuestro Señor supo colocar en su sitio: "No sólo de pan vive el hombre - algo inmanente que está a nuestra mano ganar - sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." (Mt 4, 4) Y así lo remacha Jesús categóricamente: "Sin mí nada podéis hacer." (Jn 15, 1-8) Lo que significa que si no respeta la doctrina heredada de los Apóstoles y de los Santos Padres, nadie, absolutamente nadie, puede exigirle obediencia a un católico.
Esto es doctrina que se desprende de que "la verdad es lo que nos hace libres" (Jn 8, 31-36) y, por tanto, sinceros obedientes o sinceros desobedientes. Porque "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres." (Act 5,27-30) Guía definitiva de nuestra fe es que no se estaría dispuesto a morir por amor al Papa sino por amor a la Iglesia, ni seríamos mártires por amor a una estatua sino por sacrificarnos al solo Dios vivo y dador de vida. Que nos amó hasta darnos a su hijo para regenerarnos desde la cruz seguida de su resurrección.
Si las cosas se orientan desde sus principios las lecciones de teología salen solas.Verdad que se acompaña con esta otra: "Por los frutos los conoceréis". Realidad práctica que, como siempre y hoy más que nunca, da y quita cetros y anillos. ¿Se enseña hoy lo siempre enseñado o es más una apariencia de magisterio? Bombones rellenos de cianuro. No importan las personas, no importan los ropajes. Y no importa la sede. Ya lo sentó con aguda certeza San Ambrosio"Ubi Petrus, ibi Ecclesia": "Donde está Pedro está la Iglesia". Esto es, donde esté el sucesor que garantiza enseñar lo que Pedro enseñó ahí estará la Sede Papal. El Papa se legitima o descalifica por lo que enseña y sanciona. Pero si la evangelización es "nueva", en lugar de renovada, los mármoles y el oro de las basílicas, sus pinturas y esculturas, sus sedas, sus músicas, sus coros y su belleza toda se vacía, nada vale nada. Por mí ya pueden venderlo todo y darlo a los pobres. "¡Eso es ser un fundamentalistaa...!" Pues, claro. Y si no lo eres, poco tardarás en morir por "la mitad más uno".
Naturalmente, un hipotético padre que delinque, que abusa de su patria potestad, que abandona su familia a manos de ladrones, que arruina su hacienda, que se rodea de malas compañías, que se asocia con los que odian su casa y veja sin piedad la memoria de los abuelos es, sin duda, un padre al que no se puede seguir, pero no por ello dejó de ser padre. Por lo que en primer instancia debemos cuidarle, vigilarle y, sobre todo, advertirle de sus pasos equivocados.
Aquella sentencia de Jesús de que sin Él nada podemos hacer, nos recuerda la necesidad de reconsiderar cuánto y cómo hemos ignorado su Evangelio, lo hemos reinterpretado y lo hemos taraceado con las mentiras del miedo a la Revolución, siempre Anticristo en todas sus caras. O con el pensamiento liberal supuestamente agnóstico que, ¡Oh, paradoja!, eleva monumentos nuevos a Satanás, en el que "no cree", y sufraga susaquelarres con dinero de los ayuntamientos. (Agradeceré alguna referencia de nota del obispo de Lérida, dirigida a párrocos y fieles. Lo ruego para incorporarla de inmediato a este artículo.)
Ya lo dijo Pero Grullo antes que Nuestro Señor: No se puede servir a la Verdad y al error, a riesgo de volvernos locos. A Dios y al dinero, dijo Él. (Mt 6, 25-33) No se puede estar casado y mantener un adulterio sin terminar cazando moscas. No se puede ir de Madrid a Barcelona caminando hacia Badajoz. Por supuesto se puede creer que se está en el camino debido. Pero eso es patología; nada que ver con la inteligencia de la religión. Quien se mueve en la Iglesia contrariamente a lo enseñado en su Tradición, o está enfermo o se engaña escogiendo el escenario que menos le molesta. "La huida de la molestia social, del obstáculo político", es hoy la gran seducción para arroparnos como católicos y, por este abrigo, construir la catequesis que defienda esa coacción. Siempre fue así, pero en este tiempo en mayor grado que nunca pues que el vicio viene de arriba.
Por tanto, con quienes gustan de poner una vela al Santísimo y otra de respeto al paganismo; con quienes besan los pies de los más indiferentes a Cristo, incluidos sus enemigos, o con los que en su cotidiana rutina perdieron la brújula de la Tradición (2 Tes 2, 15; 1 Co 11, 23 y 2 Tim 2, 2) y ya "no saben de la Misa la mitad", empezando por el significado de su nombre, con estos, ¿qué convenios pueden aceptarse que no obliguen de un lado, a la traición, o del otro al arrepentimiento y la rectificación que les impide el orgullo? (Leamos: Mt 12, 31) Ninguno.
Quizás los tradicionalistas, representados en Mons. Fellay, recibirían propuestas "generosísimas" pero sin abordar el meollo del asunto. Meros detalles formales, gestos irrelevantes para quedar bien a la galería y hacer malos a los que no aceptan lo inaceptable.
Por lo más querido les diré que preferiría estar equivocado, aunque sea un poco, pero todo huele a que al igual que ocurrió en la diócesis del buen obispo que fue S.E.R. Antonio de Castro Mayer, de la curia papal encargada de la deseada reconciliación alguien no fue honrado, pues sólo pretendió ablandar resistencias a un sí que sólo aceleraría la inestabilidad definitiva de la Iglesia en su derrapa de ambigüedades.
De aquí se puede entender la declaración del último Capitulo General de la FSSPX: Aguardar a que Dios nos abra - a los católicos todos - una rendija de fundada esperanza y que Roma vuelva a la Tradición. Mientras, agradezcamos que la sucesión apostólica, la consagración de obispos y, por tanto, el orden sacerdotal, así como los sacramentos, estarán a salvo en la FSSPX. Al punto de que aun si los católicos - es redundancia decir católicos tradicionalistas -, por misterio y gracia de Dios, pasaran a ser solamente unos millones, unos miles, unas centenas, una decena bastaría para que el Espíritu Santo salvara a la Iglesia de que las puertas del infierno - ¿diré mejor humo de Satanás? - no prevalezcan.
Porque, nosotros, los fieles corrientes, la sencilla 'Iglesia enseñada', aun si solamente fuera por la sindéresis tomista, ¿qué es lo que podemos hacer? Desde mi experiencia yo lo tengo claro:
1º Guardar en la familia las tradiciones que se nos han transmitido, como San Pablo ordena.
2º No dejarnos engañar por la apariencia legal, o por unas seudo-legitimaciones ingratas, por desleales, con sus antepasados (leamos: Gal 3, 22).
3º No confundir la Caridad con su parodia, esa que llama hermanos a los que demuestran ser enemigos de nuestra fe, por tanto del Cristo Jesús que nos conquistó. Y en este deseo incluyo a los que por convencional jerarquía habitan las sagradas estructuras (leamos, por favor: 1 Jn 7-11); y
4º, recordar la promesa de Cristo de que el que persevere hasta el final en sus enseñanzas, ése será salvo. (No dejen de buscar y leer: Lc 8:11)
Declaración de fundamento.-
La vida no tiene sentido sin Dios. El que no crea en Él, deberá demostrarnos que no existe o callarse para siempre. Si a Dios nadie le vio jamás, nosotros, los afortunados fieles de su encarnación, sí le conocimos en su Hijo, Jesucristo, Dios mismo del que Isaías profetizó bajaría a enseñarnos religión. Y nuestra fortuna queremos participarla entera porque, por más que se reparte, más sobra. (Mc 6, 30)
La muerte, siempre vecina nos pone precio a esta vida, que es un gran entrenamiento para la otra que no tiene fin y para la que fuimos destinados. Consecuentemente un aprendizaje de amor que nos hará vivir y progresar en ésta. Y, encima, tan variada y divertida; esforzada, exigente y a la vez alegre y generosa; doliente muchas veces pero remuneradora y con creces... Hasta que, llegada "la hora de la verdad" alcancemos nuestro lugar en el "nuevo cielo y la nueva tierra" (Ap 21, 1) donde "toda lágrima será enjugada" (Ap 21, 4) con goces "que el corazón del hombre no puede comprender". (1 Co 2, 9)
Esto fue y es el fundamento de nuestra fe, el sentido trascendente que la distingue.La fe imperecedera de la Iglesia de Pedro y sus sucesores legitimados en la misma creencia, universal e individual. La que conservaron los que nos precedieron y de los cuales la recibimos para darla pura e igual a nuestros hijos. Algo tendremos que hacer en agradecimiento a ellos. Quizás simple y llanamente no perderla y vigilar que los que nos la deben guardar no la comercien por un plato de lentejas o la adulteren a pequeñas dosis hasta hacerla irreconocible.
Valga este post para que entiendan mis lectores qué es lo que está detrás de estos jueguitos de "con el Concilio sí y con Lefebvre, no"; sí con Arrupe, "el Grande", aunque sea sin Ignacio, "el castellano"; con el Buen Samaritano de "la nueva evangelización" y no, nunca jamás, con el enseñado por Jesús y los Santos Padres; con la pobreza como fin y resultadode toda revolución sin Dios y no con la de darlo todo, yo-tú-aquél, lo que Él me pida, para extensión de su pura doctrina. Esa que transforma nuestro natural pecador.
A la luz de estas reflexiones el Concilio 'de Juan y Pablo' para mí se parece a una de esas apetitosas tartas gigantes, de riquísima y sana repostería de cuyo interior surge un gangster que ametralla a la multitud de invitados.

Pedro Rizo
Plano picado y contrapicado
RD

¿Quienes son los Lefebvrianos?


Su historia comienza cuando en el año 1969 el obispo francés Marcel Lefebvre fundó la Fraternidad sacerdotal San Pío X, popularmente conocida como los "Lefebvrianos". Se trata de una asociación tradicionalista de sacerdotes que pone en duda que sea obligatorio aceptar algunos puntos del Concilio Vaticano II, especialmente la reforma litúrgica y el ecumenismo.




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