El sacerdote Mariano Labarca, ex superior provincial y mundial de los religiosos mercedarios, permanece recluido en un convento en Lo Cañas. Se le acusa de abuso sexual contra ex seminaristas y de conductas que lo ponen bajo sospecha de abuso de menores. La investigación, que sigue su curso en Roma, sacudió a la Orden de la Merced, pues en las indagaciones surgieron testimonios y denuncias que involucran a otros seis sacerdotes de la provincia chilena en conductas similares.
El martes 4 de junio aterrizó en Chile, proveniente de Bogotá, el sacerdote mercedario Mariano Labarca Araya. Al contrario de tantas otras veces, en esta ocasión nadie lo esperaba. Cuando ocupaba el cargo de superior general de la Orden de la Merced, el puesto de mayor jerarquía de esa congregación a nivel mundial, siempre iban a buscarlo otros sacerdotes y lo llevaban a la céntrica casa provincial, ubicada en Mac Iver 341. Pero esta vez debió tomar un taxi y dirigirse al Convento de las Monjas Mercedarias, ubicado en Lo Cañas, en la comuna de La Florida. En ese lugar permanece bajo medidas cautelares, mientras en Roma se decide su destino. Allí recibió a CIPER, ocasión en la que señaló que aún no sabe por qué lo están investigando y que su único pecado fue “amar mucho”.
Labarca no puede oficiar misa en público ni confesar ni reunirse con otros religiosos de la orden ni con laicos cercanos a la misma. Las visitas que recibe deben ser autorizadas por los superiores de la congregación. Estas medidas cautelares fueron originadas por una investigación que se inició cuando la orden recibió la primera denuncia por abuso sexual contra Labarca, en abril del año pasado. Un primer informe fue entregado en noviembre al Arzobispado de Santiago. Como el documento incluye testimonios que apuntan a la posibilidad de que Labarca hubiese abusado de menores, se hizo obligatorio que la investigación partiera a Roma. Por lo mismo, se entregó una copia del informe al nuncio apostólico, Ivo Scapolo.
Después de seis meses, tras ser sometidas a revisión por las autoridades vaticanas del Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada, las denuncias contenidas en el pre-informe fueron consideradas admisibles. Por tal razón, el jueves 30 de mayo Labarca recibió una carta donde le comunicaron que estaba siendo investigado y que el Vaticano había determinado que mientras durase la investigación, debía dejar su posición de párroco en la Iglesia de San Pedro Nolasco de la capital colombiana y volver a Chile a mas tardar el 7 de junio.
CIPER tuvo acceso a los antecedentes contenidos en la investigación que se lleva en Roma. Labarca fue denunciado por un ex seminarista, quien acusa que fue abusado sexualmente por el ex superior de los mercedarios. Las pesquisas arrojaron otros testimonios que apuntan a que otro joven seminarista habría sido víctima. Asimismo, de la indagatoria surgió la sospecha de que Labarca pudo haber abusado de menores de edad cuando ejerció el cargo de rector del colegio de la orden en Concepción. Aunque esto último no se ha comprobado, fue por este motivo que la investigación debió ser enviada a Roma.
El pre-informe remitido al Vaticano contiene otra arista compleja, pues señala que en el curso de la investigación que afecta a Labarca, han aparecido testigos y denunciantes que involucran a seis sacerdotes de la orden en conductas impropias, algunas de las cuales podrían constituir abuso de menores.
CIPER contactó al actual superior general de la Orden de la Merced, el argentino Pablo Ordeñe, quien por estos días se encuentra en Chile. La intención era entrevistarlo para consultarle por la situación de Labarca y si la congregación iniciará investigaciones respecto de los otros seis sacerdotes mencionados en el pre-informe enviado a Roma. Ordeñe no concedió la entrevista y aseguró que no conocía el contenido de la investigación. A su vez, el jefe de la orden en Chile, el provincial Ricardo Morales, respondió, por medio del periodista de la congregación, que esta semana no podía recibir a CIPER.
Este viernes 14 la web de la Provincia Mercedaria de Chile publicó un escueto comunicado en el que dio a conocer la situación en que se encuentra el religioso Labarca, pero sin entregar detalles (vea el comunicado).
“QUE ME INVESTIGUE LA JUSTICIA”
En Chile la Orden de la Merced está integrada por 40 religiosos. Desde acá se administra también la provincia de Angola, país al que han sido enviados varios misioneros chilenos. A nivel nacional los mercedarios mantienen cinco colegios, ocho parroquias, dos hogares de niños y 12 conventos.
El religioso Labarca ocupó el cargo de jefe de la provincia chilena entre 1991 y 1998. Luego fue promovido a superior general de la orden, puesto en el que estuvo desde 1998 a 2004, periodo en que residió en Roma. Tras retornar a Chile, donde trabajó en Calama y Valparaíso, en 2008 volvió a asumir como superior provincial hasta 2011, año en que se trasladó a Concepción. El año pasado estaba en un convento en Melipilla cuando el superior general mundial lo envío a Colombia, país donde asumió como párroco de la Iglesia de San Pedro Nolasco y ecónomo de la orden local.
Para efectos de la investigación que se desarrolla en Roma, dos de los destinos que ocupó Labarca resultan clave: formador del seminario y rector del colegio de Concepción. La primera función la cumplió entre 1976 y 1988. Apenas tenía 26 años y estaba recién ordenado cuando asumió la formación de los seminaristas. El propio Labarca, en su conversación con CIPER, reconoció que en esos años cometió dos “faltas” y que, aunque se ha esforzado para ser un buen sacerdote en sus 37 años de ministerio, durante mucho tiempo vivió con temor a que esto se supiera.
-Yo puedo decirle con toda franqueza, que mis faltas fueron dos, por las que he sufrido mucho en mi vida de sacerdote.
Labarca asegura que se arrepiente de esas “faltas”, pero también dice que le ayudaron a reconocer sus debilidades, lo que le permitió “ser mejor persona y mejor sacerdote”. Sostiene que intentó solucionar el problema y que recurrió a sus superiores de la época: “Pedí dejar mi cargo de formador, pero no me aceptaron mi renuncia”.
Con 26 años, explica el religioso, no estaba preparado para ser formador de seminaristas, por lo que dice que se vio “sobrepasado” y que terminó cayendo en “debilidades”.
-Ahora, si me preguntan cuál fue mi error, podría responder: amé mucho. Entregué mucho amor y eso me produjo un desorden.
La versión de Labarca contrasta con los testimonios recogidos en la investigación que se lleva en Roma. En ella hay citas de testigos y denunciantes que afirman que uno de los casos de abuso se extendió por casi diez años. También se la acusa de abuso de autoridad, manipulación de conciencia en la dirección espiritual, entrega de dinero de la orden a sus familiares, relaciones sexuales completas con adultos e intento de soborno a sacerdotes que lo quisieron denunciar.
El otro destino que tuvo en su trayectoria y que hoy lo complica, fue el puesto de rector del Colegio San Pedro Nolasco de Concepción, cargo que Labarca tuvo en 2011, poco antes de viajar a Colombia. Entre los testimonios recogidos en la investigación que se desarrolla en el Vaticano figura uno que relata conductas de Labarca que lo ponen bajo la sospecha de abuso de menores cuando ejerció como rector en el colegio penquista.
“¡Jamás!”, dice Labarca. Lo repite tres veces, mirando a los ojos. El abuso de menores, asegura, es algo que le causa un “rechazo inmediato”. Su voz se quiebra y sus ojos se llenan de lágrimas. Enciende un cigarrillo y camina, cabizbajo, por el amplio y cuidado jardín del convento de Lo Cañas:
-Son calumnias y quien dice esto, debe probarlo. Yo nunca hice nada a ningún menor de edad.
Labarca asegura que en el Colegio de Concepción estuvo sólo seis meses y que no tenía prácticamente contacto con los jóvenes: “Que me investigue la justicia, no tengo nada que esconder contra esas acusaciones”.
El ex superior general y provincial de los mercedarios cuenta que pasa sus horas en silencio, solo, rezando y esperando la sentencia del Vaticano. También asegura que si tuviera oportunidad de encontrarse con las dos personas a las que reconoce que pudo haber causado daño, les pediría perdón. Pero hace muchos años, dice, que no sabe de ellas.
CIPER
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