Thursday, June 20, 2013

Francisco y la santidad del jesuita Favre


Al Papa argentino le gustaría hacer universal el culto al primer sacerdote de la Compañía de Jesús

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
 Papa Francisco «pidió información» a la Congregación para las causas de los santos «en vista» de una canonización del beato Pierre Favre, padre jesuita. Lo escribe eb el periódico católico italiano “Avvenire” la periodista Stefania Falasca. Favre, que nació en la alta Saboya en 1506 y que murió en Roma en 1547 (pocas semanas antes de su partida hacia el Concilio de Trento), fue proclamado beato en septiembre de 1872, con un texto de la Congregación de los ritos, ratificado por Pío IX, que aprobaba el culto ya vigente desde hacía tiempo en Saboya y en la Compañía de Jesús. Ahora, Francisco, que siente muy cercana la figura del beato jesuita, podría extender el culto litúrgico a la Iglesia universal.


Se trataría, si se diera el caso –según explica “Avvenire”–, de un procedimiento «técnico particular a través del cual el Papa define la canonización de una figura con una antigua y clara fama de santidad». Una práctica que se aplica sobre todo con personajes antiguos, con los que a lo largo del tiempo no hubo o no concluyeron los procesos canónicos. Entre los ejemplos más recientes de estas canonizaciones llamadas «equipolentes» destaca la de Cirilo y Metodio que quiso Juan Pablo II, o la de Gregorio Barbarigo, de quien Juan XXIII, con un “motu proprio”, declaró la santidad en 1960 y, de esta forma, el culto litúrgico para la Iglesia universal.


Entre el padre Favre y Papa Francisco, según Falasca, existen «no pocas afinidades electivas y similitudes de pensamiento». Favre, jesuita de la entonces recién nacida Compañía de Jesús, fue uno de los actores de la reforma católica y un precursor del ecumenismo. San Ignacio dijo que Favre: «Es uno que hace surgir agua de las rocas». Además indicó que era el guía espiritual más eficaz de entre todos sus compañeros «en el don de conducir las almas hacia Dios», y no escondió que le habría gustado que fuera el líder de la Compañía en Roma.

 La fisionomía de Favre que surge de los textos, explica “Avvenire”, es la de «un contemplativo en acción, de un hombre atraído sin descanso por Cristo, maestro de oración, con experiencia en el discernimiento de los espíritus, comprensivo con la gente, apasdionado de la causa de los hermanos separados. Las intuiciones más características de Favre, derivadas de una suma de dones, provienen del “magisterio afectivo”, es decir de la capacidad de comunicación espiritual con las personas, de la gracia de saber entrar en las condiciones de cada uno. De esta manera condujo hacia Cristo, sin hacer proselitismo, a muchísimas personas en todos los lugares por los que pasó su apostolado: en Francia, Italia, Alemania, España y Portugal».

Vatican Insider

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