Entrevista con el padre Miguel Yáñez, jesuita y teólogo moral de la Gregoriana, después de los primeros 100 días del Pontificado
ALESSANDRO SPECIALECIUDAD DEL VATICANO
El padre Miguel Yáñez enseña teología moral en la Universidad Gregoriana, el gran ateneo de los jesuitas en Roma. Desde hace algunos meses, muchos de los que lo buscan lo hacen ya no para resolver dudas con respecto a la doctrina católica, sino para saber más sobre su ilustre superior y amigo, Jorge Mario Bergoglio, que fue el formador de Yáñez, su director espiritual y después colega en el Colegio Máximo.
«El primer encuentro personal con él fue cuando le pedí que me admitieran en la Compañía de Jesús. Los que hablaron con él, por lo menos en ese entonces, recuerdan su mirada penetrante y su atención al escuchar. Pero, sobre todo, sus palabras: pocas, pero significativas, incisivas». Estas palabras sobre Francisco fueron pronunciadas por Yáñez un mes después de la elección del nuevo Papa durante un encuentro en la Gregoriana.
Vatican Insider lo entrevistó ahora que el Pontificado del primer Papa latinoamericano de la historia se acerca a sus primeros 100 días.
Padre Yáñez, usted conocía muy bien al arzobispo Bergoglio. ¿Lo reconoce en el Papa Francisco de estos meses?
Desde el punto de vista personal, cuando hablamos por teléfono, era la misma persona y fue la continuación de nuestras conversaciones anteriores. En sus apariciones públicas, se puede decir que surgió una personalidad hasta ahora insospechada: como formador, Arzobispo y Cardenal, no le gustaba mucho la exposición pública, sobre todo en los medios de comunicación; raramente concedía entrevistas. Ahora, en cambio, sorprende la desenvoltura en su nuevo papel, se puede decir su “voluntad” de ser Papa. Hace poco dijo que no quería serlo, obviamente se puede entender que no pretendiera este puesto, pero de cualquier manera refleja la voluntad de asumir la misión que le confió el Espíritu Santo con gran entusiasmo y calor humano.
¿En estos gestos y palabras del Papa Francisco se refleja al padre Bergoglio que conocía?
Muchos de los gestos que ahora vemos en el Papa Francisco reflejan a aquel hombre que, sin llamar la atención, tenía mucha atención por las personas, de forma particular por los pobres y los débiles, los niños y los ancianos; es el mismo estilo que aprendimos de él, cuando éramos seminaristas, en la Parroquia de San José en San Miguel (en Buenos Aires): hablar con los niños haciendo que participaran en nuestras homilías de la misa. Lo mismo sucedió el viernes 7 de junio, día del Sagrado Corazón, cuando, olvidando el discurso que había escrito para las comunidades educativas de los jesuitas, prefirió dar la voz a los niños, a los muchachos y a los jóvenes para escuchar sus preguntas. Respondió de muy buena gana y con la misma esponteneidad de los niños y de los jóvenes. Me acuerdo de que además de las homilías en las misas de los niños, en Buenos Aires y como arzobispo, Bergoglio empezó a hacer una misa anual con los niños de toda la arquidiócesis, en un estadio de fútbol para contar con el espacio necesario para acoger a miles de niños y hacer de la misa una fiesta exclusivamente para ellos.
¿Cómo ha influido en Bergoglio su “nuevo trabajo?
Desde el punto de vista de la constante exposición en público, no parece turbado, es más, demuestra una naturalidad admirable. Pero creo que a nivel personal, como reconoció durante el encuentro con las escuelas de los jesuitas italianos, le falta seguramente el contacto con la gente, la libertad de desplazarse con el transporte público, en metro, por las calles de la ciudad para ir al encuentro de las comunidades, sobre todo de los más pobres y necesitados.
Como católico y amigo, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de lo que ha hecho el Papa Francisco durante estos primeros meses?
Su visita al Instituto penal de Casal del Marmo y su gesto de lavar los pies a los jóvenes detenidos, incluso a las muchachas, incluso si alguno no era católico: me impresionó la mirada de felicidad que le dirigió a cada uno de ellos tras lavarles los pies.
Y, ¿como profesor y jesuita?
Sigue siendo un hijo de San Ignacio, incluso como Papa, pero con una apertura hacia toda la Iglesia, con un sentido de universalidad que es proprio de la Compañía de Jesús, sin dejar que su pertenencia sea un obstáculo a su ministerio de pastor de todos. Tanto en sus palabras como en su actitud, encontramos a un verdadero jesuita, hecho que, para la Compañía de Jesús, significa una luz en su camino eclesial.
Vatican Insider
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