Cardenal presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes
DARÍO MENOR. ROMA | El cardenal italiano Antonio Maria Vegliò es el presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, un colectivo por cuya defensa el papa Francisco ha realizado numerosos llamamientos. Vegliò advierte que la crisis económica está haciendo más difícil la vida de los inmigrantes en los países occidentales y destaca cómo la religión favorece su proceso de integración.
PREGUNTA.- ¿Resulta más difícil la integración con la actual situación de crisis económica?
R.- Obviamente, todo depende del modelo de integración del que hablemos. En Europa, en los países occidentales, se ven diversos modelos de integración. No obstante, para responder, diría seguramente que sí. Es más difícil. El miedo y la tristeza no ayudan al desarrollo integral. Lo mismo vale para las comunidades cuando hablamos de integración. Hacen más difícil la acogida y la apertura a las personas que llaman a nuestras puertas pidiendo vivir y trabajar con nosotros. La integración debe ser vista como un proceso para lograr confianza, para conocerse mejor los unos y los otros. Es un proceso bidireccional: tanto para la comunidad que acoge como para el migrante que debe sentir una cierta responsabilidad hacia el país del que ha decidido formar parte libremente.
P.- ¿Cuánto pesa la religión en la integración de los inmigrantes? ¿Es más fácil con una cultura religiosa bien definida?
R.- La religión en la vida de los migrantes es muy importante. A nivel personal, creer en Dios significa encontrar un sentido profundo a la vida Esta percepción permite a los migrantes atravesar las dificultades con confianza. La fe conduce a la esperanza de un futuro mejor, que en la fe cristiana lleva al objetivo único de esta vida: Dios mismo. Sobre esto reflexionó Benedicto XVI en el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. La fe y la esperanza llenan el equipaje del migrante… Es una metáfora sobre la que vale la pena reflexionar. La religión ayuda en el proceso de integración. Los diversos problemas y dificultades adquieren otra dimensión: la divina. Las dificultades se viven con Cristo siguiendo el modelo que nos dejó. Las alegrías son una ocasión para agradecer a Dios su gracia y bendición. El proceso de integración, en el que no se pierde la propia identidad, se convierte también en una posibilidad para un testimonio verdadero de las cosas que Dios puede hacer cuando el hombre se confía a Él. La integración no significa nunca perderse a uno mismo o abandonar la propia identidad. El proceso de integración puede partir de la fe que el migrante lleva consigo. Los desafíos y las dificultades pueden convertirse en una oportunidad para el crecimiento de la fe o representar un peligro para su pérdida… No hay fórmulas precisas para una o para otra. Precisamente por ello, la Iglesia, desde hace mucho, se preocupa por sus fieles que inician la aventura de la emigración.
P.- ¿Están preparadas las Iglesias de los países occidentales para garantizar las necesidades pastorales de los migrantes?
R.- La Iglesia siempre ha sostenido la dimensión espiritual de los migrantes. Esta fue una de sus preocupaciones desde las masivas oleadas migratorias en el siglo XIX hacia América. En modo muy concreto, se puede ver esta preocupación en la Constitución Apostólica de Pío XII Exsul Familia, que organiza la atención pastoral de los migrantes. Espero que las Iglesias particulares de Occidente muestren un mayor espíritu de apertura y de acogida para poder asegurar a los migrantes la asistencia espiritual que necesitan. Es importante sensibilizar a las Iglesias locales de la presencia y riqueza que los grupos de migrantes pueden llevar a sus comunidades. Por tanto, no a la xenofobia ni a la asimilación; sí a un intercambio mutuo entre la nación que acoge y los migrantes.
Vida Nueva
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