No es novedad que las iglesias están medio vacías y que falte clero para dirigirlas pero hasta ahora las diócesis cerraban los templos que no podían atender hasta que soplaran tiempos nuevos. Hoy, son conscientes del deterioro de los edificios que se abandonan y del costo de su manutención y quizás no ven con optimismo el futuro, con lo que han decidido vender los que no se utilizan.
En Estados Unidos ya lleva tiempo la venta, que se hace con discreción, pero en Alemania ya aparecen 170 templos y casas parroquiales en las webs de las distintas diócesis anunciando los edificios que se pueden comprar. El portavoz de la Conferencia Episcopal Alemana, Mathhias Kopp, ha calculado que en los próximos 10 años unas 700 iglesias dejarán de ser utilizadas para celebrar la eucaristía ya que sólo en el bienio 2011- 2012 se cerraron 400 templos. Algunas de estas ventas no son caras pues en Loitz se puede comprar una capilla construida en el siglo pasado, que incluye un terreno de 1000 metros cuadrados, por 20.000 euros.
El problema no es exclusivo de la Iglesia Católica pues los evangelistas, pujantes en Brasil y otras naciones hispanoamericanas, están sufriendo la misma sangría. El pastor Reinhardt Maiwack, portavoz de su institución, habla de cifras muy altas de abandono de los fieles, unos 130.000 anuales con lo que al día de hoy también han puesto en venta en www.kirchengrundstuecke muchos templos.
¿Por qué abandonan nuestros contemporáneos su fe tradicional? La respuesta no es unánime. Benedicto XVI intentó dialogar con el pensamiento moderno estudiando cual debía ser la aportación específica de la Iglesia a nuestro mundo. Al final, el profesor universitario que llevaba dentro de sí, apostó porque las ideas rigieran el mundo y entre ellas ofreció la verdad del cristianismo como única religión verdadera. Francisco ha elegido otro camino el de la acción humilde porque las desigualdades sociales claman al cielo y hay que ponerles freno inmediato. Las palabras se las puede llevar el viento mientras que el amor sin obras no es auténtico, si nuestra religión es amor tiene que demostrarlo, en primer lugar, en los actos.
He leído que una de las primeras reacciones de los Legionarios de Cristo en la reunión que están llevando a cabo en Roma es la confesión de que se han dejado llevar por un sentimiento de superioridad y me parece que a muchos cristianos nos ha pasado lo mismo. No habrá diálogo posible con la modernidad o con nuestros contemporáneos, que profesen otros credos o sean ateos, si empezamos la conversación diciendo que nosotros tenemos la única verdad. Tampoco podemos tachar de relativismo la asunción de ideas que nos llegan de fuera pues la democracia y el entendimiento sólo son posibles si todos renunciamos a algo para llegar a acuerdos.
Antonio Garrigues ha escrito un artículo en la tercera de ABC con el título de “Sepulcros Blanqueados” en los que defendía algunas de estas ideas y enseguida han aparecido unos lectores indignados: lo nuestro es lo único verdadero. ¡Qué manía! A lo mejor el criterio para conocer la veracidad de una religión no está en su credo sino en sus actuaciones y nuestra Iglesia tiene páginas bellísimas pero hay borrones que nos dejan en mal lugar. Estoy pensando en el Holocausto y más recientemente en el capitalismo feroz que nace en las democracias occidentales de mayoría cristiana y que no quiere ver a los desheredados de este mundo.
Dejemos que cada persona considere que sus creencias son las mejores pues de no pensar así cambiarían de bando y actuemos juntos para disminuir el dolor de nuestra sociedad pues sólo de esa manera nos empezarán a conocer y apreciar. Si no conseguimos adeptos no importa porque entre todos iremos construyendo el reino de Dios que, al fin y al cabo, es nuestra misión y no la de llenar iglesias.
Isabel Gómez Acebo
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