Advierte ante las "actitudes hipócritas o legalistas" que alejan a la gente de la fe
"La novedad de Jesús es que consigo trae la Palabra de Dios, el mensaje de Dios"
Cuatro modelos de creyentes, para reflexionar sobre el verdadero testimonio del cristiano. Y una denuncia clara y directa contra "laicos, sacerdotes y obispos corruptos que se aprovechan de su situación". En la Misa matutina en Casa Santa Marta, el Papa Francisco se inspiró en las figuras presentes en las lecturas del día para subrayar que la novedad traída por Jesús es el amor de Dios por cada uno de nosotros. Por tanto, puso en guardia contra actitudes hipócritas o legalistas que alejan a la gente de la fe.
El Papa Francisco se detuvo, en su homilía, en cuatro modelos de creyentes, tomando ocasión de las lecturas del día: Jesús, los escribas, el sacerdote Elí y sus dos hijos, también ellos sacerdotes. El Evangelio, observó, nos dice "cuál era la actitud de Jesús en su catequesis", "enseñaba como uno que tiene autoridad y no como los escribas". Estos últimos, afirmó, "enseñaban, predicaban, pero ataban a la gente con tantas cosas pesadas a los hombros que la pobre gente no podía seguir adelante".
"Y Jesús mismo les dice que ellos no movían estas cosas ni con un dedo, ¿no? Y después, dirá a la gente: ‘¡Haced lo que dicen pero no lo que hacen!'. Gente incoherente... Pero siempre estos escribas, estos fariseos, es como si dieran palos a la gente, ¿no? ‘Debéis hacer esto, esto y esto', a la pobre gente... Y Jesús dice: ‘Pero así cerráis - ¡se lo dice a ellos! - la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejáis entrar, y vosotros tampoco entráis!'. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar testimonio de su fe... Y así, cuantos hay que creen que la fe es así...".
En la Primera Lectura, tomada del Libro de Samuel, añadió, encontramos la figura de Elí, "un pobre sacerdote, débil, tibio" que "dejaba hacer muchas cosas malas a sus hijos". Elí estaba sentado ante la puerta del Templo del Señor y mira a Ana, una señora "que rezaba a su manera, pidiendo un hijo". Esta mujer, afirmó el Papa, "rezaba como reza la gente humilde: sencillamente, pero desde su corazón, con angustia". Ana "movía los labios", como hacen "tantas buenas mujeres" "en nuestras iglesias, en nuestros santuarios". Rezaba así "y pedía un milagro". Y el anciano Elí la miraba y decía: "¡Esta está bebida!" y "la despreció". Él, advirtió el Papa, "era el representante de la fe, el dirigente de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a esta señora".
"Cuántas veces el pueblo de Dios se siente no querido por aquellos que deben dar testimonio: por los cristianos, por los laicos cristianos, por los sacerdotes, por los obispos... ‘Pero, pobre gente, no entiende nada... Debe hacer un curso de teología para entender bien'. Pero, ¿por qué tengo cierta simpatía por este hombre? Porque en el corazón aún tenía la unción, porque cuando la mujer le explica su situación, Elí le dice: ‘Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido. Sale la unción sacerdotal: pobre hombre, la había escondido y su pereza... es un tibio. Y después acaba mal, pobrecito".
Sus hijos, prosiguió, no se ven en el pasaje de la Primera Lectura, pero eran los que gestionaban el Templo, "eran ladrones". "Eran sacerdotes, pero ladrones". "Iban detrás del poder, detrás del dinero - dijo el Papa - explotaban a la gente, se aprovechaban de las limosnas, de los regalos" y "el Señor les castiga fuerte". Esta, observó, "es la figura del cristiano corrupto", "del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de la situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano" y "su corazón acaba corrupto", como sucede a Judas. De un corazón corrupto, prosiguió, sale "la traición". Judas "traiciona a Jesús". Los hijos de Elí son por tanto el tercer modelo de creyente.
Sus hijos, prosiguió, no se ven en el pasaje de la Primera Lectura, pero eran los que gestionaban el Templo, "eran ladrones". "Eran sacerdotes, pero ladrones". "Iban detrás del poder, detrás del dinero - dijo el Papa - explotaban a la gente, se aprovechaban de las limosnas, de los regalos" y "el Señor les castiga fuerte". Esta, observó, "es la figura del cristiano corrupto", "del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de la situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano" y "su corazón acaba corrupto", como sucede a Judas. De un corazón corrupto, prosiguió, sale "la traición". Judas "traiciona a Jesús". Los hijos de Elí son por tanto el tercer modelo de creyente.
Y el cuarto es Jesús. Y de Él la gente dice: "Este enseña como uno que tiene autoridad: esta es una enseñanza nueva" ¿Pero donde está la novedad?, se pregunta el Papa Francisco. Es "el poder de la santidad", "la novedad de Jesús es que consigo trae la Palabra de Dios, el mensaje de Dios, es decir el amor de Dios a cada uno de nosotros". Jesús, reafirmó, "acerca a Dios a la gente y para hacerlo se acerca Él: está cerca de los pecadores". Jesús, recordó el Papa, perdona a la adúltera, "habla de teología con la Samaritana, que no era un angelito". Jesús, explica también, "busca el corazón de las personas, Jesús se acerca al corazón herido de las personas. A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios". Jesús, subraya, "quiere que la gente se acerque, que le busque y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor". Y toda esta actitud, añadió, "es por lo que la gente dice: ‘Pero, esta es una enseñanza nueva'". No, observó el Papa, "no es una enseñanza nueva: es nueva la manera de hacerla. Es la transparencia evangélica".
"Pidamos al Señor que estas dos lecturas nos ayuden en nuestra vida de cristianos: todos. Cada uno en su puesto. A no ser legalistas puros, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser corruptos como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como Jesús, con ese celo de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con esto decirle: ‘Pero si yo hago esto así, piensa cómo te ama Dios, cómo es tu'. Esta es la enseñanza nueva que Dios nos pide. Pidamos esta gracia".RD
Que los cristianos no sean legalistas, la fe no es un peso para la gente, dijo el Papa en su homilía
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Cuatro modelos de creyentes, para reflexionar sobre el verdadero testimonio del cristiano. En la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta, el Papa Francisco se inspiró en las figuras presentes en las Lecturas del día para subrayar que la novedad que trajo Jesús es el amor de Dios por cada uno de nosotros. Y puso en guardia ante las actitudes hipócritas o legalistas que alejan a la gente de la fe.
Francisco se detuvo en su homilía en los cuatro modelos de creyentes: Jesús, los escribas, el sacerdote Elí y sus dos hijos, también ellos sacerdotes. Al respecto observó que el Evangelio nos dice cuál era “la actitud de Jesús en su catequesis”, a saber, que “enseñaba como uno que tiene autoridad y no como los escribas”. Y afirmó que estos últimos “enseñaban, predicaban, pero ligaban a la gente con tantas cosas pesadas sobre sus hombros, y la pobre gente no podía ir adelante”:
“Y Jesús mismo dice que ellos no movían estas cosas ni siquiera con un dedo, ¿no? Y después dirá a la gente: ‘¡Hagan lo que dicen pero no lo que hacen!’. Gente incoherente… Pero siempre estos escribas, estos fariseos, es como si bastonearan a la gente, ¿no? ‘Deben hacer esto, esto y esto’, a la pobre gente… Y Jesús dijo: ‘Pero, así ustedes cierran – ¡lo dice a ellos! – la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejan entrar, y ni siquiera ustedes entran!’. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar testimonio de la propia fe… Y así, cuántos hay que piensan que la fe sea algo así…”.
En la Primera Lectura, tomada del Libro de Samuel – prosiguió el Papa – encontramos la figura de Elí, “un pobre sacerdote, débil, tibio” que “dejaba hacer tantas cosas feas a sus hijos”. Elí estaba sentado contra la jamba de la puerta del Templo del Señor y mira a Ana, una señora “que rezaba a su modo, pidiendo un hijo”. Esta mujer – afirmó el Santo Padre – “rezaba como reza la gente humilde: simplemente, pero desde el corazón, con angustia”. Ana “movía los labios”, como hacen “tantas mujeres buenas en nuestras iglesias, en nuestros santuarios”. Oraba así “y pedía un milagro”. Y el anciano Elí la miraba y decía: “Pero, ¡ésta está borracha!” y “la despreció”. Él – dijo Francisco – “era el representante de la fe, el dirigente de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a esta señora”:
“Cuántas veces el pueblo de Dios no se siente querido por aquellos que deben dar testimonio: por los cristianos, por los laicos cristianos, por los sacerdotes, por los obispos… ‘Pero, pobre gente, no entiende nada... Debe hacer un curso de teología para entender bien. Pero, ¿por qué tengo cierta simpatía por este hombre? Porque en su corazón todavía tenía la unción, porque cuando la mujer le explica su situación, Elí le dice: ‘Ve en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. Salta a la vista la unción sacerdotal: pobre hombre, la había escondido dentro de su pereza… es un tibio. Y después termina mal, pobrecito”.
Sus hijos – prosiguió diciendo el Papa – no se ven en pasaje de la Primera Lectura, pero eran aquellos que administraban el Templo, “eran bandidos”. “Eran sacerdotes, pero bandidos”. “Iban detrás del poder, detrás del dinero – dijo Francisco – explotaban a la gente, se aprovechaban de las limosnas, de los dones” y “el Señor los castiga fuertemente”. Y observó que ésta “es la figura del cristiano corrupto”, “del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de su situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano” y “su corazón termina corrupto”, como sucedió a Judas. De un corazón corrupto – añadió el Obispo de Roma – sale “la traición”. Judas “traiciona a Jesús”. Los hijos de Elí son, por tanto, el tercer modelo de creyente. Y, después, está el cuarto, Jesús. Y de Él la gente dice: “¡Este enseña como uno que tiene autoridad: esta es una enseñanza nueva!” Pero ¿dónde está la novedad?, se preguntó el Papa Francisco. Es “el poder de la santidad, la novedad de Jesús es que consigo trae la Palabra de Dios, el mensaje de Dios, es decir el amor de Dios por cada uno de nosotros”. Jesús – reafirmó el Pontífice – “acerca a la gente a Dios y para hacerlo se acerca Él: está cerca de los pecadores”. Jesús perdona a la adúltera, “habla de teología con la Samaritana, que no era un angelito”. Jesús “busca el corazón de las personas, Jesús se acerca al corazón de las personas. A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios”. Jesús “quiere que la gente se acerque, que lo busque y se siente conmovido cuando la ve como ovejas sin pastor”. Y toda esta actitud “es aquella de la que la gente dice: ‘¡Pero, ésta es una enseñanza nueva!’”. No – observó el Papa –, “no es nueva la enseñanza: es el modo de hacerla, nueva. Es la transparencia evangélica”:
“Pidamos al Señor que estas dos Lecturas nos ayuden en nuestra vida de cristianos: a todos. Cada uno en su puesto. A no ser puros legalistas, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser corruptos como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como Jesús, con ese fervor de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con este decirle: ‘¡Pero si yo hago esto tan pequeño, piensa cómo te amo yo, cómo es tu Padre!’. Ésta es la enseñanza nueva que Dios pide de nosotros. Pidamos esta gracia”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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