Francisco en la homilía de Santa Marta: «La alegría del Evangelio es la piedra angular, el centro de la ley es el amor, no las prescripciones»
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
No es la «doctrina fría», no son las «prescripciones» las que dan alegría, sino la fe y la esperanza de encontrar a Jesús. Lo dijo esta mañana Papa Francisco durante la homilía de la misa en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana.
Una vez más, Francisco compara la actitud de los «doctores de la ley», que recuden la fe a reglas, y la actitud de los auténticos creyentes, que viven el amor por Dios y por el prójimo. El argumento principal de la reflexión del Papa fue la alegría de Abraham, con la esperanza de convertirse en padre, como le había prometido Dios, que aparece en la Primera Lectura del día. Abraham ya no era ningún joven, ni su esposa Sara, pero el anciano patriarca cree, abre «el corazón a la esperanza», está «lleno de consolación». Jesús recuerda a los doctores de la ley que Abraham «exultó en la esperanza» y «se llenó de alegría».
«Y esto es lo que no entendían estos doctores de la ley –observó Francisco. No comprendían la alegría de la promesa, no comprendían la alegría de la esperanza; no comprendían la alegría de la alianza. ¡No comprendían! No sabían alegrarse, porque habían perdido el sentido de la alegría, que solo proviene de la fe. Estos habían perdido la fe. Eran doctores de la ley, ¡pero sin fe! Y más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo».
«Solamente tenían –continuó Papa Francisco describiendo la actitud de los doctores de la ley– un sistema de doctrinas precisas y que requerían cada día más que nadie las tocara. Hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que incluso se convertían en una actitud casuística: “¿Se puede pagar el impuesto al César; no se puede? ¿Esta mujer, que estuvo casada siete veces, cuando irá al cielo será la esposa de los siete?”. Esta casuística... Este era su mundo, un mundo abstracto, un mundo sin amor, unmundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían alegrarse!».
Tal vez, estos doctores de la ley, añadió Papa Bergoglio, podían divertirse, «pero sin alegría», es más, «con miedo». «Esta es la vida sin fe en Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios». Y «sus corazones estaban petrificados». «Es ser creyente sin alegría –explicó el Papa–, y la alegría no existe cuando no hay fe, cuando no hay esperanza, cuando no hay ley, sino solo las prescripciones, la doctrina fría».
«La alegría de la fe, la alegría del Evangelio –concluyó el Pontífice argentino– es la piedra angular de la fe de una persona. Sin alegría esta persona no es un verdadero creyente. Volvamos a casa, pero antes hagamos la celebración aquí con estas palabras de Jesús: “Abraham, su padre, exultó con la esperanza de ver mi día. Lo vio y estuvo lleno de alegría”. Y pidamos al Señor la gracia de exultar en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús cuando nos encontremos con Él y la gracia de la alegría».
Vatican Insider
Francisco en Santa Marta: Es triste ser creyente sin alegría
En su homilía en Casa Santa Marta, el Papa explicó que no es la ley la que da la alegría al cristiano sino la fe y la esperanza de encontrar a Jesús.
FRANCISCO
"Esto es lo que no entendían estos doctores de la ley. No entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. No entendían. No sabían alegrarse porque habían perdido el sentido de la alegría que sólo da la fe. Nuestro padre Abraham fue capaz de alegrarse porque tenía fe, fue hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. ¡Eran doctores de la ley pero sin fe! Pero, es más, ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor a Dios y al prójimo”.
Además, con motivo de los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila el próximo sábado 28 de marzo, el Papa inició hoy una oración mundial por la paz. Fue la última Misa en Casa Santa Marta en compañía de peregrinos hasta el próximo 13 de abril.
EXTRACTOS DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Radio Vaticana)
"Y esto es lo que no entendían estos Doctores de la ley. No comprendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no comprendían la alegría de la alianza. ¡No entendían! No sabían regocijarse, porque habían perdido el sentido de la alegría, que sólo viene de la fe. Nuestro padre Abraham fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. Eran Doctores de la ley, ¡pero sin fe! Es más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo”.
"Sólo tenían un sistema de doctrinas precisas y puntualizaban cada día que nadie debía tocarlas. Hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que también se convertían en unaactitud casuística: se puede pagar el impuso a César, ¿no se puede? Esta mujer, que se casó siete veces, cuando vaya al Cielo, ¿será esposa de aquellos siete? Esta casuística… Éste era su mundo, un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían regocijarse!”.
"La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es la piedra miliar de la fe de una persona. Sin alegría aquella persona no es un verdadero creyente. Volvamos a casa, pero antes hagamos la celebración aquí con estas palabras de Jesús: ‘Abraham, su padre, exultó en la esperanza de ver mi día. Lo vio y se sintió lleno de alegría’. Y pidamos al Señor la gracia de ser exultantes en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús, cuando nos encontraremos con Él, y la gracia de la alegría”.
Misa en Santa Marta - Himno a la alegría
2015-03-26 L’Osservatore Romano
Alegría y esperanza son las características del cristiano. Y es triste encontrar a un creyente que no sabe gozar, asustado en su apego a la fría doctrina. Ha sido por eso un auténtico himno a la alegría el que lanzó el Papa Francisco en la misa celebrada el jueves 26 de marzo, en la capilla de la Casa Santa Marta. Al inicio, el Papa recordó la «hora de oración por la paz» promovida en todas las comunidades carmelitas. «Queridos hermanos y hermanas», dijo tras el saludo litúrgico, «pasado mañana, 28 de marzo, se conmemorará el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia». Y «por petición del padre general de los Carmelitas Descalzos, hoy aquí presente con el padre vicario, ese día tendrá lugar en todas las comunidades carmelitas del mundo una hora de oración por la paz. Me uno de corazón —afirmó el Papa Francisco— a esta iniciativa, a fin de que el fuego del amor de Dios venza los incendios de guerra y de violencia que afligen a la humanidad, y el diálogo predomine por doquier sobre el enfrentamiento armado». Y concluyó así: «Que Santa Teresa de Jesús interceda por esta petición nuestra».
«En las dos lecturas» propuestas hoy por la liturgia, destacó inmediatamente el Pontífice, «se habla de tiempo, de eternidad, de años, de futuro, de pasado» (Génesis 17, 3-9 y Juan 8, 51-59). En tal medida que precisamente el tiempo parece que es la realidad «más importante en el mensaje litúrgico de este jueves». Pero el Papa Francisco prefirió «tomar otra palabra» que, sugirió, «creo que es precisamente el mensaje de la Iglesia hoy». Y son las palabras de Jesús que presenta el evangelista Juan: «Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio y se llenó de alegría».
Así, pues, el mensaje central de hoy es «la alegría de la esperanza, la alegría de la confianza en la promesa de Dios, la alegría de la fecundidad». Precisamente «Abrahán, en el tiempo del que habla la primera lectura, tenía noventa y nueve años y el Señor se le apareció y le aseguró la alianza» con estas palabras: «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos».
Abrahán, recordó el Papa Francisco, «tenía un hijo de doce, trece años: Ismael». Pero Dios le asegura que se convertirá en «padre de una muchedumbre de pueblos». Y «le cambia el nombre». Luego «continúa y le pide que sea fiel a la alianza» diciendo: «Mantenderé mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras za generaciones, como alianza perpetua». En concreto, Dios dice a Abrahán «te doy todo, te doy el tiempo: te doy todo, tú serás padre».
Seguramente Abrahán, dijo el Papa, «era feliz por esto, sentía una consolación plena» escuchando la promesa del Señor: «Dentro de un año tendrás otro hijo». Cierto, ante esas palabras «Abrahán rió, dice la Biblia a continuación: ¿cómo un hijo a los cien años?». Sí, «había engendrado a Ismael a los ochenta y siete años, pero a los cien un hijo es demasiado, no se puede comprender». Y así «rió». Pero precisamente «esa sonrisa, esa risa fue el inicio de la alegría de Abrahán». He aquí, por lo tanto, el sentido de las palabras de Jesús que hoy vuelve a proponer el Papa como mensaje central: «Abrahán, vuestro padre, exultó en la esperanza». En efecto, «no se atrevía a creer y dijo al Señor: “Pero si al menos Ismael viviese en tu presencia”». Y recibió esta respuesta: «No, no será Ismael. Será otro».
Para Abrahán, por lo tanto, «la alegría era plena», afirmó el Papa. Pero «también su esposa Sara, un poco más tarde, rió: estaba un poco oculta, detrás de las cortinas de la entrada, escuchando lo que decían los hombres». Y «cuando estos enviados de Dios dieron a Abrahán la noticia sobre el hijo, también ella rió». Es precisamente este, afirmó el Papa Francisco, «el inicio de la gran alegría de Abrahán». Sí, «la gran alegría: exultó en la esperanza de ver de este día; lo vio y se llenó de alegría». Y el Papa invitó a contemplar «este hermoso icono: Abrahán ante Dios, postrado con el rostro en tierra: escuchó esta promesa y abrió el corazón a la esperanza y se llenó de alegría».
Y es precisamente «esto y aquello lo que no entendían los doctores de la ley» destacó el Papa Francisco. «No entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. No entendían». Y «no sabían alegrarse, porque habían perdido el sentido de la alegría que llega solamente por la fe». En cambio, explicó el Papa, «nuestro padre Abrahán fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue justificado en la fe». Por su parte, esos doctores de la ley «habían perdido la fe: eran doctores de la ley, pero sin fe». «Más aún: habían perdido la ley, porque el centro de la ley es el amor, el amor a Dios y al prójimo». Ellos, sin embargo, «tenían sólo un sistema de doctrinas precisas y que necesitaban cada día más para que nadie los tocara».
Eran «hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que se convierten igualmente en actitudes casuísticas». Y el Papa Francisco propuso ejemplos concretos: «¿Se puede pagar el tributo al César? ¿No se puede? Esta mujer, que estuvo casada siete veces, ¿será esposa de esos siete cuando vaya al cielo?». Y «esta casuística era su mundo: un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios». Precisamente «por ello no podían alegrarse».
No se alegraban ni hacían alguna fiesta para divertirse: tanto que, afirmó el Papa, seguramente habrán «destapado algunas botellas cuando Jesús fue condenado». Pero siempre «sin alegría», es más «con miedo porque uno de ellos, tal vez mientras bebían», recodaría la promesa de «que resucitaría». Y, así «de rápido, con miedo, fueron al procurador para decirle: por favor, ocupaos de esto, que no vaya a ser un engaño». Y todo porque «tenían miedo».
Pero «esta es la vida sin fe en Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios», afirmó nuevamente el Papa. «La vida de estos que sólo cuando entendieron que no tenían razón» –añadió– pensaron que únicamente les quedaba el camino de tomar las piedras para lapidar a Jesús. Su corazón se había petrificado». En efecto, «es triste ser creyente sin alegría –explicó el Papa Francisco– y no hay alegría cuando no hay fe, cuando no hay esperanza, cuando no hay ley, sino solamente las prescripciones, la doctrina fría. Esto es lo que vale». En contraposición, el Papa volvió a proponer «la alegría de Abrahán, ese hermoso gesto de la sonrisa de Abrahán» cuando escucha la promesa de tener «un hijo a los cien años». Y «también la sonrisa de Sara, una sonrisa de esperanza». Porque «la alegría de la fe, la alegría del Evangelio es el criterio para ver la fe de una persona: sin alegría esa persona no es un verdadero creyente».
Como conclusión, el Papa Francisco invitó a hacer propias las palabras de Jesús: «Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Y pidió «al Señor la gracia de ser exultante en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús cuando nos encontremos con Él y la gracia de la alegría».
Sólo la fe en Jesús nos da alegría, dijo el Papa en su homilía
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(RV).- No es la doctrina fría la que causa alegría, sino la fe y la esperanza de encontrar a Jesús. Es triste un creyente que no sabe regocijarse. Es uno de los conceptos que el Papa Francisco expresó en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta, la última de este mes de marzo, puesto que el Santo Padre reanudará esta celebración Eucarística en la que participa un pequeño grupo de fieles el próximo 13 de abril.
La alegría de Abraham que exulta ante la esperanza de llegar a ser padre, como se lo prometió Dios, guió la reflexión del Papa Bergoglio en que comentó las lecturas del día. Abraham es anciano, al igual que su esposa Sara, pero él cree, abre “el corazón a la esperanza” y se siente “lleno de consolación”. Jesús recuerda a los Doctores de la ley que Abraham “exultó en la esperanza” de ver su día “y se sintió lleno de alegría”:
El centro de la ley es el amor
“Y esto es lo que no entendían estos Doctores de la ley. No comprendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no comprendían la alegría de la alianza. ¡No entendían! No sabían regocijarse, porque habían perdido el sentido de la alegría, que sólo viene de la fe. Nuestro padre Abraham fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. Eran Doctores de la ley, ¡pero sin fe! Es más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo”.
Francisco continuó diciendo:
Hombres sin fe, sin ley, apegados a las doctrinas
“Sólo tenían un sistema de doctrinas precisas y puntualizaban cada día que nadie debía tocarlas. Hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que también se convertían en una actitud casuística: se puede pagar el impuso a César, ¿no se puede? Esta mujer, que se casó siete veces, cuando vaya al Cielo, ¿será esposa de aquellos siete? Esta casuística… Éste era su mundo, un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían regocijarse!”.
Ser creyente sin alegría es triste
El Papa observó con ironía que tal vez los Doctores de la ley eran capaces de divertirse, “pero sin alegría”, es más “con miedo”. “Ésta es la vida sin fe en Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios”. Y “su corazón estaba petrificado”. “Es triste – subrayó Francisco – ser creyente sin alegría y la alegría no existe cuando no existe la fe, cuando no existe la esperanza, cuando no existe la ley sino sólo las prescripciones, la doctrina fría”:
“La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es la piedra miliar de la fe de una persona. Sin alegría aquella persona no es un verdadero creyente. Volvamos a casa, pero antes hagamos la celebración aquí con estas palabras de Jesús: ‘Abraham, su padre, exultó en la esperanza de ver mi día. Lo vio y se sintió lleno de alegría’. Y pidamos al Señor la gracia de ser exultantes en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús, cuando nos encontraremos con Él, y la gracia de la alegría”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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