Carta a los sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos y fieles de la diócesis de Osorno
Les saludo muy cordialmente, queridos hermanos y hermanas en el Señor Jesús.
Durante algunas semanas de enero y febrero recién pasado estuve ausente viviendo el mes del Retiro Espiritual de San Ignacio de Loyola, acogido por una comunidad de los padres jesuitas. Doy muchas gracias a Dios por esta experiencia espiritual muy profunda y renovadora.
En Roma hacia fines de febrero tuve la alegría de conversar personalmente con el Santo Padre Francisco, quien me animó para asumir este nuevo encargo pastoral con humildad y generosidad, sirviendo en nombre de Jesucristo al pueblo de Dios en Osorno, especialmente a los más pobres.
En este tiempo se han difundido una serie de opiniones en relación a mi persona. Jamás tuve conocimiento de alguna denuncia respecto del sacerdote Karadima siendo Secretario del Cardenal Juan Francisco Fresno, y jamás tuve conocimiento ni imaginé nunca de aquellos graves abusos que este sacerdote cometía con sus víctimas. No he aprobado ni participado en esos hechos gravemente deshonestos. Hubo una investigación exhaustiva por instancias competentes civiles y eclesiásticas para discernir las responsabilidades y sanciones. Con la gracia de Dios llevo más de treinta años de Sacerdote y casi veinte de Obispo, y mucha gente me ha conocido en distintas Parroquias y Diócesis con un feliz ministerio.
Me duele profundamente el hondo dolor que por largos años les sigue afectando a las víctimas. Y reitero junto a toda la Iglesia que no hay lugar en el sacerdocio para quienes cometen estos abusos, y que la prevención y la promoción del buen trato deben ser un pilar de nuestro caminar eclesial. Quiero recordar que he adherido plenamente a la sentencia condenatoria de la Congregación para la Doctrina de la Fe al sacerdote Karadima. Como tantos jóvenes y familias, yo llegué a participar a la Parroquia del Sagrado Corazón en tiempos hermosos de espiritualidad y apostolado, pero terminé defraudado por este sacerdote y condeno absolutamente los delitos por él cometidos. El daño que ha causado es enorme.
En diferentes ocasiones, en público y en privado, he ido manifestando de lo anterior. Pero por las limitaciones que como toda persona yo tengo, si no he sabido o no he podido expresar bien mi posición ante estos hechos tan penosos y complejos, pido humildemente que me disculpen.
Lamento profundamente el desconcierto producido en miembros del pueblo de Dios y en la opinión pública. Junto a los hermanos Obispos y mi familia hemos padecido estos sufrimientos con la Iglesia, pidiendo que Dios nos ayude a todos a tener claridad y paz. Comprendo a quienes hayan sentido tristeza y molestia, pero confío en que al conocernos y trabajar juntos por la comunidad de Osorno podamos todos ir creciendo con la serena unidad en nuestra tan alegre tarea evangelizadora.
Les pido con humildad que recen mucho por mí. Agradezco a todos los que me han fortalecido especialmente en estos dolorosos días con sus plegarias y muestras de solidaridad. Con palabras del Apóstol San Pablo les invito a ratificar nuestra esperanza: “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza… sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman… ¿Quien nos separará del amor de Cristo?” (Rm 8).
Deseo cumplir como buen pastor y aceptando con espíritu de obediencia esta nueva misión encomendada por el Papa Francisco, a quien le agradezco muy sentidamente por su confianza y apoyo. Anhelo integrarme y caminar juntos como Iglesia que peregrina en Osorno, con ustedes, sus familias y tantos laicos ejemplares en su vida cristiana. Deseo hacer vida con ustedes lo expresado en mi lema episcopal: “Hágase Tu voluntad”.
Que la Santísima Virgen María, nuestra Madre nos ampare y guíe a todos, junto con San Mateo el Titular de la Diócesis y la ayuda del Siervo de Dios Obispo Francisco Valdés Subercaseaux.
Les bendice con mucho afecto,
Durante algunas semanas de enero y febrero recién pasado estuve ausente viviendo el mes del Retiro Espiritual de San Ignacio de Loyola, acogido por una comunidad de los padres jesuitas. Doy muchas gracias a Dios por esta experiencia espiritual muy profunda y renovadora.
En Roma hacia fines de febrero tuve la alegría de conversar personalmente con el Santo Padre Francisco, quien me animó para asumir este nuevo encargo pastoral con humildad y generosidad, sirviendo en nombre de Jesucristo al pueblo de Dios en Osorno, especialmente a los más pobres.
En este tiempo se han difundido una serie de opiniones en relación a mi persona. Jamás tuve conocimiento de alguna denuncia respecto del sacerdote Karadima siendo Secretario del Cardenal Juan Francisco Fresno, y jamás tuve conocimiento ni imaginé nunca de aquellos graves abusos que este sacerdote cometía con sus víctimas. No he aprobado ni participado en esos hechos gravemente deshonestos. Hubo una investigación exhaustiva por instancias competentes civiles y eclesiásticas para discernir las responsabilidades y sanciones. Con la gracia de Dios llevo más de treinta años de Sacerdote y casi veinte de Obispo, y mucha gente me ha conocido en distintas Parroquias y Diócesis con un feliz ministerio.
Me duele profundamente el hondo dolor que por largos años les sigue afectando a las víctimas. Y reitero junto a toda la Iglesia que no hay lugar en el sacerdocio para quienes cometen estos abusos, y que la prevención y la promoción del buen trato deben ser un pilar de nuestro caminar eclesial. Quiero recordar que he adherido plenamente a la sentencia condenatoria de la Congregación para la Doctrina de la Fe al sacerdote Karadima. Como tantos jóvenes y familias, yo llegué a participar a la Parroquia del Sagrado Corazón en tiempos hermosos de espiritualidad y apostolado, pero terminé defraudado por este sacerdote y condeno absolutamente los delitos por él cometidos. El daño que ha causado es enorme.
En diferentes ocasiones, en público y en privado, he ido manifestando de lo anterior. Pero por las limitaciones que como toda persona yo tengo, si no he sabido o no he podido expresar bien mi posición ante estos hechos tan penosos y complejos, pido humildemente que me disculpen.
Lamento profundamente el desconcierto producido en miembros del pueblo de Dios y en la opinión pública. Junto a los hermanos Obispos y mi familia hemos padecido estos sufrimientos con la Iglesia, pidiendo que Dios nos ayude a todos a tener claridad y paz. Comprendo a quienes hayan sentido tristeza y molestia, pero confío en que al conocernos y trabajar juntos por la comunidad de Osorno podamos todos ir creciendo con la serena unidad en nuestra tan alegre tarea evangelizadora.
Les pido con humildad que recen mucho por mí. Agradezco a todos los que me han fortalecido especialmente en estos dolorosos días con sus plegarias y muestras de solidaridad. Con palabras del Apóstol San Pablo les invito a ratificar nuestra esperanza: “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza… sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman… ¿Quien nos separará del amor de Cristo?” (Rm 8).
Deseo cumplir como buen pastor y aceptando con espíritu de obediencia esta nueva misión encomendada por el Papa Francisco, a quien le agradezco muy sentidamente por su confianza y apoyo. Anhelo integrarme y caminar juntos como Iglesia que peregrina en Osorno, con ustedes, sus familias y tantos laicos ejemplares en su vida cristiana. Deseo hacer vida con ustedes lo expresado en mi lema episcopal: “Hágase Tu voluntad”.
Que la Santísima Virgen María, nuestra Madre nos ampare y guíe a todos, junto con San Mateo el Titular de la Diócesis y la ayuda del Siervo de Dios Obispo Francisco Valdés Subercaseaux.
Les bendice con mucho afecto,
+ Juan Barros Madrid
Obispo electo de Osorno
Obispo electo de Osorno
16 de marzo de 2015
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