Wednesday, May 16, 2007

Un momento para la oración


Hechos 17, 22-28
Entonces Pablo se puso de pié en medio del Areópago, y les dijo: "Ciudadanos de Atenas, veo que son personas sumamente religiosas. Mientras recorría la ciudad contemplando sus monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido". Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles. El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, no vive en santuarios fabricados por humanos, pues es Señor del Cielo y de la tierra, y tampoco necesita ser servido por manos humanas pues ¿qué le hace falta al que a todos la vida, el aliento y todo lo demás? Habiendo sacado de un solo tronco toda la raza humana, quiso que se estableciera por toda la faz de la tierra, y fijó para cada pueblo cierto lugar y cierto momento de la historia. Habían de buscar por sí mismos a Dios, aunque fuera a tientas: tal vez lo encontrarían. En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos de vuestros poetas: "Somos también del linaje de Dios""
¿Qué me está diciendo el Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Pablo enfrenta a la corte más exclusiva de Atenas, el Areópago, en la ciudad más culta del mundo. ¿Dónde puede encontrar palabras adecuadas para su mensaje? Comienza con lo que ha sabido de la búsqueda de ellos: un Dios desconocido. ¿Cómo puedo yo encontrar puntos de contacto con aquellos que están en desacuerdo con la forma en que yo veo las cosas?
De Espacio Sagrado

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