Sunday, July 20, 2008

Homilía de Betania: ¿QUÉ EL TRIGO Y LA CIZAÑA CONVIVAN?

Por José María Maruri, SJ


1.- “No sembraste Tu buena semilla en Tu campo…” Suena a acusación, el que ha sembrado es el dueño, ellos que son sus empleados, sus asalariados, se quitan de encima toda responsabilidad. ¿Y qué has hecho? ¿Y que has hecho Tú? ¿No os recuerda algo esta escena? ¿No la hemos protagonizado cada uno de nosotros con el Señor?


No os gusta en absoluto que el trigo y la cizaña convivan, que los buenos y los malos tengan que convivir en esta vida. El Señor hizo mal sus planes. Este mundo debió ser santo y perfecto. ¡Y hay que ver qué mal le ha salido a Dios!


Y si por aquello de la libertad del hombre hay que admitir que algunos se descarríen y sean malos, sean cizaña, al menos que estén separados de los demás. Los buenos y los males aparte. Y, naturalmente, los buenos somos nosotros. Hay que arrancar de cuajo la cizaña.



2.- “Dejadlos crecer juntos hasta la siega…” ¿Y para qué? Se puede interpretar –y se ha hecho con frecuencia que esa convivencia servirá para prueba de la virtud de los buenos, de los “así llamados buenos”. No es mala interpretación, pero yo creo que ese Señor, que es Dios, que ha creado todas las cosas, que como creo el trigo también creó la cizaña, ya más allá en sus pensamientos, y sobre todo en su corazón.


Buenos y malos son hijos suyos muy queridos, por unos y por otros ha dado su vida, a unos y a otros, los espera con los brazos abiertos. ¿No es eso una bendición de Dios? ¿No debemos estar agradecidos al amo del campo, al Señor que sea lento a la ira y rico en clemencia, cada uno de nosotros? ¿Sí cuando traspasamos esa frontera del bien al mal, inmediatamente el Señor hubiera decidido arrancar la cizaña de su campo, qué sería ahora de cada uno de nosotros?


Es que somos todos, mitad trigo, mitad cizaña. ¿No hemos sido cizaña tantas veces para los que nos rodean? No nos engañemos ninguno de nosotros es trigo limpio. Todos necesitamos de la paciencia sin límite de nuestro Padre Dios.



3.- Por eso el Señor no quiere arrancar la cizaña hasta el fin de los tiempos, cuando uno a uno, trigo y cizaña, haya tomado su postura definitiva: o con Dios o contra Dios.


No hay que pasar por alto en esta parábola que el dueño de campo no ha renunciado a su justicia. Llegará el día en que el Señor separará el trigo de la cizaña, pero será Él con sus ángeles. Él es el único que conoce lo más hondo del corazón y sabe definir quién es trigo y quién es, en realidad, cizaña.

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