Siempre que presento “Papás blandiblup” en alguna institución, jornadas sobre familia o educación, hago especial hincapié en enseñar a nuestros hijos a asumir las consecuencias de sus actos. Si no, nunca aprenderán de sus errores porque estaremos sus padres pagando las consecuencias por ellos. Esta manera de educar, evitando “golpes” a nuestros hijos, es muy característico de este tiempo nuestro. Pero en generaciones anteriores se daba también a veces, aunque sólo en el colectivo de los varones.
Las mujeres hemos vivido siempre sometidas a la culpa y el sentido de la responsabilidad. Y las religiones han contribuido poderosamente a ello. Basta echar un vistazo a la historia de la Iglesia católica para recordar cómo la mujer ha representado siempre el pecado, la tentación, la condena, y se la ha convertido una y otra vez en causante de todos los males y tragedias.
También, como no, en la religión musulmana, que aún hoy cubre a las mujeres o las obliga a rezar al fondo de las mezquitas, para evitar a los hombres –pobres– la terrible tentación. Pero el colmo del asunto lo he leído hoy en la prensa: resulta que el prestigioso (hasta ahora, al menos para mí, claro) periódico The Times culpa “a la sexy Sara Carbonero” (literal) del fracaso de ayer de la selección española en el Mundial. Sería para morirse de la risa si no fuera porque me causa dolor, pena y una rabia infinita.
Debe ser que hasta ahora ningún futbolista ha tenido novia, como para que el tandem Carbonero-Casillas destruya fulgurantemente el maravilloso juego y las expectativas ganadoras de toda una señora selección nacional campeona de Europa. No habrá que preocuparse entonces de que falle la defensa o falte remate. No: eliminemos a las novias y el mundial será nuestro.
Planteamiento tan infantil (además de injusto y machista, por supuesto) no es en realidad anecdótico. ¿Quién no conoce a hombres que nunca tienen la culpa de nada en casa y responsabilizan a sus mujeres de haberse olvidado de meter el cinturón en la maleta o no haberse acordado de pagar el impuesto del coche? Ahora esa inmadurez se traslada a la mayoría de los niños sin distinción de género. Y María echa en cara a su madre que no la presione suficientemente en los estudios, igual que Pablo justifica una mala nota advirtiendo retorcidamente que su mamá no le recordó más de un par de veces que tenía que estudiar para el examen. “No es mi culpa” es una de las frases más populares. Y da igual que dicha culpa se la carguen al compañero que lo distrae, la pelota, “que salió disparada”, o la puerta “que se puso en medio”. La cuestión es no cargar con ella ni con sus consecuencias. Niños y niñas huyen hoy de sus responsabilidades prácticamente por igual, aunque aún oigo comentarios como que el desorden de una habitación es doblemente grave si se trata de una niña.
Y lo peor es que muchos padres (sobre todo madres, todo hay que decirlo) asumen como normal esa carga añadida de responsabilidad a sus vidas, despojando a sus hijos de la obligación de asumir sus propios compromisos, sus propias culpas, sus propios errores. Se ve que se nos ha olvidado aquella vieja máxima de que el que la hace la paga…
Ánimo, Sara, que tontos hay en todas partes. También, se ve, en el Times.
Mª Ángeles López Romero
Papás blandiblup
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