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Creo que no es para tomárselo a chacota. Es más bien para ponerse a llorar al comprobar hasta qué extremos llega la estupidez y la cerrazón humanas. Y lo peor es que esto pasa en la modernidad del siglo XXI, no en la Edad Media o el Pleistoceno. Les explico las razones de mi congoja: No soy fan del futbol, ni me entusiasma especialmente el sistema de los 22 hombres corriendo detrás de la pelota, pero sería estúpido por mi parte no reconocer el maravilloso y poderoso papel que tiene el deporte para canalizar muchos elementos buenos y necesarios: el afán de superación, el “juego limpio”, la victoria no cruenta, la solidaridad o el espíritu de equipo por mencionar solo unos cuantos.
Pues bien, siempre hay a quien le fastidie que la gente se lo pase bien. Luego de haber desterrado la música de las ondas como una plaga infernal y haber abolido los cines y los DVD como formas de entretenimiento, unos cuantos dirigentes religiosos somalíes han decidido declarar también la guerra al fútbol. No es una exageración (y a los ejemplos de abajo me remito) si digo que en estos días quien ve televisión lo hace con verdadero riesgo de la propia vida. El Sheij Mohamed Abdi Aros, portavoz de la milicia “Hezb al Islamiyya” (El partido islámico) declaró en los siguientes términos: “aviso a los jóvenes somalíes para que no vean los partidos [del mundial], que no son otra cosa que una pérdida de dinero y de tiempo. Es en verdad una pérdida de tiempo el contemplar cómo hombres locos no paran de saltar.” Por si fuera poco, la milicia Al-Shabaab ha declarado que el seguimiento de los partidos a través de la radio y la televisión “no es islámico” ya que distrae a la gente de la guerra santa y por tanto se ha avisado con las consecuencias tan serias que acarreará si a alguien se le pilla con las manos en la masa y enfrente del televisor. El pasado domingo 14 jóvenes seguidores que seguían clandestinamente el partido de Alemania contra Australia fueron arrestados y el día anterior otros dos que habían visto en sus casas el partido de Argentina contra Nigeria fueron cosidos a balas.
Valgan estos ejemplos como botón de muestra para poder evidenciar las estrecheces de miras de ciertas creencias que rezuman intolerancia y opresión del peor cariz. Lo peor es que, como sucede en muchas otras ocasiones, es la población civil la que se ve indefensa para poder rebelarse contra atropellos e imposiciones de este tipo.
Las cosas están tan duras y el deporte levanta tantos odios entre los clérigos que la “selección nacional” de Somalia – en espera que algún día pueda participar en el mundial o por lo menos en la Copa de África – tiene que entrenar protegida por patrullas policiales armadas hasta los dientes.
Con dirigentes así que se erigen en voces de la divinidad y no tienen problema alguno en para prohibir cualquier tipo de actividad lúdica o festiva, se pueden imaginar qué futuro de paz, convivencia y libertad le puede esperar a ese país sumido en la violencia y la anarquía desde hace tantos años.
Pero no seamos pesimistas... en África, a pesar de las malas noticias, siempre queda un resquicio para la esperanza: Según hemos podido saber, dos cines de Mogadishu (que ya han sido atacados varias veces con granadas, por lo cual deben saber lo que hacen) anunciaron días atrás que, a pesar de las amenazas y las arengas de los imanes, retransmitirán los partidos del mundial hasta el final. A los que amen el fútbol de manera tan sublime e intensa como para arriesgar así sus vidas, que Alá los coja confesados.
En clave de África
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