El jesuita opina que el Papa "ha centrado un poco la Iglesia"
"Ha sido muy valiente en condenar la lacra de la pederastia"
Con casi cuarenta obras publicadas de diverso género literario, Pedro Miguel Lamet ya no tiene que salvar las presiones censoras del franquismo y de las que le hicieron abandonar el periodismo en 1987 para continuar perteneciendo a la Compañía de Jesús, porque esa actividad la vuelca ahora como bloguero en la revista digital 21. De una de sus novelas, Borja: Los enigmas del duque, habló ayer en la capital grancanaria, una conferencia del programa de actos del quinto centenario del nacimiento de Francisco de Borja. Lo entrevista C.S. en Las Provincias.
- Hábleme de los enigmas del duque jesuita.
- Este personaje es fascinante porque pocos santos en la historia de la Iglesia reúnen tantas facetas distintas y hasta contradictorias. Un hombre que fue Grande de España, con un linaje de escándalo. Uno de los enigmas más fuertes es cómo este hombre luego fue santo cuando había tenido esos ancestros.
- Bisnieto del Papa Borgia, amigo íntimo de Carlos V, virrey de Cataluña y hasta mentor de la regente Juana de Austria. ¿Qué puede trascender hoy, para el mundo religioso y laico, de un hombre que acabó jesuita?
- Estamos en un mundo donde se valoran mucho el poder, el dinero, la fama y la juventud. Éstos son los elementos que dominan en la publicidad, en la televisión, en el consumo. Un hombre de este calibre rompió con los placeres de la sociedad mediterránea y valoró más el mundo espiritual. Hay una sed importante en la sociedad actual de mística. Estamos necesitados de espiritualidad, de volver al centro de nuestro ser, se sea católico o no.
- Y Borja puede ser un referente, un ejemplo a seguir.
- Puede ser un ejemplo perfecto incluso para los grandes y poderosos. Esta sociedad vive mucho en la funcionalidad, en lo que es efímero y hay que vivir en el ahora. Lo necesita todo hombre para centrarse, incluso, psicológicamente, porque vivimos muy dispersos, muy tensos.
- Usted calificó la escasa libertad de opinión durante el pontificado de Juan Pablo II como una etapa de catacumbas y autoritarismo. ¿Percibe cambios con Benedicto XVI?
- Estamos en un pontificado en el que se ha equilibrado un poco la situación. No diría que Benedicto XVI es un papa progresista porque es un hombre conservador. Pero es menos fundamentalista que Juan Pablo II, quien creía que Europa tenía que ser confesionalmente católica. Este Papa respeta más el pluralismo y la libertad de expresión, pero evidentemente queda mucho trecho por caminar. Sobre todo la Iglesia española está muy centrada en el dogma y le falta dar una buena noticia de libertad, de alegría. Estamos todavía en una época de castillos de invierno, de protección contra la sociedad civil.
- Parece que la Compañía no abandona ese papel de bestia negra para el Vaticano.
- Las relaciones han mejorado notablemente respecto a Juan Pablo II porque Benedicto XVI es un hombre que nos necesita, que nos valora. Juan Pablo II estada muy centrado en los nuevos movimientos. En ese aspecto Benedicto XVI es un Papa más de todos. La Compañía está centrada, está trabajando bien y haciendo cosas que los demás no hacen.
- ¿Algo que objetar a Ratzinger?
- Ha centrado un poco la Iglesia pero que tiene una serie de asignaturas pendientes que no ha desarrollado todavía y que no sé si desarrollará. Se esperaba algún acercamiento mayor a los divorciados, que actuara en la unión de las iglesias, en temas como el celibato y la mujer en la iglesia.
- ¿Y los escándalos sexuales?
- A este Papa se debe el haber sacado a relucir el escándalo de Maciel, el de los Legionarios de Cristo, que es alucinante. Eso se sabía en tiempos de Juan Pablo II, pero, sin embargo, Wojtyla no lo sacó. Hay que reconocer que Benedicto XVI ha sido muy valiente en este aspecto. Y también en condenar claramente esta lacra de la pederastia en el sacerdocio. Un problema que los medios han exagerado.
RD
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