Angel Moreno
“Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan.
Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan.
Quien madrugue para buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada.” (Sb 6, 12-14)
Ven, Espíritu Santo, manda tu luz desde el cielo, el don de Sabiduría, el amor y el conocimiento divino sobre la realidad y la historia.
Reconozco que en muchas ocasiones la valoración de los hechos queda supeditada a mi apreciación subjetiva, según el éxito o el fracaso de mis acciones, según la valoración social de mis obras, con el consiguiente riesgo de quedar ofuscado por mi protagonismo y vanidad, y hasta cabe que confundido e inconsciente del verdadero sentido de mis actos.
Es posible que la estima de los otros esté influida por el sentimiento natural y afectivo, por el modo de ser de cada persona, por la empatía o el rechazo que produce su modo de pensar, en vez de valorarla por ella misma, por lo que es, más allá de su aspecto físico, poder económico o social.
Mi relación espiritual, aunque puede ser noble, en muchas ocasiones está producida por motivos de necesidad, y acudo a la oración de muy distinta manera si siento consolación, angustia, urgencia de ayuda o, por el contrario, atonía e insensibilidad.
Necesito tu ayuda, Espíritu Santo, para no perecer en mi subjetivismo, y para obrar según Dios quiere, valorar mi conciencia iluminada por tu gracia, tratar con las personas con dignidad, y fielmente con Jesucristo, sin proyectar en mis relaciones el estado de ánimo, sino celebrándolas desde el conocimiento amoroso que Tú eres.
¡Cuántas veces el tiempo dedicado a la oración, la apertura a la Palabra divina, la gratuidad en mis acciones, la ofrenda de mis actos quedan reducidos a conceptos, más que a una experiencia objetiva por una noble relación interpersonal.
Espíritu Santo, Don de Sabiduría, regalo del Amor divino, por el que se conoce todo según Dios a la vez que uno mismo se siente conocido, amado, abrazado por las entrañas misericordiosas y paternales: ven, empápame, sumérgeme en tu luz, para que todo lo que amo, lo ame desde ti, a través de ti.
Que gracias al Don de Sabiduría ame a Dios como a mi Creador, a Jesucristo como a mi Señor, a ti como al Amigo del alma, a la creación como regalo y obra salida de la voluntad divina, a cuantos me rodean, como a espejos del rostro de Jesús, a mí mismo como Tú me amas.
Ciudad Redonda
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