Radiografía del movimiento 15-M un año después
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA y FRAN OTERO | Un año después de su irrupción, el Movimiento 15-M entra en una fase nueva: diversificado en asambleas locales y dividido en facciones, varios grupos han anunciado que volverán a “tomar” las plazas. ¿Hacia dónde avanza este fenómeno social? ¿Y los jóvenes católicos, siguen o no sumándose a sus reivindicaciones?
Este 15 de mayo hará un año desde que la Puerta del Sol de Madrid viera cómo prendía la mecha de un movimiento ciudadano, liderado por los más jóvenes, que cambiaba la pasividad por la protesta activa contra las consecuencias de una crisis que, a nivel mundial, se ha demostrado como la peor en casi un siglo.
El fenómeno permanece vivo en algunos ámbitos locales y, sobre todo, de un modo global a través de las redes sociales. Del mismo modo, a la vez que parece fraccionarse –una parte apuesta por organizarse como una asociación y otra insiste en la no institucionalización–, mantiene intacto su activismo.
¿Y los jóvenes católicos? Hace un año, muchos se echaron a las calles para solicitar una regeneración democrática y unas condiciones de vida más justas para las personas que menos tienen. ¿Siguen indignados?
Elisa García España, profesora de Derecho Penal en Málaga y miembro de las Comunidades de Vida Cristiana (CVX), cree que el movimiento ejerció “la función de mostrar su inconformidad ante el desequilibrio social y económico existente” y, por eso, considera “acertada” la opción de organizarse en asambleas populares abiertas, “manteniendo la semilla de la reflexión política”. Sobre el futuro, tiene la esperanza de que “algo se pueda hacer por esta sociedad anclada en criterios de capital y estructuras sociales injustas”.
Saúl Pérez, pesidente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), cree que “el Movimiento 15-M está a punto de despertar de nuevo”. Y es que, aunque reconoce que este ha sufrido un “desgaste lógico”, a causa de “errores” y algunas estrategias “equivocadas”, la catarsis que lo provocó se mantiene intacta.
Y aún mucho peor: “En apenas 100 días, se ha puesto en cuestión el sistema público, tanto en educación y sanidad como en otros servicios. Ello, unido al endurecimiento de la política fiscal y laboral, pone en riesgo la situación de muchas personas y familias, especialmente las más vulnerables y empobrecidas, creándose una desigualdad de acceso muy peligrosa y elitista”.
María Ángelez Blázquez, militante de la Juventud Estudiante Católica (JEC), y hasta hace unos meses su presidenta, asegura: “Es indignante la cultura del individualismo, del sálvese quien pueda, porque está haciendo que no asumamos la responsabilidad que tenemos sobre aquellas zonas más explotadas”. Algo que, a su entender, debe interpelar a los jóvenes católicos: “Nos indigna que sigamos al dios del dinero y no al Dios de los hombres”.
Aspectos positivos y negativos
Para la religiosa Xiskya Valladares, el fenómeno contiene aspectos positivos y negativos. Los primeros tienen que ver con “el fin pasotismo de la juventud”.
Los otros los vivió hace un año por su propia experiencia en la Puerta del Sol: “Lo que pude experimentar en la acampada me decepcionó mucho. Aún tengo fotos con las blasfemias de los carteles de la zona feminista, aún recuerdo las tiendas marcadas para practicar sexo, y aún me suenan las discusiones que escuché en algunas asambleas, donde se instigaba a retirar la religión de toda la vida pública o a eliminar las escuelas concertadas… Aparte de recibir insultos por mi hábito religioso. Sé que no todo el 15-M es igual, pero lo recuerdo para afirmar que los cristianos debemos participar en estos movimientos siempre y cuando comulguemos con las ideas que defienden”.
El sacerdote y escritor Cinto Busquet, del Movimiento de los Focolares, le ve largo recorrido, pues “los grandes cambios históricos y sociales no se producen de un día para otro. Como movimiento de concienciación popular, ya ha tenido su incidencia, pero, probablemente, su contribución en la gran batalla por una mayor justicia social no haya aún terminado”.
El camino pasa por el asociacionismo
David Cantero, presidente del sector juvenil de Acción Católica General (ACG-J), se muestra convencido de que sí. Aunque apuesta por un “nuevo” 15-M que se aleje de “una ideología demasiado concreta” que, como critica, se aprecia en el hecho de que, tanto en sus asambleas como en sus foros digitales, “haya bastante gente que cae en la crítica fácil a la Iglesia. Criticar se puede, pero sin generalizar y nunca sin conocer”.
Además, cree que el camino ha de estar en el asociacionismo, propiciando el paso de algo hererogéneo a una institución que, por ejemplo, se integre en el Consejo de la Juventud de España.
Para Elisa García, las razones para la indignación de los jóvenes en España se han multiplicado. “Los jóvenes con los que comparto vida (los del grupo de Confirmación, mis alumnos universitarios o mis propias hijas) sienten incomprensión ante la situaciones de injusticia y la ausencia de buenas prácticas de nuestros gobernantes. Ansían un mundo diferente, pero no saben qué medios usar sin sentirse manipulados por unos o por otros”.
Por ello, los creyentes “tenemos un papel central, sobre todo, en aportar esperanza. Hemos de recordar de forma incansable que la persona está por encima de cualquier otro tipo de interés, que hay otra forma de afrontar la convivencia, que los mercados no pueden gobernarnos, que existen bancas éticas donde la especulación no tiene cabida, y que el medio ambiente hay que cuidarlo”.
Vida Nueva
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