Palabra que acampa entre nosotros
“Así dice el Señor: Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los más pobres gozarán con el Santo de Israel porque se acabó el opresor, terminó el cínico. Serán eliminados los despiertos para el mal, los que por una minucia acusan a otros, los que impiden al juez hacer justicia y hunden al inocente en la miseria”. (Isaías 29, 17- 21)
A qué nos estamos preparando
El uso de nuestro dinero tiene grandes repercusiones sociales. En medio de la aguda crisis económica que estamos padeciendo no conviene olvidar que, en su origen, se encuentran decisiones respecto al dinero que han resultado nefastas. La codicia y la búsqueda de ganancias rápidas y desmesuradas están a la base de la crisis de las “hipotecas basura” y los “derivados financieros” de Estados Unidos, cuyas consecuencias se han repartido por todo el mundo, y también de la crisis “del ladrillo” que ha golpeado con dureza a nuestro país y que ha generado el drama humano de los desahucios y la trampa financiera en la que han sido atrapados tantos Bancos y Cajas de Ahorro, arrastrando en su caída a toda la economía nacional. Como acertadamente escribiera Benedicto XVI en el nº 21 de su encíclica Caritas in veritate: “La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le de un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.”
Los economistas señalan que al ahorrar o invertir debemos tener en cuenta dos factores: laseguridad y la rentabilidad. Esta perspectiva resulta insuficiente en un doble sentido. Por una parte, olvida que tenemos que preocuparnos por esas dimensiones no sólo a nivel individual sino a nivel colectivo: rentabilidad individual sí, pero también social; seguridad sí, pero para todos. Por otra parte, y sin negar la importancia de esos dos factores, hay que reconocer que hasta ahora se ha prestado muy poca atención a otro factor éticamente crucial: qué se hace con nuestros ahorros, qué estamos promoviendo; cómo se comportan los bancos con los que trabajamos. De hecho, con el ahorro podemos hacer varias cosas: atesorarlo, donarlo, compartirlo o invertirlo financiando unas u otras actividades. Bueno es pasar a ser conscientes de lo que hacemos y de sus repercusiones. En la medida en la que seamos inversores conscientes y consecuentes también obligaremos a las entidades financieras a tomar en consideración estos criterios. Una cosa está clara: más no es sinónimo de mejor.
Cuestión de fondo
¿Cuanto pesan, en mis decisiones sobre el ahorro, la prudencia, la inercia, la búsqueda de un mayor el interés, la tendencia a compartir y la financiación ética?
¿Se corresponden esas preocupaciones con los valores que me gustaría encarnar?
Un gesto, una esperanza
Escribo estas líneas cuando se está produciendo un hecho que podría traer mucha esperanza a centenares de miles de familias: la reforma de la regulación sobre desahucios. Más allá de las dudas sobre su alcance final, el hecho demuestra que es mentira que “no podemos hacer nada”. Si se produce, la revisión legal se deberá a dos hechos: la lucha de muchas personas aliándose con los desahuciados y el suicidio de varios de ellos. ¿Podíamos acercarnos a conocer a alguna familia amenazada o a algún miembro de las plataformas anti-desahucios para caer en la cuenta de cómo funciona el sistema financiero y comprender la experiencia de estas personas?
Caminantes como nosotros
Quiero compartir con vosotros mis comienzos en esto de los desahucios. En junio de 2011, me llegó un correo del desahucio a una mujer mayor en Aluche y decidí sumarme. Fui sola, no conocía a la persona que iba a ser expulsada ni los motivos por los cuales la iban a echar de su casa. Sin embargo, todo eso me importaba más bien poco puesto que sabía que la lucha era por una ley injusta que asfixiaba a familias y que beneficiaba de manera exagerada a los bancos. Por lo tanto hacía caso omiso a todos los comentarios del tipo: “…que se lo hubiera pensado mejor antes de pedir la hipoteca”
Cuando llegaron los que iban a proceder al desahucio empezamos a gritar diferentes lemas pero el que más me llamó la atención fue: “hoy por ella, mañana por ti”. Cuando escuché esto me emocioné porque por primera vez en mi vida experimenté qué significaba la fraternidad. Estamos acostumbrados a luchar por familiares, amigos y casi ni me atrevería a decir vecinos porque nos cuesta asomar la cabeza más allá de la puerta de nuestra casa. Sin embargo, allí estábamos decenas de personas luchando por alguien desconocido, por fin la palabra HERMANO/A alcanzaba sus sentido.
Conseguimos detener el desahucio y la anciana salió con los ojos llenos de lágrimas y agradeció a todos y cada uno de los que estábamos allí nuestra presencia. Nosotros, claro está, nos contagiamos de esa emoción tan profunda.
Queda en mí un gran agradecimiento a todos los que permanecen diariamente al lado de cada uno de los desahuciados, puesto que gracias a ellos he aprendido que aunque no cambiaran las leyes (que cambiarán) no importa porque el cambio importante, que es el del corazón, ya se ha producido y es imborrable. (Luna)
Oración
Señor, tú que quisiste “situar tu morada entre nosotros” y acabaste naciendo en un pesebre “porque no había sitio en la posada”.
Tú, que nos invitaste a construir nuestra casa sobre “roca” y no sobre “arena”.
Tú, que nos dijiste que “la polilla carcome los tesoros qua acumulamos en la tierra”, danos un corazón sensible a las necesidades de las familias sin hogar y ayúdanos a discernir un uso de nuestros ahorros justo y socialmente útil.
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