“No merezco que entres en mi casa” – dijo un hombre a Jesús (Mt 8, 5-11) . Pero él, con esa rebeldía fecunda que cambió el mundo, decidió entrar. Entró para quedarse (“¡Quiero quedar en tu casa!” – le dijo también a Zaqueo). En aquella casa
, en todas las casas, en tu casa, en la casa que somos y en el mundo que es casa de todos.
Quizá no seamos dignos, quizá no merezcamos esa visita tan especial, pero él – ese okupa atrevido – ya ha entrado y quiere quedarse. Nosotros, aturullados, ocultamos la vergüenza del desastre casero y nos afanamos intentando arreglar la casa para el invitado que ya llegó. Para nuestro mayor rubor, él no tarda en empuñar la escoba para juntarse a la labor doméstica. Pero va más allá.
Te invita a sentarte a su lado en tu viejo sofá, desarruga una hoja en blanco que llevaba en el bolsillo y, entregándote un lápiz de muchos colores, te pregunta con una mirada desafiante: “¿Cómo quieres que sea tu casa?”
Acoge ese eterno compañero de casa y soñad juntos la nueva decoración...
Quizá no seamos dignos, quizá no merezcamos esa visita tan especial, pero él – ese okupa atrevido – ya ha entrado y quiere quedarse. Nosotros, aturullados, ocultamos la vergüenza del desastre casero y nos afanamos intentando arreglar la casa para el invitado que ya llegó. Para nuestro mayor rubor, él no tarda en empuñar la escoba para juntarse a la labor doméstica. Pero va más allá.
Te invita a sentarte a su lado en tu viejo sofá, desarruga una hoja en blanco que llevaba en el bolsillo y, entregándote un lápiz de muchos colores, te pregunta con una mirada desafiante: “¿Cómo quieres que sea tu casa?”
Acoge ese eterno compañero de casa y soñad juntos la nueva decoración...
(dejo aquí un catálogo con algunas ideas que quizá te ayuden en este proceso
Fábio Oliveira, hermano marista
Fábio Oliveira, hermano marista
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