Saturday, May 04, 2013

¿VALORA LA IGLESIA LA DEMOCRACIA? (I) por Rufo González, sacerdote



El Espíritu Santo y los Apóstoles sólo imponían lo imprescindible
Recuerdo muchas veces este texto de Juan Pablo II referido a la sociedad civil: “La Iglesia aprecia el sistema de la democracia... Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado” (Centesimus annus 46).

¿De verdad podemos sostener, sin caer en el cinismo, que la Iglesia aprecia la democracia? Mucha gente, de formación alta y baja, afirman rotundamente que no. Y te ponen ejemplos: ahí han estado durante años la dictadura franquista, la argentina, la chilena... Es verdad, te reconocen, que las bases de la Iglesia, cristianos de a pie, los sectores más vivos, incluso algún obispo aislado, han trabajado y luchado por la democracia. Pero curiosamente han sido los sectores menos influyentes y peor vistos por la jerarquía eclesiástica. Honradamente tengo que reconocer que así ha sido en general.

¿Por qué la Iglesia no recoge en su disciplina valores y actuaciones democráticos que no contradicen el Evangelio? Es esta una pregunta que hacen muchos hoy. Si es verdad que aprecia la democracia, ¿por qué no la aplica en ella misma en la medida que no contradiga su “constitución”, que no es otra que la revelación? Ese sería el mejor modo de reconocer los valores democráticos: aplicarlos en su ordenamiento. Es verdad que en las comunidades de religiosos y religiosas hay democracia en muchas decisiones: elección de superiores, duración de los mandatos, reformas reglamentarias, etc. etc. ¿Por qué no pueden introducirse también algunos de estos comportamientos democráticos en la toda la Iglesia?

Pienso, y en esto creo coincidir como muchísima gente, que en el sector dirigente de la Iglesia se ha venido “favoreciendo la formación de grupos dirigentes restringidos por intereses particulares o motivos ideológicos, usurpando el poder” en la misma Iglesia. Hace años, tal vez siglos, que el sano pluralismo eclesial está siendo reducido cada vez más; se han primando opciones determinadas de organización eclesial sencillamente porque coinciden con los gustos y opciones de los dirigentes. Y esto en todos los órdenes: nombramientos de obispos, disciplina sacramental, apostolado, profesores de teología, etc. etc.

¿Cómo es posible que una ciudad como Madrid no tenga algún obispo auxiliar salido del apostolado obrero, cuando la inmensa mayoría de sus habitantes lo son, y la Iglesia dice tener predilección por los más pobres? Y esto puede trasladarse a toda la Iglesia: muchas diócesis no tienen la más mínima delegación de pastoral obrera. Los movimientos cristianos obreros son un apéndice marginal en el interés y en la dedicación pastorales. ¿Por qué será? ¿Quizá tenga que ver esto con la usurpación del poder por parte de grupos restringidos que quisieran utilizar a la Iglesia para imponer por esta vía sus intereses económicos o políticos? ¿Hay impedimento para que los sacerdotes, distinguidos por su amor a los pobres, sean nombrados obispos? ¿No tendría que ser al revés, según el Evangelio?

“La Iglesia sólo busca servir al Evangelio y al hombre; busca sólo anunciar la verdad que ha recibido de lo alto”. No lo dudo en teoría; incluso mucha gente de Iglesia lo realiza a su modo. Porque esta es la cuestión: el modo y la organización por la que se lleva a efecto este servicio que Jesús nos encargó continuar. Son muchas las personas, dentro y fuera de la Iglesia, que denuncian actitudes, leyes, procedimientos, instituciones, decisiones, etc. que no proceden del Evangelio o la Tradición no reformable, y que pueden tener un tratamiento democrático, y por tanto sólo desde el consenso mayoritario deberían aceptarse. El Espíritu Santo y los Apóstoles sólo imponían lo imprescindible (He 15,28), lo recibido de Jesús.
Rufo González
¡Atrévete a orar!

No comments: