Leemos en la primera lectura de Isaías: "Esto dice el Señor: Todos los que tienen sed, vengan a sacar agua, vengan los que no tienen dinero (Is 55, 1). Más adelante añade: "¿Para qué gastar dinero en lo que no alimenta, el sueldo en lo que no deja satisfecho?" (Is, 55,3). Son unas bellas comparaciones para ofrecer la vida, la alianza eterna, según las promesas hechas a David. Pero que como veremos más adelante, no sólo en el agua espiritual, sino en la natural.
El mismo profeta, un poco más adelante invita al pueblo a dejar que su Palabra produzca fruto: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven a subir allá sin empapar la tierra, sin fecundarla y hacerla germinar, sin producir semilla para sembrar y pan para comer..." (Is 55, 10).
Uno de los frutos que debe producir la Palabra en nosotros es la Solidaridad, el preocuparse por nuestros hermanos, el afán por cuidar la naturaleza para bien de todos.
En el Evangelio Jesús dice a los discípulos: Denle ustedes de comer, a pesar de que no tenían más que cinco panes y dos pescados. Era una prueba al sentido de solidaridad de ellos.
El compromiso con la Paz, se está insistiendo con toda razón, es un reto para todos. Habrá terratenientes que comprendan que el compromiso debe ser de un modo especial de ellos. Habrán otros que se cierren y mantengan como su dios la posesión de grandes terrenos. Habrá grupos guerrilleros que entiendan la necesidad de vivir en paz y sacar adelante las conversaciones de la Habana. Habrá otros que se empeñen asesina y suicidamente en no colaborar.
Una prueba de lo último es lo acaecido la última semana de julio. Un grupo de las FARC perjudicó a numerosas veredas y corregimientos del Putumayo, que les tocó sufrir las consecuencias de los derrames inmensos de petróleo. Más de 4.400 galones fueron arrojados con ocasión de los atentados en la vía Puerto Asís y Orito. Los pobres habitantes de esos lugares han tenido que soportar la carencia de agua limpia y la naturaleza ha sufrido un rudo golpe. Han muerto miles de peces, animales y plantas, con daños ecológicos que necesitarán años en su posible recuperación.
Relacionando este hecho con las lecturas, vale la pena sospechar que no faltará gente que se empeñe en que no tengamos agua limpia para calmar la sed. Tampoco faltarán personas, que tomen ocasión de estos hechos para insistir en continuar una guerra de más de 50 años, que tantos daños humanos y ecológicos ha causado.
Para nosotros, será la ocasión de preguntáramos cuáles serían esos frutos desde nuestro deber de fomentar un medio ambiente sano, unas relaciones familiares y sociales igualmente sanas. En esta labor esperamos, como dice Pablo a los Romanos, nadie podrá separarnos del amor de Cristo, que nos invita a la generosidad y a la solidaridad.
Jesuitas de Colombia
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