Sunday, August 10, 2014

SUSURROS DE DIOS por Vicente Martínez



“El Señor le dijo: Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!” (1 Reyes 19, 11)
10 de agosto, domingo XIX de TO
Mt. 14, 22-23
Enseguida mandó a los discípulos embarcarse y pasar antes que él a la otra orilla, mientras se despedía a la multitud. Después de despedirla, subió solo a la montaña a orar.
Al anochecer, todavía estaba allí, solo.
Las revelaciones de Dios en el siglo veintiuno no pueden tener la misma pigmentación que en el Sinaí o en Patmos. Matilda Klein, bailando un Foxtrot en un salón a los 94 años es un exponente de este cambio. A Dios hoy hay que contemplarle en la zarza de las espinas y las moras, no en la del “Yo soy” en el Monte. En 1Re 19, 11-12 dice el texto litúrgico de este domingo que el Señor no estaba en el viento huracanado, ni en el terremoto, ni en el fuego -teofanías propias del Antiguo Testamento- sino en la tenue brisa que Elías sintió en su cueva. El Profeta había emprendido una peregrinación de vuelta al origen auténtico de su Pueblo. A continuación Dios le conmina a volver por el mismo camino y reemprender su misión de anunciar la palabra que el Espíritu le sopla e inspira.
Se revela en Francisco, que asiste a la misa en Santa Marta como feligrés, que paga personalmente su estancia en el hotel, que se fotografía con quien se lo pide, que no tiene reparos en perderse entre la muchedumbre o en sembrar el amor en un hombre ciego al que besa y susurra: “Soy el papa Francisco”. Y esto apenas se oye, porque como lo constata el dicho recordado en una ocasión por el propio Papa: Hace más ruido un árbol que cae, que todo un bosque que crece.
En “La Leyenda de Santa Isabel, una de las obras corales religiosas más importantes de Liszt -un oratorio próximo al drama de la historia de Santa Isabel de Hungría, persona caritativa y piadosa del siglo XIII- susurra Dios su eterna canción de amor. En el cuadro de Murillo Santa Isabel curando a los tiñosos, al fondo, bajo un pórtico, puede contemplarse una segunda escena –la escena de la compasión- en la que también se representa a la Santa, pero esta vez en el acto de dar de comer a los pobres.
Danilo y Caterina bailan un “pas de deux” en el bosque, enLa Flor de Piedra del ruso Sergei Prokofiev. Un dueto lírico en el que el sereno susurro del Espíritu hace temblar de emoción a toda la platea de la naturaleza asistente al espectáculo. A esta misma participación invita el contenido del nuevo libro de Xabier Pikaza La Novedad de Jesús: Todos somos sacerdotes. Una llamada de puesta al día, de ofertar el patio de butacas a todas las criaturas.Un elemento básico para la nueva evangelización que, lógicamente, debe ser hoy distinto. Elcompromiso mesiánico con el mundo, en el que, con Pablo Neruda al frente,
vamos:
sumando lo indeleble,
agregando los pasos,
reuniendo las sílabas
del canto del viento en la tierra.
En temas del corazón, Dios se revela al hombre cuando éste sale como Elías de su cueva para verle pasar, para escucharle en la tenue brisa. Un susurro que es consonancia con Dios. Y al que todos diríamos, como Manon Lescaut en la ópera de Puccini:
Oh sussurro gentil, deh!
non cessare!...
(Oh susurro gentil, ¡ay! No ceses…)
Un Espíritu que para Pablo es creador de la vida, para Lucas es fuego y para Juan, inspiración a través de la Escritura. Para La Bhagavad-Gîta del hinduismo,refugio de todo nuestro ser, otorgador de la paz y el hogar verdadero.

¡OH, NATURALEZA!

Ya no sé si estoy despierto o soñando: 
todo esto me parece un paraíso. 
El bosque suspira como un arpa, 
todo un nuevo mundo se muestra 
ante mis deslumbrados ojos.
¡Oh, naturaleza, llena de gracia, 
reina del tiempo y del espacio, 
dígnate a acoger a éste que pasa 
y te saluda, humilde mortal! 
¡Misterioso silencio! ¡Solemne calma!
¡Todo me atrae y me complace!
Este muro, y este rincón sombrío, 
esta fuente límpida 
y el frescor de esta sombra... 
No hay seto, ni zarzal donde
no despunte una flor... me estremezco.
¡Oh, Naturaleza! 
Madre eternamente joven y adorable
¡embriágame de tus olores! Y tú, sol, 
¡ven a inundarme con tus rayos!
Werther, de la ópera de Massenet

Vicente Martínez
Fe Adulta

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