Hay ocasiones en que, al escribir algo para entreParéntesis, dudo si incluir ciertos temas o experiencias. Luego recuerdo que un blog es una bitácora de ruta, un compartir y reflexionar sobre lo vivido, y me animo a hacerlo. Justo ayer salía de acompañar a un grupo de jóvenes que hicieron Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Fueron varios días de contemplar cómo la presencia de lo Alto se hace presente en la vida de quien, en ambiente de oración, apertura, seriedad y generosidad, se permite adentrarse y repasar su historia; reflexionar su pasado, presente y futuro; y sincerarse en diálogo recíproco con el Eterno Creador de todas las cosas.
Hace 25 años tomé mis primeros Ejercicios en la Casa de Oración que los jesuitas tienen ubicada cerca del pueblo de Puente Grande, Jalisco, en México (por el rumbo de Guadalajara). Aquella vez, varios universitarios del Iteso asistimos a vivir la experiencia del silencio y del dejarnos guiar por el método propuesto por Ignacio de Loyola. 5 lustros después, me tocó acompañar y celebrar la eucaristía a 37 jóvenes provenientes de diferentes partes del país.
Sócrates decía que una vida que no se examina, no sirve. Es importante hacer altos en el camino, hacer corte de caja e inventariar lo que llevamos recorrido en la existencia. En el ser humano hay varios huecos que generan búsquedas. Por un lado, está el responder con sinceridad, y sin máscaras, a las preguntas: ¿quién soy? ¿qué quiero? ¿a dónde voy? ¿cuáles son los motivos que hacen que mi vida valga la pena? Para que estas inquietudes alcancen mayor profundidad, se requiere que nos apartemos a la soledad y nos sumerjamos en el silencio, y estemos dispuestos a vivir acorde a las respuestas que demos.
Así lo hizo Ignacio de Loyola. Los meses de convalecencia de la herida en la pierna, después de la derrota de Pamplona, hizo que tuviera el espacio propicio para recuperar la salud física y replanteara sus expectativas existenciales y espirituales. Pudo contrastar escenarios y alternativas que se le presentaban como posibilidades. No sólo eso, intuyó que, a través de mociones y consolaciones, Dios lo invitaba a transformar su vida.Vinieron tiempos de peregrinar y de contratiempos que le formulaban nuevas preguntas sobre qué era lo que seguía. Fruto de estas expediciones geográficas y en la profundidad de su alma, es que encontró luces que quiso compartir con los demás. De ahí vienen sus Ejercicios Espirituales, que siguen teniendo vigencia para quien desea enfrentarse con sus desordenes, y ordenarlos, así como dejarnos interpelar de la mirada misericordiosa de Dios, quien nos invita a seguir los pasos de Jesús, para que, al conocerlo, nos encariñemos de su persona y su causa.
Esta semana, me encontré con jóvenes que detectaron cuales fueron las rocas que, en su pasado, los sostuvieron y en las que vale la pena construir la vida. También, vi su valentía al reconocer esos dinamismos internos que sabotean y están llenos de falsedades. Dar Ejercicios es un espacio privilegiado donde uno contempla cómo Dios ilumina la vida de la gente: por un lado, les ayuda a sanar heridas; por otro, les recuerda lo mucho que ama a sus hijas e hijos. Este amor reconfigura y da pistas de hacia dónde avanzar. Cada ejercitante termina con un bonche de perlas, de ‘caídas de veinte’ (decimos en México) y de hallazgos que uno puede guardar como verdaderos tesoro que embellece la existencia.
En la Casa de Oración de Puente Grande hay un árbol frondoso, con grandes y profundas raíces, con extenso follaje lleno de hermosura. Es un símbolo, me parece, de la invitación que Dios nos hace para que hagamos algo así de nuestras vidas. Hace años, en una reunión, conocí a Inés, Religiosa de Jesús María, misionera en Cuba. Inés, o Iné, ya está en el cielo. Una de sus hermanas me compartió el Principio y Fundamento que ella hizo alguna vez en Ejercicios. Esta oración corrobora que Iné, captó el amor y la bondad de Dios. Su vida fue como este árbol. Termino con esta oración que me encanta y me parece que es uno de los frutos vitales de los Ejercicios Espirituales, que este 2018 que inicia vaya por estos trayectos:
Soy para el amor.
Dios, cuando tu amor
se derramó en la creación
Tú pensaste en mí.
Yo soy del amor,
Yo soy de amor,
Yo soy para el amor.
Que mi corazón, oh Dios,
siempre reconozca,
quiera y goce de tu bondad
en toda la creación.
Dirige hacia tu alabanza
todo lo que hay en mí.
Enséñame a respetar
a todas las personas,
a todas las cosas.
Dame energía en tu servicio.
Señor Dios:
que nada me distraiga de tu amor
ni la salud
ni la enfermedad,
riqueza o pobreza,
honor o deshonor,
larga vida o corta.
Que nunca quiera o escoja ser otra
que la que TÚ quieres o deseas.
Amén.
Inés, RJM. (Cuba)
Ismael Barcenas Orozco
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