Bzoummar (Agencia Fides) – Con el fin de promover la unidad entre los cristianos, los obispos católicos de la Iglesia patriarcal de Cilicia de los armenios han hecho una interesante propuesta. Se trata de aprovechar el 850 aniversario de la muerte del santo armenio Narsés Shnorhali para volver a los caminos proféticos que la humildad de este santo del siglo XII había abierto a la recomposición de la plena unidad sacramental y doctrinal entre la Iglesia de Roma, la Iglesia armenia y la Iglesia de Constantinopla. Los obispos católicos armenios lanzaron esta propuesta con motivo de su sínodo anual celebrado del 17 al 22 de agosto en el Líbano, en el Monasterio Patriarcal de Nuestra Señora de Bzoummar bajo la presidencia del Patriarca Raphaël Bedros XXI Minassian. Durante el Sínodo, los obispos católicos armenios se comprometieron a promover, en colaboración con las jerarquías de la Iglesia Apostólica Armenia, conferencias, seminarios y libros sobre san Narsés. También enviaron al Papa Francisco la solicitud de celebrar una solemne liturgia pontificia en la basílica de San Pedro de cara a una posible proclamación del santo armenio como Patrono de la unidad entre las Iglesias.
Narsés (1102-1173), que se convirtió en católico armenio con el nombre de Narsés IV, es apodado Shnorhali, o “el Clemente”, por los dones de santidad y humilde benevolencia que hicieron fructífera su vida y obra. Perteneciente a una familia de ilustres príncipes armenios y eminentes eclesiásticos, se le compara por su talla espiritual y teológica con san Bernardo de Claraval. En el tiempo marcado por la consumación del gran cisma entre la Iglesia de Roma y el Patriarcado de Constantinopla, el armenio Narsés estuvo en el centro de iniciativas, encuentros y propuestas que ya entonces apuntaban a reabrir el camino de la plena comunión sacramental y doctrinal entre cristianos de Oriente y Occidente, superando también las divisiones en torno a la doctrina cristológica que ya había cristalizado tras el Concilio de Calcedonia. Sus intuiciones cayeron en el olvido por los cálculos del poder clerical y por el germen de la desconfianza mutua que calaba entre los hermanos bautizados, pero quedan como preciosas fuentes de inspiración para quienes hoy ven peligrar el camino ecuménico que aparecía lleno de fervor y de promesas tras el Concilio Vaticano II.
Para san Narsés, - escribió Paolo Ananian -, “la unidad es una obra divina, por eso es necesario pedirla al Señor con la oración. En cuanto a la cooperación humana, conviene retirar el obstáculo principal que es el odio, causa de división, y esto debe hacerse con humildad y amor, no por la fuerza o con la autoridad. Por lo tanto, el respeto y la lealtad deben utilizarse para que las negociaciones se desarrollen en el plano de la igualdad y no en el de la superioridad o la dominación. Las discusiones no deben tener el carácter de disputas inútiles, sino que deben estar basadas en un razonamiento sereno, fundado en la autoridad de la Escritura y de los Santos Padres. Finalmente, se debe buscar la unión de la fe y se deben respetar las diferencias en materia disciplinaria y ritual”.
(GV) (Agencia Fides 24/08/2022)
Narsés (1102-1173), que se convirtió en católico armenio con el nombre de Narsés IV, es apodado Shnorhali, o “el Clemente”, por los dones de santidad y humilde benevolencia que hicieron fructífera su vida y obra. Perteneciente a una familia de ilustres príncipes armenios y eminentes eclesiásticos, se le compara por su talla espiritual y teológica con san Bernardo de Claraval. En el tiempo marcado por la consumación del gran cisma entre la Iglesia de Roma y el Patriarcado de Constantinopla, el armenio Narsés estuvo en el centro de iniciativas, encuentros y propuestas que ya entonces apuntaban a reabrir el camino de la plena comunión sacramental y doctrinal entre cristianos de Oriente y Occidente, superando también las divisiones en torno a la doctrina cristológica que ya había cristalizado tras el Concilio de Calcedonia. Sus intuiciones cayeron en el olvido por los cálculos del poder clerical y por el germen de la desconfianza mutua que calaba entre los hermanos bautizados, pero quedan como preciosas fuentes de inspiración para quienes hoy ven peligrar el camino ecuménico que aparecía lleno de fervor y de promesas tras el Concilio Vaticano II.
Para san Narsés, - escribió Paolo Ananian -, “la unidad es una obra divina, por eso es necesario pedirla al Señor con la oración. En cuanto a la cooperación humana, conviene retirar el obstáculo principal que es el odio, causa de división, y esto debe hacerse con humildad y amor, no por la fuerza o con la autoridad. Por lo tanto, el respeto y la lealtad deben utilizarse para que las negociaciones se desarrollen en el plano de la igualdad y no en el de la superioridad o la dominación. Las discusiones no deben tener el carácter de disputas inútiles, sino que deben estar basadas en un razonamiento sereno, fundado en la autoridad de la Escritura y de los Santos Padres. Finalmente, se debe buscar la unión de la fe y se deben respetar las diferencias en materia disciplinaria y ritual”.
(GV) (Agencia Fides 24/08/2022)
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