El cardenal Biffi reflexionó ante el Santo Padre sobre esta figura bíblica. No se trata de una persona concreta, sino del «emblema de la religiosidad confusa y ambigua de los tiempos en que estamos viviendo»
Madrid- No se asusten. No ha llegado el fin de los tiempos, ni pretendemos contarles el argumento de una película de terror. Es más sencillo. Hablamos de filosofía y teología. De la meditación que ayer por la tarde el Papa pudo escuchar de la mano del cardenal Biffi en sus ejercicios espirituales.
Una reflexión en la que el Anticristo se convierte «en el emblema de la religiosidad confusa y ambigua de los tiempos que hoy estamos viviendo». El cardenal Giacomo Biffi, arzobispo emérito de Bolonia, ha sido elegido este año para dirigir los ejercicios espirituales a los que asiste el Papa y sus principales colaboradores de la Curia romana.
Aparte del argumento general de los ejercicios -«Buscad las cosas de arriba»- Biffi se ha reservado algunas meditaciones para temas fuera de programa. Así, el lunes recordó la figura del que fuera arzobispo de Milán -el hoy beato Ildefonso Schuster-, de igual manera que en la tarde de ayer habló de la figura del Anticristo. En efecto, una de las «divagaciones» preferidas del cardenal Biffi es el valor profético de la novela «El relato del Anticristo», escrita por el ruso Vladimir Soloviev en 1900, poco meses antes de morir. Ha publicado dos libros analizando el relato y considera que con él, Soloviev «preanunció con gran lucidez la gran crisis que ha golpeado al cristianismo en los últimos decenios del siglo XX».
La meditación que presentó al Papa está basada en estos estudios. Biffi califica a Soloviev de «singular profeta». No lo falta razón. En su novela -recordemos que fue escrita en 1900- pronostica que el siglo XX será «la época de las grandes guerras, de las discordias intestinas y de las revoluciones». No sólo eso, sino que afirma que la «vieja estructura de naciones separadas» dará paso a los «Estados Unidos de Europa».
En esta nueva estructura política es donde aparece la figura del Anticristo, que es elegido como presidente. Recuerda Biffi que la novela de Soloviev presenta al Anticristo como «un convencido espiritualista». Creía en el bien e incluso en Dios, «pero no se amaba más que a sí mismo». Era un asceta, un estudioso, un filántropo. Y también pacifista, ecologista y ecuménico. Daba «altísimas demostraciones de moderación, de desinterés y de activa beneficencia». Un personaje que en la novela alcanza la fama y el reconocimiento mundial a través de un libro «El camino abierto hacia la paz y la prosperidad mundial», donde «se unen el noble respeto por las tradiciones y los símbolos antiguos con un vasto y audaz radicalismo de exigencias y directivas sociales y políticas, una ilimitada libertad de pensamiento con la más profunda comprensión de todo aquello que es místico, el absoluto individualismo con una ardiente dedicación al bien común». Pero el personaje de Soloviev se niega a hablar de Cristo. «Desde el momento en que el contenido del libro está impregnado del verdadero espíritu cristiano, del amor activo, y de la benevolencia universal ¿Qué más queréis?» contesta a quienes le critican.
Y es que hay tres cosas que le molestan especialmente de Jesús. En primer lugar sus preocupaciones morales. «Cristo, con su moralismo, ha dividido a los hombres según el bien y el mal, mientras que yo los uniré con beneficios que son igualmente necesarios a los buenos y a los malos». Tampoco le gustaba «su absoluta unicidad». «Él es uno de tantos», afirmaba, «porque el salvador perfecto y definitivo soy yo, que he purificado su mensaje de aquello que es inaceptable para el hombre de hoy». Y sobre todo no podía soportar que para los creyentes Cristo siga vivo. «Él no está entre los vivos y no estará nunca. !No ha resucitado, no ha resucitado, no ha resucitado¡», repetía.
La tesis que el Papa pudo escuchar de la mano de Biffi es, por tanto, que el Anticristo no es una persona, sino una mezcla de ideologías, el mejor ejemplo de «la religiosidad confusa y ambigua de los tiempos que hoy estamos viviendo». No es un planteamiento novedoso -pues ya los primeros cristianos identificaron al Anticristo con el mismo Imperio Romano- pero Soloviev alerta de que vendrán unos días en que la salvación cristiana se reducirá «a una serie de valores fácilmente vendibles en los mercados mundanos». Y esos días «ya han venido» afirma Biffi. El cardenal añade que hoy predomina una «cultura de la pura y simple apertura, de la libertad sin contenidos, de la nada existencial. Ésta es la más grande tragedia de nuestro tiempo». «Fuera de Cristo -pudo escuchar ayer el Papa- está sólo el vacío del hombre y su desesperación». «En Cristo, el hombre encuentra su plenitud y su única esperanza», concluye Biffi.
Fuente: Ecclesia Digital
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