Jean Vianney, el Cura de Ars, acostumbraba observar un viejo campesino que se sentaba por horas en la iglesia parroquial. Un día le preguntó qué estaba haciendo ahí, y el hombre le contestó: "Yo contemplo al buen Dios, y el buen Dios me contempla a mí".
En cada parroquia existen místicos que no saben que lo son: personas cuyas oraciones han alcanzado la sencillez y la intimidad que existen más allá de las palabras. Se puede percibir el aura de sus oraciones al entrar a la iglesia.
Esta iglesia ha sido testigo de nuestro bautismo, nos ha acogido en nuestro dolor, ha confirmado a los jóvenes, ha celebrado los compromisos de amor, y ha orado sobre los restos de aquellos que han partido hacia el Señor.
Es la expresión de los sueños, las visiones y las búsquedas de Dios de toda la comunidad parroquial y de sus visitantes, a lo largo de las generaciones.
De Espacio Sagrado
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