“Has de considerar también atentamente lo que la época espera de ti”, escribió, allá en el siglo XII, san Bernardo en De consideratione, aquella especie de guía para el buen gobierno de los papas dedicada a aquel querido discípulo suyo que pasaría a la historia del cristianismo con el nombre de Eugenio III. Si nos atuviésemos a la sabia consideración del abad cisterciense, ¿qué espera la sociedad española de hoy, la comunidad creyente que la conforma, del próximo presidente de los obispos que la Conferencia Episcopal Española elegirá en su Asamblea Plenaria que comienza el próximo día 3 de marzo?
A tenor de lo vivido en esta convulsa legislatura política, ¿ha de ser alguien que sepa dialogar con esta época, traducir al ámbito eclesial lo que los signos de los tiempos le muestran y decidirse a afrontar sus desafíos, o habrá de ser alguien que lidere con energía a una Iglesia que se siente acosada y ha perdido la influencia de antaño?
“Por desgracia, no se va a mirar tanto hacia afuera como hacia dentro”, sostiene uno de los 76 obispos españoles en activo, y que, por lo tanto, cuenta con derecho a voto en esta Asamblea, en la que se renovarán todos los cargos (presidente, vicepresidente y presidentes de las comisiones episcopales), excepto el de secretario general, con mandato hasta el próximo noviembre.
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