José María Castillo dedica a sus 78 años, una media de ocho horas al trabajo intelectual. Es una reconocida voz en el ámbito de la teología de este país y hace un año abandonó sus lazos con la Compañía de Jesús, según él para sentirse más libre, a la hora de escribir, opinar y reflexionar. Su prestigio lo pasea por todo el país ofreciendo conferencias o a través de sus numerosos libros. Nadie lo encontrará nunca lejos de la defensa de los más desfavorecidos. Lo entrevista J.R.V en El Ideal.
-¿Qué opina de la irrupción de los obispos en la precampaña?
-Yo no estoy de acuerdo con esa postura de la jerarquía. Me declaro abiertamente en contra, no por motivos políticos, sino por motivos evangélicos, que evidentemente conllevan actitudes de determinado signo político. En este sentido, no le oculto que soy más partidario de las medidas sociales más propias de la izquierda que otras más relacionadas con la privatización o el control de la gente, más propias de la derecha. Habiendo tantos problemas en el mundo, que hablen solo de los planteamientos próximos al PP da a entender que para ser buenos católicos hay que ser del PP o de derechas, lo cual me parece que es un despropósito. También quiero dejar claro que los obispos como ciudadanos españoles tienen derecho a opinar y por tanto hacen mal los políticos del PSOE que dicen que no pueden hacerlo. El problema está que además de ciudadanos son obispos y como tales son dirigentes de la confesión religiosa con más implantación en este país, y tienen un poder sobre las conciencias que no lo tienen los políticos. Deben tener mucho cuidado con qué dicen, cómo lo dicen y en qué sentido lo dicen, no pueden pretender que lo que son pecados se convierta en delito; no tienen potestad para eso y, sin embargo, tienen tendencia a hacerlo.
-¿Tiene miedo la jerarquía a perder poder?
-Por encima de cualquier poder está la propia conciencia hacia los que más sufren y ésto ni los poderes de antes ni los de ahora lo soportan. Cuando hablo de poderes de hoy, incluyo también a la Conferencia Episcopal. La Conferencia Episcopal no tiene su mayor problema en Zapatero, sino en el evangelio. El mayor problema no es el PSOE.
-¿Cómo ve a la Iglesia granadina?
-Los dos últimos arzobispos, Antonio Cañizares y el actual, por distintas circunstancias, han tenido serias dificultades con la Universidad, con el clero y de rebote han chocado con grandes sectores de la opinión pública. Tengo la impresión y no es ningún secreto de que el clero de Granada, aunque tampoco hay que generalizar, está muy desconcertado, desalentado, algunos bastante cansados y faltos de una orientación de un proyecto pastoral ilusionante, y esto repercute en las parroquias, aunque no en todas. De todas formas no puedo emitir una respuesta muy completa porque no conozco a fondo todas las parroquias ni a todo el clero. También hay que distinguir a la capital y la provincia. En la primera hay una burguesía tradicional con mucho peso y muy vinculada a la derecha, en los pueblos hay una vinculación más relacionada con partidos de izquierdas. El mundo religioso es un reflejo del político, en este sentido.
-¿Por qué hay tanta radicalización en la jerarquía eclesiástica española?
-Las religiones al verse desfasadas y descolocadas por su incapacidad de asumir las transformaciones sociales y culturales, la gente las abandona. Y se sienten amenazadas. La reacción espontánea de muchos fieles y jerarcas es adoptar comportamientos fundamentalistas, autoritarismo, imposición de las normas tradicionales Y esto explica el florecimiento de ciertos grupos como el Opus Dei, los Kikos, Comunión y Liberación, Los Legionarios de Cristo, estos grupos que son netamente fundamentalistas, integristas, y este tipo de religiosidad responde a lo que mucha gente necesita. Hay gente que por su psicología, por su manera de ver la vida es que le digan lo que tiene que hacer. Después de los años del concilio Vaticano II había mucha gente desconcertada que pedía a gritos órdenes para obedecer. Una persona que dice éso, lo que está sugiriendo es que le quitan de encima el peso de la libertad, porque no puede con él. Es la famosa teoría del amor del censor. La obra maestra del poder consiste en hacerse amar. Esto es más reciente en religión que en política y así se perpetúa la mística de la sumisión que es el pilar fundamental que necesitan las religiones. Las religiones no tienen policías ni pueden meter en la cárcel a nadie, se imponen sobre las conciencias. Este es su mecanismo de control.
-¿Es posible otra Iglesia?
-Es posible y muy necesaria. Hay que recuperar el mensaje de Jesús y trabajar para frenar la gran cantidad de sufrimiento existente en el mundo. Eso sí, la fe en Jesús no puede vivirse fuera de la Iglesia.
-¿Cada vez hay más voces críticas en la Iglesia?
-Una cosa es la fe en Jesús y otra la aceptación acrítica de la institución eclesiástica. Tal y como están las cosas hoy en día, esta fe hay que vivirla con una actitud muy crítica de los comportamientos de esta Iglesia. En esta iglesia hay muchas cosas contrarias a sus principios y al propio evangelio.
-¿Qué ha supuesto para la Iglesia la elección del nuevo general de los jesuitas?
-Ha supuesto un soplo de aire fresco. Aunque Adolfo Nicolás al que conozco bien y sé que es un hombre muy inteligente sufrirá mucho para desarrollar su trabajo porque su opción son los pobres. El Vaticano piensa de otra forma.
Fuente: El periodista Digital
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