Monday, September 15, 2008

«¡Que Dios bendiga a Francia!»

El papa asegura que "los tiempos son propicios para un retorno a Dios"

El Papa Benedicto XVI se despide de Francia con honda emoción. Sabe lo muchoq ue se jugaba en el viaje. Y sabe tamibém que, tal y como asegura la prensa gala, su visita ha sido todo un éxito, porque, con humildad y sinceridad, supo ganarse el corazón de la Francia laica y cristiana a la vez.


En el aeropuerto de Tarbes (suroeste), Benedicto XVI fue despedido por el primer ministro francés, François Fillon, con quien mantuvo una reunión privada en una sala del aeropuerto de Tarbes, tras lo cual ambos pronunciaron sendos discursos.


Fillon manifestó que esta visita de Benedicto XVI "ha sido para Francia la confirmación de una larga amistad" y destacó los vínculos personales del Papa a la lengua francesa, la cultura y la "tradición intelectual" de este país.


Los cuatro días de la visita papal "ha sido un buen momento para compartir emociones, reflexión y esperanza", dijo Fillon, quien subrayó el "fervor" mostrado por la comunidad católica francesa durante la visita del Papa.


"Una separación fundamental de la Iglesia y el Estado no nos debe impedir dialogar...", resaltó el primer ministro francés tras recordar la tradición laica de Francia, que acogió al Papa con "emoción y gratitud".


Asimismo, subrayó que en estos momentos de crisis y conflictos en el mundo es importante "nuestra posición común ante el fanatismo, la violencia y la discriminación" y la necesidad de "movilizar lo mejor de nuestra humanidad al servicio de futuro".


"Gracias por contribuir a mantener una esperanza compartida", dijo Fillon en su discurso ante el Papa, quien por su parte manifestó que abandonaba "la tierra francesa con pena".


Tras subrayar la acogida y el trato recibido, Benedicto XVI declaró que el viaje ha sido como un "díptico", la primera tabla ha sido París, donde "he encontrado un pueblo vivo de fieles, orgullosos y convencidos de su fe".


"Vine para alentarles a que perseveren con valentía viviendo las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia. Me he encontrado con los jóvenes en la plaza de Notre Dame y su entusiasmo y afecto me han reconfortado", manifestó el Papa.


El Obispo de Roma, que fue trasladado desde Lourdes al aeropuerto en un helicóptero, resaltó también su encuentro con el mundo de la cultura y dijo que sus representantes son los "vectores privilegiados del diálogo entre la fe y la razón".


La segunda tabla de díptico fue Lourdes, a la que el Papa llamó una "una luz en la oscuridad".


Benedicto XVI subrayó que en Lourdes ha rezado por los hombres, por la Iglesia, por Francia y por el mundo, y en particular por los enfermos "que vienen en busca de un restablecimiento físico y esperanza espiritual".


El Pontífice también recordó su encuentro con todos los obispos de Francia y aseguró que ha compartido con ellos "la convicción de que los tiempos son propicios para un retorno a Dios".


Benedicto XVI concluyó su discurso en el aeropuerto de Tarbes con un "Dios bendiga Francia".


El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París y presidente del Conferencia Episcopal de Francia y los obispos de la región del sur del país acudieron también a despedir al Papa al aeropuerto.


El avión de Air France que traslada al Papa a Roma despegó del aeropuerto de Tarbes-Lourde pasadas las 13.20 hora local (11.20 GMT).


Su viaje, como él mismo lo calificó, ha sido como un díptico, cuya primera tabla fue París -de mayor contenido político, donde se reunió con el presidente, Nicolás Sarkozy, y el mundo de la cultura- y la otra Lourdes, marcadamente mariana, donde le acogieron unas 150.000 personas.


En París, el Papa defendió ante Sarkozy las raíces cristianas de Francia y apostó por una "laicidad sana". Según el Papa, la 'laicidad' en sí misma no es contradictoria con la fe, sino que la fe es fruto de una 'laicidad' sana".


Sarkozy defendió su concepción de la "laicidad positiva" como "una invitación al diálogo, la tolerancia y el respeto" y aseguró que para las democracias sería "una locura" privarse de las religiones.


La sintonía entre el Papa y Sarkozy fue duramente criticada por la oposición socialista, que exigió al Jefe del Estado que sea el "guardián" de los principios de laicidad que rigen en el país.


Ante el mundo de la cultura dio una lección magistral en la que denunció que en las ciudades "ya no hay altares y Dios se ha convertido en el gran desconocido" y reiteró que a través de la razón se puede llegar a Dios.


La etapa de París concluyó con una misa ante más de 260.000 personas, en la que hizo un llamamiento al mundo para que "huya" de los ídolos, "que son -dijo- un señuelo que encadena al hombre al reino de las apariencias y lo alejan de la felicidad y de su verdadero fin, que es Dios".


El Pontífice denunció que la codicia insaciable es una idolatría, que el amor al dinero es "la raíz de todos los males" y que "el afán de tener, de poder e incluso de saber desvían al hombre de Dios".


Ya en Lourdes, a la que definió hoy como "una luz en la oscuridad de nuestro ir a tientas hacia Dios", recorrió como un peregrino más las etapas del jubileo.


Se trata de la iglesia donde se conserva la pila en que fue bautizada Bernadette Sobirous, la niña a la que se apareció la Virgen en 1858; el "calabozo" (la casa donde vivía), la Gruta de Massabielle (de las apariciones) y el oratorio donde hizo la pequeña la primera comunión.


En la Gruta de las Apariciones, donde la Virgen se presentó en 18 ocasiones a la niña entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, un niño le ofreció un vaso con agua de la fuente milagrosa que María hizo descubrir a Bernadette.


Sus primeras palabras en Lourdes, donde llegó cuatro años después de la visita de Juan Pablo II, fueron de preocupación por los enfermos y por las víctimas de la guerra y el terrorismo.


Ante más de 150.000 personas, reunidas el domingo en la pradera del santuario, el Papa ofició una misa en la que dijo que éste es un lugar "de servicio fraterno a los enfermos, los pobres y todos los que sufren", y desde el que lanzó el mensaje de que "el poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza".


Hoy, antes de regresar a Roma, ofició una misa con los enfermos, delante de los cuales reconoció que el sufrimiento rompe los equilibrios de una vida, pero les animó a no rendirse y mirar a María, "que da la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida".


En Lourdes se reunió con todos los obispos franceses, ante los que dijo que la Iglesia defiende "con firmeza" la indisolubilidad del matrimonio y que aunque rodea del mayor afecto a los divorciados y vueltos a casar, "no puede aceptar" las iniciativas que tienden a bendecir "las uniones ilegítimas".


En esas palabras los observadores vaticanos vieron una advertencia ante los casos registrados en Francia de sacerdotes que han bendecido a parejas de católicos divorciados y vueltos a casar, a los que se ha permitido además comulgar, lo que prohíbe la Iglesia. Tras este viaje, el Papa viajará en octubre al santuario de Pompeya, en el sur de Italia, donde se venera a la Virgen del Rosario. De nuevo el rosario, ligado al misterio de Lourdes.



Este es su discurso de despedida.

Señor Primer Ministro, Queridos Hermanos Cardenales y Obispos, Autoridades civiles y políticas presentes, Señoras y Señores


En el momento de dejar -no sin pena- la tierra francesa, les quedo muy agradecido por haber venido a saludarme, dándome así la ocasión de expresar una vez más que este viaje a su País me ha alegrado de corazón. Por su medio, Señor Primer Ministro, saludo al Señor Presidente de la República y a los miembros de su Gobierno, así como a las autoridades civiles y militares que no han escatimado esfuerzos para contribuir al buen desarrollo de estas jornadas de gracia.


Deseo manifestar mi sincera gratitud a los Hermanos en el Episcopado, al Cardenal Vingt-Trois y a Monseñor Perrier, en particular, así como al personal de la Conferencia de los Obispos de Francia. ¡Qué bueno es encontrarse entre hermanos! Agradezco también cordialmente a los Señores Alcaldes y a los ayuntamientos de París y Lourdes. No olvido a las Fuerzas del Orden y a los innumerables voluntarios que han ofrecido su tiempo y competencia. Todos han trabajado con dedicación y ardor por el éxito de mis cuatro días en vuestro País. Gracias de corazón.


Mi viaje ha sido como un díptico. La primera tabla ha sido París, ciudad que conozco bien y lugar de muchas reuniones importantes. Tuve la oportunidad de celebrar la Eucaristía en el marco prestigioso de la explanada de los Inválidos. Allí encontré un pueblo vivo de fieles, orgullosos y convencidos de su fe. Vine para alentarlos a que perseveren con valentía viviendo las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia. Pude rezar también Vísperas con los sacerdotes, religiosos, religiosas, y con los seminaristas. He querido confirmarlos en su vocación de servir a Dios y al prójimo. Pasé igualmente un momento, demasiado breve pero intenso, con los jóvenes en la plaza de Notre–Dame. Su entusiasmo y afecto me reconfortaron. Y, ¿cómo olvidar el significativo encuentro con el mundo de la cultura en el Instituto de Francia y en el Collège des Bernardins? Considero que la cultura y sus intérpretes son los vectores privilegiados del diálogo entre la fe y la razón, entre Dios y el hombre.


La segunda tabla del díptico ha sido un lugar emblemático, que atrae y cautiva a todo creyente. Lourdes es como una luz en la oscuridad de nuestro ir a tientas hacia Dios. María ha abierto una puerta a un más allá que nos cuestiona y seduce. María, Porta caeli. He acudido a su escuela durante tres días. El Papa debía venir a Lourdes para celebrar el 150 aniversario de las apariciones. Ante la gruta de Massabielle, he orado por todos ustedes. He rezado por la Iglesia. He orado por Francia y el mundo.



Las dos Eucaristías celebradas en Lourdes me han permitido unirme a los fieles peregrinos. Convertido en uno de ellos, he seguido las cuatro etapas del camino del Jubileo, visitando la Iglesia parroquial, la prisión, la Gruta y finalmente la capilla de la hospedería. También he rezado con y por los enfermos que vienen en busca de restablecimiento físico y esperanza espiritual. Dios no los olvida, y tampoco la Iglesia. Como cualquier fiel peregrino, he querido participar en la procesión con las antorchas y en la procesión eucarística. En ellas se elevan a Dios súplicas y alabanzas. En Lourdes también se reúnen periódicamente los obispos de Francia para orar juntos y celebrar la Eucaristía, reflexionar y dialogar sobre su misión de Pastores. He querido compartir con ellos mi convicción de que los tiempos son propicios para un retorno a Dios.


Señor Primer Ministro, Hermanos Obispos y queridos amigos, que Dios bendiga a Francia. Que en su suelo reine la armonía y el progreso humano, y que su Iglesia sea levadura en la masa para indicar con sabiduría y sin temor, de acuerdo a la misión que le compete, quién es Dios. Ha llegado el momento de dejarles. ¿Regresaré a su hermoso País? Es mi deseo, deseo que encomiendo a Dios. Desde Roma, les estaré cercano y, cuando me detenga ante la réplica de la Gruta de Lourdes, que se halla en los jardines del Vaticano desde hace poco más de un siglo, les tendré presentes. Que Dios los bendiga.

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