Carta Pastoral semanal del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández
A algunos no les gusta esta denominación. Lo consideran como algo pasado de moda y trasnochado. Y sin embargo pertenece a la más rica tradición de la Iglesia, que no debe perderse. Multitud de instituciones en la Iglesia llevan el nombre de “Sagrado Corazón”: congregaciones religiosas, grupos apostólicos, actividades de la Iglesia.
¿Qué es esto del “Sagrado Corazón”? –Se refiere a Jesucristo, el Verbo eterno que se ha hecho hombre de verdad, y por tanto ha tomado todo lo humano sin pecado. Y una de las realidades humanas más bonitas y más ricas es el corazón. Cuando decimos que una persona tiene corazón, estamos diciendo que es amable, comprensiva, cercana, que da gusto estar con ella. Cuando decimos que una persona no tiene corazón estamos diciendo que es una persona repelente, fría, inoperante, alguien que te da problemas en vez de aliviarte la vida.
Pues, Dios tiene corazón. Dios es amor, Dios ama locamente a los hombres: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único,…no para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17). Y al enviar a su Hijo al mundo, este Hijo ha tomado un corazón humano. Jesucristo es el Hijo eterno de Dios con corazón humano. Un corazón como el nuestro, pero sin egoísmo, sin pecado, un corazón donde todo es amor puro, amor de donación, amor de oblación, amor generoso. Un corazón que ama, que se compadece, que comprende, que perdona, que tiene paciencia conmigo. Ese es el Sagrado Corazón de Jesús, verdadera escuela de amor.
Y de ese Corazón traspasado por la lanza del soldado en la cruz ha brotado sangre y agua. Ha brotado a raudales el Espíritu Santo para todo el que acerca a beber con gozo de la fuente de la salvación. Ese corazón muerto de amor, ha resucitado y vive palpitante en el cielo y en la Eucaristía. Ahí está Jesús vivo. Tratar con Jesús en la Eucaristía es tratar de amistad, es dejarse querer por Él, es reparar con Él los pecados del mundo. El Corazón de Cristo es un corazón sensible al amor o al desprecio de los hombres. Es un corazón que ama y que sufre. Es un corazón que quiere transmitirnos sus propias actitudes, que quiere enseñarnos a amar de verdad.
El viernes después del Corpus celebramos la fiesta solemne del Sagrado Corazón de Jesús. Es como un resumen de toda la vida cristiana, porque el cristianismo es la religión del amor. En el cristianismo todo se explica desde el amor y para el amor. También se explica la desgracia del pecado que ha trastornado todo el orden querido por Dios. A tanto amor demostrado por Dios, el hombre ha respondido desde el origen despreciando ese amor. ¡El amor no es amado! Y ante tales ofensas, Dios ha reaccionado con más amor todavía. Un amor que se llama misericordia. Un amor que es capaz de curar las heridas del pecado. Un amor que perdona siempre y que restaura al hombre roto.
El sábado siguiente se celebra el Inmaculado Corazón de María, el primer reflejo perfecto del amor de Cristo, el amor de una madre inmaculada y virgen, cuyo corazón ha estado siempre en sintonía con el corazón de su Hijo. Dos corazones unidos en el amor, en el sufrimiento, en la misión de redimir al mundo. Dos corazones inseparables el uno del otro. El corazón de Jesús y el corazón de María.
Este año, en la fiesta del Sagrado Corazón se clausura el Año sacerdotal, porque “el sacerdote es un regalo del Corazón de Jesús”, dice el santo Cura de Ars. Con el Papa, pedimos por todos los sacerdotes, para que siendo santos nos muestren siempre el amor del Corazón de Cristo. El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón, un mes especial para ejercitarse en el amor.
Con mi afecto y bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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