Ayer inauguramos un nuevo Adviento, un tiempo que quiere hablar de Esperanza y de la necesidad de preparar activamente los caminos que nos lleven a la justicia y al amor esperados durante tanto tiempo. Un tiempo que sabe a la contundente denuncia profética de Juan y a la María que dice “sí” al Dios el cual “a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos”. Es tiempo para prepararnos a recibir a lo más grande encarnado en lo más sencillo y es tiempo asimismo para buscar eso tan grande en los sencillos (personas, gestos) que tenemos cerca.
Estas fechas a mí también me saben a la llamada telefónica de mi madre para montar juntos, en familia, el Belén: ir a coger algo de musgo al parque, preparar el paisaje nuevo cada año, discutir sobre si había nieve o no en la Palestina de hace dos mil años, seleccionar las figuras (mi hermano coloca una cabra en sitios insospechados, yo coloco un pastor meando en el castillo de Herodes, mis padres a los reyes magos caminando cada día hacia el portal…), etcétera. Es por esto que se me ha ocurrido que, para echar una mano en la reflexión de este Adviento, tal vez para echármela a mí mismo, intentaré a lo largo de estas cuatro semanas montar un Belén especial. Va a ser un Belén Indignado, con sus correspondientes protagonistas. Como las noticias que llegan de la Belén real y sus alrededores, con sus bombardeos feroces sobre el pueblo palestino, indignan hasta la lágrima, parece que la cosa procede.
Hoy empezamos con el Portal, que no es poca cosa. Un Portal que existe porque no queda sitio en ninguna posada o porque, habiéndolo, no quieren dejar pasar a la pareja de Nazaret. Un Portal que hoy es el puente, la calle, el banco, que acoge a las familias desahuciadas en el país de los tres millones de viviendas vacías. Es el símbolo de la insolidaridad por un lado y el faro que ilumina nuestra realidad de hoy por otro. Nacer en un portal es una afrenta, algo que debería avergonzarnos, y sin embargo fue así. Lo más grande naciendo en lo más pequeño. Aparte de para hacer profundas teologías o para hacer más pintoresca y costumbrista nuestra representación casera del nacimiento de Jesús, el portal de Belén marca la primera gran realidad, tal vez la primera denuncia en clave de Esperanza, de la Navidad. Si queremos buscar a Dios en este tiempo de Adviento, busquémoslo en los desahuciados. Si queremos acoger a Dios, cantarle, llevarle nuestros presentes, acompañarle, hagámoslo desde los desahuciados. Dios va a estar ahí más que en muchos otros sitios. Urge hacerlo antes de que sea tarde (¿sabrá Rajoy el nombre de las cuatro personas que se han suicidado a causa de los desahucios?). Urge hacerlo antes de que los soldados de Herodes lleguen, también, a desahuciarles del Portal, a irse a Egipto tal vez “por espíritu aventurero”.
Y, hablando de portales, para terminar esta reflexión no me resisto a poner lo que hicieron ayer las buenas gentes de Anonymous en el portal digital del Opus Dei. Su primera figurita, el “caganer”
La semana que viene, aparecerán por este Belén Indignado los polémicos Buey y Mula, los primeros oficialmente desahuciados… ¡No os lo perdáis!
Miguel Ángel Vásquez
Cristianxs Indignadxs
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NOTA: Para los que no saben:
El caganer es una de las figuras más características y entrañables de la imaginería catalana popular navideña. La inserción de esta desinhibida y controvertida figura en el belén es un contrapunto que humaniza la representación del misterio de Navidad y hace de esta representación doméstica una maravillosa síntesis que armoniza su mensaje transcendente y sobrenatural con la realidad material y los condicionamientos biológicos de nuestro organismo. Figura que anualmente es objeto de una continua y creativa reinterpretación por parte de los artesanos que las modelan, el caganer es uno de los elementos que personalizan y dan identidad a nuestra imaginación navideña en medio de la profusa invasión de iconografía de tradición anglosajona que nos invade en estas fechas.
Pero, ¿Cual es el significado de la figura del “caganer”? ¿Porqué fue introducido en el belén y qué simboliza? Aunque el interrogante permanezca abierto y pendiente de resolver, ofrecemos seguidamente algunas interpretaciones y consideraciones que ha suscitado este controvertido personaje.
“Figura obligada de los belenes ochocentistas, ya que la gente decía que con su deposición abonaba la tierra del belén, que se transformaba en fecunda y aseguraba el belén para el siguiente año y con él la salud y la tranquilidad de cuerpo y alma que son necesarias para hacer el belén, con el gozo y la alegría que comporta la Navidad cerca de la chimenea. Colocar esta figurilla en el belén traía suerte y alegría y no hacerlo comportaba desventura”. J oan Amades
“El caganer simboliza una indiferencia cósmica que contrasta con la motivación espiritual por el misterio más grande de la humanidad, el nacimiento del redentor”. Xavier Fàbregas
“El caganer se identifica con el carácter catalán, ya que, a pesar de los trascendentales acontecimientos que ocurren en aquellos momentos, el personaje no pierde el tiempo y se dedica a ahorrar en abonos”. Joan de Deu Domènech
“La figura del caganer está relacionada con las grandes fiestas y comidas paganas con las que se celebraba el solsticio de invierno, y es la personificación de los excesos cometidos”. Isidre Vallès
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