Leo en el diario Abc que Benedicto XVI figura en quinto lugar en la lista de las 71“Personas más poderosas del mundo” publicada por la revista Forbes. La revista financiera explica que el jefe del Estado más pequeño del mundo (tan sólo medio kilómetro cuadrado y un presupuesto anual similar al de la ciudad de La Coruña) figura en esa posición por contribuir a orientar “las decisiones más personales de la vida”de mil doscientos millones de católicos.
El presidente Barack Obama, recién reelegido, ocupa primer lugar de la lista de “Forbes”, seguido de la canciller alemana Ángela Merkel, el presidente ruso Vladimir Putin, el fundador de Microsoft Bill Gates, y el Papa.
La revista explica que ha seleccionado 71 personas para incluir una por cada 100 millones de habitantes de este planeta. Los cuatro criterios para elaborar el “ranking” son: número de personas sobre las que tiene influencia, recursos financieros, poder en múltiples terrenos y, finalmente, uso activo de su poder. Vladimir Putin figura de tercero “porque frecuentemente usa su fortaleza, como cuando encarcela a quienes protestan”.
El Papa no es persona especialmente grata en el mundo de los millonarios o del gran capitalismo, especialmente después de su tercera encíclica “Caridad en la Verdad”. La revista “Forbes” simplemente constata que es una de las personas más importantes del planeta.
Y yo me imagino a Jesús de Nazart figurando en el ranking de los más poderosos para el Imperio romano, siendo fuente de comentarios en el foro de Roma, consultado por reyes, cónsules, procuradores… ¿No era el Jesús que regaña a los “hijos del trueno” por pretender un primer puesto en su Reino? ¿No es el que pasó treinta años en un pueblo que no figuraba en el mapa llamado Nazaret? Despreciado por ser una predicador rural, varias veces escapado de intento de apedreos y finalmente ejecutado como un facineroso por los poderes constituidos ¡Y todavía hay medios que se regocijan de que el Papa sea el quinto hombre más poderoso del mundo! No niego que el Papa en su fuero interno pueda sentirse pequeño y humilde conforme a los criterios evangélicos, pero el poder fáctico del papado, su imagen mediática, ¿están ayudando a la credibilidad de nuestra Iglesia? Pido en este adviento una conversión real al mensaje de Belén.
Pedro Miguel Lamet
El alegre cansancio
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