- Lecturas
- Profeta Isaías 25, 6-10ª
- Carta de san Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19-20
- Mateo 22, 1-14
• La liturgia de este domingo desarrolla la idea del banquete, que es una imagen muy frecuente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. El significado de comer no se limita a una acción para la conservación de la vida, sino que tiene hondas resonancias sociales. Es un espacio privilegiado para encontrarse los miembros de la familia y compartir con los amigos. Alrededor de la mesa comunicamos los hechos y sentimientos que vamos experimentando, se desarrollan proyectos, se cierran negocios. En ocasiones especiales, comer juntos adquiere una particular solemnidad. Pensemos, por ejemplo, en las bodas, aniversarios, grados universitarios, etc. Es, pues, evidente que comer juntos es un componente importante de la vida social.
• Por eso la Biblia utiliza esta imagen para comunicarnos aspectos particulares del plan de salvación. En la liturgia de este domingo, el profeta Isaías se refiere al banquete que el Señor tiene preparado al final de los tiempos, y el evangelista Mateo nos propone la parábola de los invitados al banquete. Estos dos textos tienen la imagen del banquete como elemento simbólico central, aunque la forma de desarrollar el símbolo tiene, en cada uno de ellos, sus particularidades.
• Los invito a que exploremos el texto del profeta Isaías, que es la primera lectura de este domingo. Recorramos algunas de las expresiones. Lo primero que nos llama la atención es el momento en que se llevará a cabo este banquete. El profeta lo sitúa en el futuro, sin que haga mayores precisiones: “El Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos”.
• Esta referencia imprecisa al futuro nos sugiere la plenitud de los tiempos, cuando todos nos encontraremos con Dios, cuando se dé el triunfo definitivo sobre la muerte. Este tránsito hacia una realidad diferente lo sugiere el profeta cuando dice: “Él arrancará de este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones”.
• Este encuentro se llevará a cabo en un ambiente de fiesta: “Un festín de platillos suculentos, un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros. Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae”. Hay personas que se han dejado envolver por unas opiniones destructoras, que muestran el encuentro con Dios como una experiencia aterradora. La realidad que nos muestran los Evangelios es muy diferente, pues Jesús nos descubre el rostro de un Padre amoroso y misericordioso. Cuando nos sintamos perturbados por estos temores, volvamos a leer la parábola del hijo pródigo o la de la oveja perdida.
• El profeta Isaías nos recuerda que el anfitrión de esta fiesta es el Señor del universo. Es una iniciativa generosa de su amor; es un don y no un derecho que hayamos adquirido con nuestras acciones o porque hayamos comprado una boleta… Todo es gracia.
• Los invitados son todos los pueblos. No se trata de una invitación cerrada sino universal. Llama la atención esta afirmación del profeta, quien escribe en el contexto de una sociedad cerrada, que era muy consciente de ser el pueblo escogido.
• Después de estas consideraciones que surgen a medida que recorremos el texto de Isaías, los invito a pasar a la parábola de los invitados al banquete. El punto central de este relato lo constituyen los invitados; la lectura pone en evidencia que hubo dos listas de invitados, la original y la definitiva.
• Dentro del lenguaje simbólico de la parábola, los invitados de la primera lista fueron los judíos, el pueblo de la alianza. Ahora bien, a pesar de haber recibido tantas muestras de la predilección de Dios, rechazaron la invitación para asistir al banquete que ofrecía el rey. Toda la historia de Israel da testimonio de las múltiples infidelidades del pueblo y de las repetidas invitaciones de Dios a través de sus profetas y enviados. El texto de la parábola pone en evidencia este rechazo sistemático: “Vengan a la boda. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio, y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron”.
• La airada y drástica reacción del rey ante el rechazo de sus invitados nos hace reflexionar sobre las consecuencias que debemos asumir por las decisiones que tomamos. Antes de decidir deberíamos sopesar las consecuencias que deberemos afrontar. Al tomar una decisión, nuestra libertad hace unas opciones frente a los valores, y esas opciones impactan nuestra vida personal y la de las personas que nos rodean. Cuando ya estamos ante los hechos consumados y las consecuencias se manifiestan en toda su crudeza, no tiene sentido decir: “yo no sabía”, “no fue mi intención”.
• El rey tiene delante un problema complejo: ya hizo todos los preparativos pero no tiene invitados. ¿Cómo soluciona la emergencia? Decide hacer una invitación abierta: “Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren, malos y buenos, y la sala se llenó de convidados”.
Jesuitas de Colombia
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