El Sínodo de la Familia nos tiene esperanzados. El cuestionario previo que contenía preguntas agudas y pertinentes, la invitación del Papa en la sesión inaugural a “hablar con valentía y escuchar con humildad”, refuerzan nuestra esperanza.
Tal vez el error que hemos cometido como Iglesia en los temas relacionados con la familia ha sido el situarnos excesivamente desde el deber ser, es decir, desde aquello que vemos como el ideal de familia, subrayando valores e, incluso una estructura conforme a ese ideal. Eso no es un error en sí mismo, pues, apuntar hacia el ideal que queremos vivir es una dimensión fundamental de la experiencia creyente. El error ha sido el que, de tanto apuntar al ideal, se nos han olvidado las familias reales: “incompletas”, quebradas, heridas, reconstruidas. Tal vez por ello el mensaje de la Iglesia se ha vuelto poco relevante para muchos, por cuanto se presenta como un lenguaje anquilosado que no toma en serio los tremendos cambios que ha experimentado la familia en nuestro mundo contemporáneo; un mensaje que no ofrece respuestas a las verdaderas preguntas que surgen de esa realidad nueva.
En el drama y en las alegrías de las familias de hoy, hay una palabra que Dios quiere decirnos. Palabra que debemos escuchar y que espera una respuesta.
Alex Vigueras Cherres ss.cc.
Superior Provincial Chile
Congregación de los Sagrados Corazones
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