Acabo de leer en un periódico que un grupo de intelectuales ha firmado un documento en el que afirma que en toda discusión, reunión o consejo tendría que haber al menos un 40% de mujeres y en el caso de que no hubiera demasiadas expertas en esa materia la cifra se podría rebajar. Este espíritu planea sobre toda la sociedad y en el famoso caso de “la Manada”, un consejo previo de jueces varones se ha visto incrementado por el mismo número de féminas. Los políticos intentan formar gobierno en los que participen mujeres y las presentan para alcaldes y presidentes de comunidades pues saben que conseguirán más votos.
Viene al caso pues cuando veo reuniones eclesiales me irrito. Están formadas por lo que parece un club de varones en semejanza a esos casinos de provincias donde no admitían a las mujeres o a las sociedades gastronómicas vascas donde tampoco pueden participar. Recientemente se han sumado a las cofradías andaluzas que sacan sus profesiones en Semana Santa pero les ha costado conseguirlo muchos esfuerzos. Y eso que Jesús se puso del lado de los subordinados en la sociedad
El otro día acudí a una reunión en la que se hablaba del pasado de una revista y donde se planeaba su futuro y me sorprendió que todos los oradores, más de diez, fueran varones. Había cardenales y obispos en la mesa pero para compensar se debía haber encontrado a mujeres entre los periodistas que se convocaron. Pero lo más negativo del caso fue que a nadie le sorprendió lo que demuestra que las instituciones eclesiales y las que se mueven en su entorno no han entendido por donde se mueven los tiempos actuales. Les falta cintura y se quejan del abandono eclesial.
Mis hijas me preguntan por qué sigo perteneciendo a la Iglesia si soy feminista y les contesto: porque quiero que cambie. Lo malo es que a este paso de tortuga me voy a morir , tengo muchos años, antes de conseguirlo.
Isabel Gómez Acebo
Cajón de Ilusiones
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