Hoy en día es una palabra poco usada, casi olvidada, aparcada en un baúl de conceptos viejos...
Pero sigue siendo una realidad omnipresente.
Los niños crecen y se convierten en adultos responsables...
o en eternos adolescentes.
Los soñadores se convierten en realistas.
Los programas de televisión en esperpentos.
Algunos desconocidos en famosos y después en ídolos (con pies de barro, me temo).
Las promesas de hoy se convierten en recuerdos del mañana.
Los proyectos en obras conseguidas, o en fracasos.
Los amores soñados en historias compartidas.
La verdad es que la vida fluye, cambia, serpentea por senderos impredecibles, recorre caminos siempre nuevos.
Este mundo va acelerado, en constante conversión;
también lo que hoy tenemos está en movimiento,
es vital y al tiempo es efímero.
En ese contexto escuchamos una palabra antigua,
pero fresca,
que también a nosotros nos habla de cambio,
de conversión, de transformación:
"Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos, porque ha llegado el Reino de los cielos".
Este es de quien habló el profeta Isaías cuando dice:
Voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor. Enderezad sus sendas" (Mt 3,3)
"Hoy te has comprometido a aceptar lo que el Señor te propone:
que Él será tu Dios, que tú irás por sus caminos, guardarás sus mandatos, y escucharás su voz. Hoy se compromete el Señor a aceptar lo que tú le propones; Que serás su pueblo y él te elevará" (Dt)
Jesuitas de Castilla
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