Sunday, February 10, 2008

Homilía (II)

DESIERTO Y TENTACIÓN

Por José María Martín OSA


1.- El desierto, lugar simbólico de prueba y encuentro con Dios. Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse para su misión. La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. El desierto es carencia y prueba, nos abre a la realidad de nuestra pobreza. Pero también el desierto es lugar privilegiado de encuentro con Dios. Tenemos miedo a entrar en nuestro interior, sentimos pavor ante el silencio. No queremos arriesgarnos, pues puede surgir la prueba o la tentación….Sin embargo el exponerse a una prueba es lo que hace progresar al deportista o al estudiante.


2.- Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras.
- El hambre, que simboliza todas las reivindicaciones del cuerpo.
- La necesidad de seguridad, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo.
- La sed de poder, el terrible instinto de dominación.
La diferencia entre las tentaciones de Jesús y las nuestras es que donde nosotros sucumbimos, El triunfó. Para vencer, Jesús se apoya en la Palabra de Dios tomada del Deuteronomio. Durante el Éxodo el pueblo de Israel fue también tentado y se olvidó fácilmente de que Dios estaba con él. Jesús rechaza las tentaciones con frases tomadas del Deuteronomio. También nosotros podemos apoyarnos en la Palabra de Dios para rechazar la tentación. No confundamos la tentación con el pecado, es decir con la caída. La tentación en sí no es buena ni mala. Jesús también fue tentado, pero salió airoso de la tentación. También nosotros podemos hacerlo, pero necesitamos la ayuda de Dios. Si por debilidad humana pecamos, seamos humildes y reconozcamos con el autor del Salmo 50: “Misericordia, Señor: hemos pecado”. Pidamos que Dios nos conceda un corazón puro y que sintamos de verdad la alegría de la salvación.


3.- Constatamos nuestra debilidad, pero también la ayuda de Dios. Desde el principio somos tentados y seducidos. Se multiplican las manzanas que nos engañan y corrompen: el poder, el tener, el placer. Hay una caída original, que nos lleva al pecado y la muerte. Todos pecaron, todos pecamos… La Buena Noticia es que Jesús también fue tentado y además nos enseñó a superar la tentación. Se hizo débil como nosotros para que seamos fuertes. Las tentaciones de Jesús se refieren a las actitudes mesiánicas, pues se le pide actuaciones gloriosas y triunfadoras. Pero Jesús reafirma su condición de Siervo. Nos salvará desde la Cruz. No todo es barro en nuestra naturaleza e historia. Hay también un soplo de espíritu. Y contamos sobre todo con la fuerza de la Palabra y el Espíritu. La Biblia abierta en el altar es un signo de que “nuestro alimento es la Palabra de Dios”, pues no sólo de pan vive el hombre.

DE Betania.es

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