Sunday, September 07, 2008

Homilía de Betania: UNA DIFÍCIL Y URGENTE TAREA: LA CORRECCIÓN FRATERNA

Por José María Martín OSA


1.- El cristiano debe velar por el bien de sus hermanos. El libro de Ezequiel consta de cuatro partes bien definidas: la vocación del profeta, los reproches y amenazas contra Israel, los oráculos contra las naciones y el restablecimiento de Israel. El capítulo 33 que leemos este domingo da inicio a la cuarta parte. La misión del profeta es denunciar el pecado y las injusticias, pero también, en sentido positivo, anuncia el perdón y la salvación. Ezequiel es el profeta de la esperanza, pero para que esta virtud pueda aparecer se necesita, en primer lugar la conversión del corazón. El profeta, y todo fiel creyente, tiene que ser un vigía o centinela, que desde la atalaya avisa de la llegada del peligro. El papel del centinela consiste en señalar la presencia del enemigo, es decir en denunciar una situación de infidelidad del pueblo, que corre el riesgo de caer en la miseria si no cambia de actitud. El profeta es como un “espía” que descubre los signos de los tiempos y nos indica la voz de Dios que habla a través de la actualidad. Ya el Vaticano II nos invitaba a interpretar “los signos de los tiempos”. Es una tarea nada fácil, pues requiere mucha inteligencia y, sobre todo, analizar lo que pasa a la luz de Dios. Necesitamos profetas que nos marquen el camino y se adelanten a lo que está por venir. El profeta o cristiano que calla es responsable del mal que amenaza a sus hermanos. El que vive desde Dios y para el hombre, está obligado a recordar el peligro que supone la ruptura de esta relación vital. Y aquí viene la acentuación de la responsabilidad. Quien proclama la existencia de las leyes divinas y los principios fundamentales reconocidos por las leyes humanas ha cumplido con su deber; ha salvado su responsabilidad. Quien no acepte aquello que le ha sido anunciado será responsable de su suerte adversa. En este momento se acentúa la responsabilidad “personal”. Ésta sale de la atmósfera comunitaria y se instala en el terreno individual. ¿Eres consciente de que has sido consagrado como profeta en tu Bautismo?



2.- “A nadie le debáis más que amor”, nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos. El que ama cumple la ley entera. Pablo habla del amor al prójimo, no quiere limitar el “unos á otros” refiriéndose sólo a otros cristianos.

Amar cumple tres propósitos. Primero, bendice a la persona que recibe amor. Mucha gente necesita desesperadamente una palabra cariñosa o alguna pequeña demostración de que alguien se preocupa por ellos.

Segundo, el cristiano que muestra amor por su prójimo se convierte en un poderoso testigo de Cristo.

Tercero, como Pablo dice a continuación, el amor cumple la ley. Cuando Pablo dice que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no propone un amor propio. Pablo reconoce que nos amamos a nosotros mismos porque solemos hacer lo que nos viene mejor. “Amarás á tu prójimo como á ti mismo,” significa que también debemos actuar según lo que sea mejor para nuestro prójimo. La persona que ama a su prójimo no cometerá adulterio; no matará a su prójimo; no robará a su prójimo; y no codiciará las posesiones de su prójimo. La razón es simple: cualquier acción que pudiera herir al prójimo no concuerda con amor. Pablo utiliza la palabra para amor ágape a lo largo de este pasaje. Ágape es una de cuatro palabras griegas para amor (las otras son philos, storge, y eros). Ágape es una alta forma de amor dedicado al bienestar del ser querido sin esperar ninguna recompensa. – el tipo de amor que Dios tiene por nosotros-.




3.- La corrección fraterna es fruto del amor. El pecado en la comunidad cristiana es una realidad por desgracia, pues no es la iglesia una asamblea angelical de hombre y mujeres impecables, sino de seres que en medio de limitaciones y flaquezas humanas, caminan unidos como hermanos hacia Dios. Por eso es necesaria la corrección fraterna como medio de conversión. Todos necesitamos ir cambiando de vida porque no respondemos a las exigencias que el evangelio nos propone al seguimiento de Cristo, por eso la corrección fraterna es un continuo acicate a la conversión. Conversión personal y comunitaria. El amor nos lleva a sentirnos responsables con aquellos que profesamos el mismo credo y que rezamos al mismo Padre. Esa co-responsabilidad hace ineludible la corrección fraterna para que ella alcance su objetivo que es la recuperación del hermano que peca para la comunidad mediante la conversión. Sin embargo, no realizar la corrección fraterna, -que hay que hacer con tacto y respeto- por no molestar por un falso respeto al modo de ser y opinar del extraviado, no es caridad, no es amor ni querer bien. Pero es peor todavía, si además de abstenernos murmuramos a espaldas del hermano, si le echamos en cara su pecado o su defecto en tono y en términos ofensivos; si queremos convertirnos en sus jueces que condenan. Cuando uno ama a su prójimo no le hace daño, sino que busca su bien, por ello, cuando existe un amor verdadero es fácil la corrección fraterna y muy difícil o imposible cuando no existe ese amor y la comunión fraterna está ausente




4.- Recuperar la práctica de la corrección fraterna. Debería haber una forma habitual de diálogo en la convivencia fraterna de la comunidad cristiana. Pero, por el contrario, hemos perdido desde hace mucho tiempo la dimensión institucionalizada de esta regla de oro de la unidad. Sin embargo, estamos en el tiempo y en la obligación de encarnar en nuevas formas este compromiso comunitario fundamental: la corrección fraterna. Unas reglas básicas esenciales son:
--No corregir desde posturas infantiles o autoritarias, sino desde la posición del adulto buscando no tanto deshogarme, cuanto el bien del hermano.

--No dejarse llevar por la reacción (espontaneidad infantil, paternalista o dictadora) ni por el poder, sino por el amor. Tener siempre presente que yo tampoco puedo tirar la primera piedra; y que si corrijo al hermano es por hacerle el regalo de un sentimiento mío negativo que me cuesta expresar (me resultaría más cómodo y fácil callar), pero que, al compartirlo aclarará nuestra relación y estrechará, a la larga, lazos más fuertes.

--No emitir nunca mensajes "tú", sino mensajes "yo" (un mensaje tú es: "tú siempre actúas...", o "tú tienes que..."; en cambio un mensaje yo es: "yo siento enfado cuando tú dices que..." o "por dentro yo estoy triste cuando tú haces..."). --Si realizamos la corrección fraterna desde el amor y la oración, allí seguro que se encuentra presente Jesús en medio nuestro.

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